Capítulo 13 : El Comienzo del Fin

Este es el primer libro de la trilogía Lis: La Última Hechicera. No todos los misterios se resolverán en esta primera entrega, dejando algunos para la segunda, lo que aumentará la emoción y continuará construyendo un mundo lleno de magia, misterio y fantasía en torno a esta querida hechicera.

A.G

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No puedo evitar sonreír mientras recorro este mundo una vez más. Aunque ya he caminado por estas tierras antes, siempre hay algo nuevo que descubrir, algo que despierta en mí un asombro renovado. Las praderas, vastas y brillantes, están cubiertas de una hierba de un verde tan intenso que parece pulsar con vida propia. El sol, colgado en un cielo despejado, pinta la escena con una calidez dorada que abraza mi piel. A cada paso, la suavidad de la tierra bajo mis pies desnudos y el aire cargado de aromas desconocidos —flores de formas imposibles, especias dulces y una frescura que no pertenece al mundo humano— me llenan de una paz que no puedo describir con palabras. Es irónico que, habiendo nacido en el mundo de los humanos, sienta que este es mi verdadero hogar. A veces, cuando me detengo a contemplar el horizonte infinito, me pregunto si mi padre alguna vez sintió algo parecido. Si alguna vez, en sus años más jóvenes, miró este mismo cielo y sintió la misma extrañeza en su pecho. Qué tristeza me provoca pensar en lo que perdió: la magia que una vez le perteneció, las conexiones que este lugar había tejido con su alma y que ahora están olvidadas, enterradas en las sombras de su memoria.

Sin embargo, aunque no lo sepa, estoy aquí por él. Lo protegeré. Haré lo que sea necesario para que nunca recupere esos recuerdos, porque sé que su dolor sería insoportable. Y porque este mundo, con toda su maravilla, con toda su luz, también encierra un peligro del que solo yo puedo defenderlo. Caminar por estas tierras es como vivir dentro de una de las historias que solía devorar en los libros de fantasía de mi infancia. Lo que antes solo era un sueño, algo inalcanzable, ahora late bajo mis pies. Pero esta realidad no está exenta de oscuridad. Aunque todo parece mágico, sé que cada paso podría acercarme a un peligro inesperado. Y, sin embargo, no huyo de ello. Al contrario, lo abrazo. La magia fluye en mí como un río ancestral, como si siempre hubiera sido parte de mí, esperando pacientemente a que la reclamara.

La cabaña de Alaria se reveló al fin entre los árboles. Las enredaderas que trepaban por sus muros de madera temblaban levemente, como si también estuvieran vivas. No me molesté en anunciar mi llegada; Alaria siempre sabía cuándo estaba cerca.

—He tenido otra visión —dije apenas crucé el umbral.

Alaria, de pie frente a una mesa cubierta de pergaminos y frascos brillantes, levantó la mirada lentamente. Su presencia llenaba la habitación como un faro en la noche, irradiando sabiduría y calma, pero también una autoridad que no podía ignorarse. Sin decir una palabra, se acercó a mí, colocó una mano fría y firme en mi frente. Cerró los ojos y sentí cómo su magia se entrelazaba con la mía. Era como si un torrente de energía antigua y familiar se deslizara por mi mente, desentrañando los hilos confusos de la visión que aún pesaban sobre mí. Mis recuerdos se desplegaron ante ella como un pergamino invisible. Las figuras , el libro con el sello de la Hermandad Oscura, las palabras que parecían resonar desde las profundidades mismas del abismo. Cada detalle pasó de mí a ella en un instante, como si siempre hubiera pertenecido a ambas. Cuando retiró su mano, sus ojos, normalmente serenos, estaban llenos de preocupación.

—Exactamente... —murmuró con un hilo de voz, más para sí misma que para mí—. Es como lo dice la profecía.

Esa palabra, profecía, no era nueva para mí, pero cada vez que se mencionaba, sentía que una carga invisible se hacía más pesada. Respiré hondo, tratando de calmar el torrente de emociones que amenazaba con desbordarse.

Alaria caminó hacia una estantería polvorienta y tomó un tomo que parecía tan antiguo como el mismo tiempo. Sus dedos, ágiles y delicados, pasaron las páginas con cuidado hasta detenerse en una sección llena de símbolos arcanos y escritura casi ilegible. Su voz, cuando comenzó a recitar, era solemne, cargada de un peso que parecía extenderse por toda la habitación:

"Cuando la sombra se alce y el linaje esté en su fin,

la última hechicera se levantará,

pura de corazón y fuerte de alma,

para desafiar a la oscuridad.

Pero la luz que brilla es también su debilidad,

y la traición vendrá de donde menos lo espere.

A través de dolor y pérdida,

deberá elegir entre el sacrificio y la redención.

Solo ella puede romper el círculo eterno,

o condenar al mundo a la sombra para siempre."

El aire en la habitación se volvió denso, casi helado, como si incluso los elementos comprendieran la gravedad de aquellas palabras. Mi garganta se secó.

Alaria cerró el libro con un movimiento deliberado, sus ojos se clavaron en los míos.

—Es una advertencia, Lis. La Hermandad Oscura te teme. Saben que eres la única capaz de detenerlos. Pero también saben que tu mayor fortaleza es tu corazón noble, tu capacidad para confiar… y esa será la herramienta que intentarán usar contra ti.

El peso de sus palabras cayó sobre mí como una losa. Mi mente regresó a la visión, a la figura , a la certeza en su voz. Habían hablado como si ya me tuvieran bajo su control.

—Entonces, ¿qué debo hacer? —pregunté, esforzándome por sonar más decidida de lo que realmente me sentía.

Alaria suspiró, su mirada una mezcla de ternura y preocupación.

—Lo que siempre has hecho: avanzar. Pero ahora debes ser más cautelosa. No confíes ciegamente, ni siquiera en aquellos que amas. La traición puede venir de quien menos lo esperas. Y si no estás preparada… podrías perderlo todo.