Lis: La Última Hechicera

Capítulo 10: El Llamado del Portal

Todo comenzó a desmoronarse al amanecer. El reloj en mi mesa brillaba con un resplandor azul tan intenso que inundaba toda la habitación de una luz espectral. Su energía pulsaba frenéticamente, como si estuviera enviando un grito de auxilio urgente. Mi mente aún estaba nublada por el sueño cuando, de repente, se abrió un portal y apareció Alaria frente a mí. Su silueta translúcida y poderosa se erguía imponente y sus ojos brillaban con una determinación que no había visto antes.

—Lis, es hora. La Hermandad Oscura ha comenzado a cruzar hacia tu mundo —su voz retumbó en mi mente, tan firme como una sentencia—. Han abierto el primer portal con la intención de unir todos los mundos y crear un único mundo, uno donde reinen las sombras y se extinga la luz, como ya sabes, se está cumpliendo la profecía. Si no los detienes, el equilibrio entre los mundos se perderá y todo se sumirá en el caos, un mundo sin esperanza, lleno de oscuridad, dolor y destrucción.

Sentí que el aire abandonaba mis pulmones y el peso de esas palabras cayó sobre mí como un bloque de piedra igual que cuando las escuché por primera vez.

—Pero... no sé si estoy lista, Alaria —dije con voz entrecortada, luchando por calmar el temblor en mis manos—. Apenas comprendo cómo funciona el reloj. Mi magia es inestable… siento que no es suficiente para algo así.

Alaria me miró con calma y sus ojos destellaron con algo que me recordó a la paciencia de una madre.

—Recuerda lo que te dije en tu primer entrenamiento, Lis. No veas el portal como algo que debes temer. Piensa en él como una parte de ti misma. La magia fluye a través de ti y podrás controlarla si te conectas con ella. Eres la única que puede detener esto, está en tu historia, eres una Eldryn, tu abuela lo vio en la profecía.

—¿Y cómo encontraré el portal? —pregunté, aunque en mi interior ya sabía la respuesta.

—El reloj guiará tu camino. Confía en él, te llevará hasta donde necesitas estar.

Asentí, repitiendo sus palabras como un mantra para calmar mi agitación. Pero antes de que pudiera decir algo más, escuché un leve crujido en el pasillo. Al voltear hacia la puerta, vi a Alec y Reb asomándose, sus rostros iluminados por la luz azul que aún emanaba del reloj. Había olvidado por completo que nos habían asignado en un grupo para el proyecto de robótica y que hoy estudiarían en mi casa desde bien temprano. Al parecer, habían escuchado toda la conversación mientras cruzaban el pasillo. Alaria desapareció tan rápido como había llegado, dejando a Alec y a Reb a solas conmigo en el cuarto. Reb me miraba con una sonrisa confiada y alegre, pero Alec tenía una expresión fija y preocupada, como si estuviera a punto de revelar algo que había guardado demasiado tiempo.

—Voy contigo, Lis —dijo Alec, con un tono tan decidido que no dejaba lugar a discusiones.

Su afirmación me tomó por sorpresa. En ese instante, sentí que Alec sabía mucho más sobre la misión de lo que yo misma comprendía. Su mirada intensa parecía esconder algo y un pensamiento cruzó por mi mente: ¿Acaso su secreto tendría alguna relación con el mío? ¿Era esa la conexión que sentíamos los dos? Algo profundo nos había unido en poco tiempo, pero ahora veía que quizás había más de lo que habíamos compartido en nuestra conversación bajo la arboleda. Alec me miraba con una intensidad que me desarmaba y sus ojos parecían penetrar a través de mis miedos, como si él entendiera mejor que nadie el peso que cargaba. Era como si, de algún modo, ese peso también formara parte de él.

—Lis, sé que estás destinada a esto. No pienso dejarte sola —afirmó con firmeza, sin intención de ceder.

—Pero… ¿cómo sabes todo esto? —pregunté, incrédula. Había guardado el secreto de la magia, del reloj, de mi linaje, convencida de que Alec solo intuía una parte de lo que ocurría. Ahora, parecía saber mucho más.

Alec guardó silencio un momento, buscando las palabras adecuadas.

—Vine a este mundo para encontrarte —confesó al fin—. En mi mundo, una profecía anunciaba que solo la última hechicera de tu linaje podría detener a la Hermandad Oscura. Desde el primer día supe que tú eras esa persona, Lis, pero tenía que asegurarme de todo bien antes de contarte. Esa es la razón por la que estoy aquí.

Sentí que el suelo se desmoronaba bajo mis pies. Alec no había aparecido en mi vida por casualidad; había sido enviado y su misión estaba entrelazada con la mía.

—Entonces… ¿tú también tienes magia? —pregunté, aun tratando de digerir lo que acababa de escuchar.

Antes de que pudiera responder, Reb se adelantó y me rodeó con un brazo en el hombro, suavizando la tensión del momento.

—Yo también estaré aquí, ¿vale? Vamos, Lis, veamos qué tan buena eres en eso de cerrar portales. Después de todo, no todos los días uno puede presumir de salvar al mundo.

Intenté sonreírle, aunque mi mente seguía atrapada en las palabras de Alec. La conexión que siempre había sentido hacia él tenía ahora una explicación; no era coincidencia, sino parte de un destino que ninguno de los dos había pedido, pero bueno lo importante ahora es cerrar ese portal, después averiguare todo sobre él. Los tres nos adentramos en el bosque, siguiendo el rastro de luz azul que el reloj emitía en la penumbra. A cada paso, los árboles se volvían más altos, más densos y el silencio alrededor era tan pesado que podía oír el latido de mi propio corazón. Podía sentir la acumulación de energía oscura, una presencia latente, como si algo se ocultara en las sombras y estuviera esperando el momento adecuado para atacarnos. Alec caminaba a mi lado, en silencio, pero de vez en cuando sus ojos me observaban con esa mezcla de preocupación y algo más profundo que aún no podía descifrar. Reb, en cambio, parecía inmune al miedo; avanzaba con una sonrisa desafiante, como si el peligro que nos rodeaba no fuera más que un simple obstáculo en una aventura. La luz del reloj iluminaba su rostro, revelando en ella una expresión de emoción. Pero yo no podía dejar de sentir el peso de la responsabilidad que cargaba. Había comenzado esta misión con tantas dudas y ahora solo podía preguntarme: ¿Sería capaz de cerrar ese portal y enfrentar a la Hermandad? Finalmente, el sendero nos llevó hasta un claro. Allí, en el centro, una grieta en el aire vibraba, rodeada de sombras y destellos oscuros que parecían formar figuras informes que se retorcían y susurraban en un idioma que no entendía. Era el portal. No había forma de confundirlo. La grieta pulsaba, como si tuviera un latido propio, y su energía oscura me empujaba hacia atrás con cada paso que daba.



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En el texto hay: fantasia, magia, misterio

Editado: 17.12.2024

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