Lis: La Última Hechicera

Capítulo15: Tú

El mundo humano se había convertido en un lugar irreconocible, un paisaje de ruinas y cenizas. Las calles, antes llenas de vida, eran ahora campos de batalla donde las sombras errantes se movían como depredadores en la penumbra. El cielo, oscuro y enrojecido, parecía desgarrarse alrededor del portal, que rugía en el centro de la devastación. Era un abismo de energía voraz, girando con una ferocidad inhumana, como si estuviera a punto de tragarse el mundo entero. El aire olía a sangre y humo, con un toque metálico que raspaba la garganta al respirar. Los gritos de los caídos se mezclaban con el zumbido de las sombras y el eco de las explosiones mágicas. Alaria y los Guardianes luchaban sin descanso, sus espadas brillando como relámpagos mientras intentaban contener el avance de las sombras. Los elfos, con sus arcos cargados de magia, disparaban desde las ruinas, pero incluso sus flechas, llenas de poder ancestral, parecían desvanecerse antes de alcanzar su objetivo.

Alec y yo corríamos entre los escombros, protegidos solo por la fina línea de combatientes que nos abrían paso.

—¡Lis! —gritó Alec, cubriéndome mientras una sombra se abalanzaba hacia nosotros. De un solo golpe, la desintegró con su espada—. ¡El portal! Está creciendo demasiado rápido.

Lo sabía. No necesitaba mirarlo, lo sentía. Cada fibra de mi ser estaba conectada a ese vórtice oscuro, que ahora tiraba de mi magia como si intentara arrancarla directamente de mi alma. Cerrarlo era nuestra única oportunidad, pero sentía la resistencia en cada paso que daba, como si algo invisible se interpusiera entre mí y el conjuro que necesitaba invocar.

Nos detuvimos frente al portal, sus bordes girando en un espiral infinito de sombras y luz negra. El suelo vibraba bajo mis pies, y el aire era tan denso que cada aliento me quemaba los pulmones.

—¡Protejan a Lis! —grito Alaria desde las ruinas, su voz clara incluso entre el caos.

Los Guardianes formaron un círculo alrededor de mí mientras comenzaba a recitar las palabras. La magia fluyó por mi cuerpo, chispeando en mis dedos mientras intentaba concentrarme, pero algo estaba mal. Las palabras, tan familiares, se sentían pesadas, como si cada sílaba luchara por salir de mi boca.

El rugido del portal cambió de tono, y de repente, todo se detuvo. Las sombras se retiraron como si obedecieran una orden silenciosa, dejando un vacío inquietante. El viento se alzó, trayendo consigo un olor a ozono y cenizas. Desde el corazón del portal, una figura comenzó a emerger, flotando con una gracia antinatural. Era alta, envuelta en una capa negra que parecía formar parte de la oscuridad misma. Su rostro estaba oculto por una capucha, pero el aura que emanaba hacía que el aire se volviera más frío a cada segundo.

—¿Quién eres? —grité, mi voz temblando mientras daba un paso atrás.

La figura no respondió. En lugar de eso, avanzó, flotando hacia mí con una calma inquietante. Cuando estuvo lo suficientemente cerca, levantó una mano y con un movimiento lento, dejó caer la capucha. El mundo pareció detenerse. Cabello rojo, ardiente como el fuego, enmarcaba un rostro que conocía demasiado bien, Reb, mí mejor amiga. Pero sus ojos, que antes eran cálidos y humanos, ahora brillaban con un verde sobrenatural que me hizo retroceder.

—Reb... no puede ser —susurré, sintiendo cómo la magia dentro de mí comenzaba a desvanecerse.

Ella sonrió, una sonrisa que no tenía nada de amable. En su mano, el amuleto que había encontrado en mi habitación días atrás. Ahora brillaba con una luz negra, pulsante, como un corazón corrupto.

—Oh, Lis... ¿Realmente no lo viste venir? Yo soy la heredera de las sombras, nieta de la líder de la Hermandad Oscura. Vengo del linaje Zahr. Esa sombra que te perseguía a todas partes, en tu habitación aquella noche del portal, en la cabaña de Alaria era yo.

Mi mente se tambaleaba mientras intentaba comprender sus palabras.

—¿Qué...? ¿Por qué? ¿Cómo pudiste...? —pregunté, sintiendo un nudo en la garganta que apenas me dejaba respirar.

— ¿Recuerdas, este amuleto?... siempre fue mío. Pero tú lo tuviste. Tú, la última hechicera, me diste el poder que necesitaba. Cada vez que estabas cerca, drenaba tu magia, poco a poco, sin que lo notaras. Y ahora, todo lo que eras, todo lo que podías ser... es mío. -

Sentí como si el suelo se deslizara bajo mis pies. El aire se me escapó de los pulmones mientras Reb continuaba hablando.

—¿Sabes qué fue lo más fácil? —dijo con una sonrisa torcida—. Fingir, fingir que no sabía nada, que tenía miedo, que era débil. Y tú ni cuenta te distes de nada, hoy cuando fuimos a buscar a tus padres, tomé el amuleto ya cargado de tu magia sin que te dieras cuenta. Todo estuvo bien calculado. Y por cierto tus adorados padres ahora, ellos están... lejos. Muy lejos. O quizá muertos. ¿Quién sabe? Pero no te preocupes, Lis. Pronto, te reunirás con ellos.

—¡No! —grité, pero cuando intenté convocar mi magia, no ocurrió nada. Era como si algo dentro de mí hubiera sido arrancado.

Reb alzó una mano, y una ola de energía oscura se lanzó hacia mí. Antes de que pudiera reaccionar, Alec se interpuso. El impacto lo lanzó hacia atrás, y cayó al suelo con un grito ahogado.

—¡Alec! —corrí hacia él, cayendo de rodillas a su lado. Su rostro estaba pálido, y una herida profunda atravesaba su torso.

—No... dejes... de luchar —susurró, mirándome a los ojos. Su mano temblorosa alcanzó la mía.

—Te amo, Lis. En todos los universos, en todos los mundos... estaré contigo. Estamos destinados a estar juntos, podremos con todo.

Una lágrima rodó por mi mejilla mientras lo apretaba contra mí, ignorando el caos que nos rodeaba.

—No puedes dejarme, Alec. No ahora. No así.

Reb, flotando sobre nosotros, dejó escapar una risa fría.

—Patético. ¿De verdad crees que esto es amor? ¿De verdad crees que puedes salvar algo? ¡No puedes ni salvarte a ti misma!



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En el texto hay: fantasia, magia, misterio

Editado: 17.12.2024

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