Liam García
27 de diciembre, 2022
La alarma sigue sonando insistente, y mientras lucho por abrir los ojos y levantarme de la cama, siento unos brazos rodeando mi espalda, lo que me saca momentáneamente de mi ensimismamiento. Mi mente se llena rápidamente con los recuerdos del día anterior, cuando Agatha decidió adelantar su vuelo y apareció inesperadamente ayer por la tarde, cambiando mis planes y añadiendo una nueva capa de complejidad a mis pensamientos ya tumultuosos.
Nos conocimos hace cuatro años en un viaje familiar, en uno de los hoteles de lujo de la cadena de sus padres. Desde entonces, hemos mantenido una relación que ha sido un constante vaivén entre la aceptación y la desaprobación. Mis padres, especialmente mi madre, nunca han ocultado su reserva hacia Agatha, mientras que mi hermano simplemente la tolera por mi bienestar. A pesar de los altibajos, Agatha ha sido una constante en mi vida, apoyándome durante los desafíos de mi carrera y siendo un pilar emocional en momentos turbulentos.
Sin embargo, los últimos dos años han estado marcados por la creciente presión de su familia respecto al matrimonio. El tic-tac del reloj parece más rápido ahora, y siento que cada día que pasa, Agatha y su familia esperan más firmemente que dé el paso hacia el compromiso eterno. Mi suegra, en particular, ha intensificado sus insinuaciones y demandas, convirtiendo el tema matrimonial en una piedra angular de nuestras conversaciones. No entiendo qué le habrán dicho sus padres para que ahora esté tan decidida a que demos este paso.
Mis propias ambivalencias han comenzado a hacer eco en mis pensamientos más profundos. Quiero formar una familia, construir un futuro con hijos y una pareja que ame, pero cada vez que imagino ese futuro, la figura de Agatha no se afianza con la misma claridad y convicción que tuve años atrás. Las dudas se entrelazan con mis recuerdos compartidos y los momentos de apoyo mutuo, dejándome en una encrucijada emocional sin solución fácil.
Bastian, mi confidente más cercano, ha sugerido en más de una ocasión que tal vez Agatha no es la persona adecuada para comprometer toda una vida juntos. Sus palabras resuenan en mi mente, pero sé que tomar una decisión contraria a las expectativas de mis padres sería una decepción profunda para ellos, especialmente para mi madre Lucie. Su amor incondicional y su deseo de verme feliz han sido el contrapeso constante frente a las dudas persistentes que ahora me atormentan.
Mi padre, en contraste, ha expresado su escepticismo desde el principio. Aunque siempre ha sido más reservado en sus opiniones, su desinterés hacia Agatha se ha vuelto cada vez más evidente con el tiempo. Sus comentarios dispersos sobre "algo que no cuadra" han sido una constante fuente de tensión silenciosa en nuestras reuniones familiares, aumentando mis propias dudas sobre el futuro de nuestra relación.
La presión combinada de Agatha y su familia por el matrimonio, contrastada con las reservas persistentes y la desaprobación palpable de mis padres, me ha llevado a cuestionar profundamente si este es el camino que debo seguir. Cada día que pasa, siento que estoy más atrapado en una red de expectativas y compromisos, sin una ruta clara hacia la felicidad genuina y la realización personal.
—Apaga la alarma —me susurra en un tono tan suave que apenas puedo escucharlo, aunque su rostro está oculto en mi cuello.
—Ya me tengo que ir a trabajar, si no me levanto ahora voy a llegar tarde —le respondo con suavidad, depositando un beso en su cabeza y sintiéndola sonreír contra mi piel.
—No vayas hoy, apenas llegué ayer y quiero quedarme un rato más contigo —insiste, sus palabras cargadas de anhelo.
—Sabes que me encantaría quedarme aquí contigo todo el día, pero hoy no puedo. El jardín del restaurante está reservado para una fiesta y tenemos que preparar la comida tanto para el evento como para el restaurante. La cocina va a estar de locos.
—¿Una fiesta de qué? —pregunta con curiosidad mientras su mano que antes reposaba sobre mi pecho comienza a acariciar mi torso, deteniéndose en el elástico de mi bóxer negro.
—No lo sé con certeza. Es una fiesta infantil, eso es todo lo que sé. Bastian se encargó de los detalles, y yo apenas he tenido tiempo de revisar los contratos de reserva de este mes.
—¿Y eso? Siempre eres el que se encarga de eso —observa, mientras sus dedos se deslizan juguetonamente bajo el elástico, provocando un cosquilleo agradable en mi piel.
—Sí, normalmente sí, pero este mes he estado ocupado con los otros restaurantes. Estamos planeando algunas remodelaciones en nuestra cadena hotelera —explico, disfrutando de su cercanía.
—Sí, queremos remodelar las instalaciones por unas más modernas —su mano se introduce en mi bóxer para luego detener su mano en mi pene erecto —cariño —un jadeo sale de mis labios cuando empieza a masturbarme —si continuamos voy a llegar tarde.
—Unos minutos de atraso no le afectan a nadie, después de todo eres el jefe —sus ojos verdes me miran con tanta intensidad que no me puedo negar.
—Entonces si voy a llegar tarde al trabajo será mejor que empieces a utilizar esa boca preciosa para algo mejor que hablar —su sonrisa se amplía en el momento que recojo su cabello cobrizo en un puño en el momento que saca su lengua para pasarla sobre mi glande.
Luego de un par de minutos me termino corriendo en su boca para luego hacer que me monte sabiendo que esa posición le gusta mucho y una hora después estoy saliendo de mi departamento para dirigirme a mi restaurante.
Hace unos días me llego un mensaje de mi suegro diciendo que, si nos podíamos reunir en unos días porque me tenía una propuesta de negocio, así que le dije que podíamos salir hoy a cenar a algún lugar y así ellos también podían ver a su hija que ya había regresado.