Listening to love

PRÓLOGO

El despertador no había hecho bien su trabajo al despertarme esa mañana, o quizás había sido yo la que no había hecho bien mi trabajo al escucharlo. Simplemente lo apagué sin importarme en lo más mínimo las repercusiones que tendría.

Me dije que cinco minutos más no le harían daño a nadie, pero luego de que esos cinco minutos se convirtieran casi en un hora, llegué a la conclusión de que por supuesto podrían hacerle daño a alguien; a mi precisamente, si no llegaba a tiempo a la universidad.

Entonces, después de levantarme de la cama como un rayo y arreglarme más rápido todavía, decidí que desayunaría en la cafetería de la universidad si es que llegaba a tiempo, y de igual manera, que no podía perder el tiempo esperando el autobús en su respectiva parada.

Salí como alma que lleva el diablo del departamento que compartía con mi mejor amiga y bajé por las escaleras del edificio, rogando al cielo porque la profesora se atascara en el tráfico o que cualquier otra cosa le impidiera llegar a tiempo. Me sentí chocar con un cuerpo cuando ya estuve en planta baja, sin embargo no le tomé importancia y lo esquivé.

— ¡Siempre tarde, Mónica! — Gritó con aire risueño, Ethan, el recepcionista del edificio.

Me reí completamente de acuerdo con él.

¡Siempre tarde!

Pero no era del todo mi culpa no despertar a tiempo. Okay, si lo era. Pero vamos, a todo el mundo les pasa despertarse tarde después del "Un capitulo más" que repetimos varias veces en toda la noche.

Una descarada mentira.

Esquivé unas cuantas personas y aceleré el paso al consultar la hora en mi celular; faltaban veinte minutos para que la clase comenzara. Cuando estaba por iniciar una maravillosa carrera y poner en practica los dotes que no tenía en educación física, sentí mi trasero caer en el duro pavimento de la calle, mientras que soltaba un gritito ahogado por la impresión. Alcé la mirada en busca del responsable y me encontré con unos ojos azules escudriñando mi rostro; parecía dudar entre ayudarme a levantar o no.

Al final decidió tenderme una mano, la cual tomé al instante para que me impulsara hasta quedar de pie otra vez. Instintivamente llevé mis manos a mi trasero, tratando de aliviar el dolor en la zona mayormente afectada.

— Lo siento muchísimo, no te vi. — Se disculpó el chico, sin quitar sus estanques azules de mi rostro.

Me quedé embelesada observando cada parte de sus facciones, para ser honesta, era atractivo. Bastante atractivo, en realidad. Me fijé que tenía una barba reciente creciendo, mientras que su perfilado rostro hacía perfecta combinación con su respingona nariz y sus pestañas largas resaltaban sus ojos azules. También noté que traía unos lentes oscuros en su mano que probablemente había estado usando, y de igual forma, la capucha de la sudadera sobre su cabeza.

Mientras más lo observaba se me hacia cada vez más conocido, sabía que lo había visto en otro sitio pero no recordaba donde.

Estaba consciente de que seguía hablándome, sin embargo, estaba tan ensimismada tratando de dar con su cara que no le prestaba atención. Hasta que soltó un largo suspiro que parecía ser cansino, y entonces me avergoncé por tan descarada ojeada.

— Está bien, te daré un autógrafo. Y una foto también, si quieres. Pero, por favor, no llames la atención de nadie. — Dijo, dejándome completamente confundida.

— ¿Qué? — Pronuncié.

— ¿No quieres un autógrafo? — Parecía extrañado de lo que decía y, no me atrevía a apostar, pero creí ver un atisbo de sonrisa en su rostro. Negué. — ¿Una foto?

Volví a negar en respuesta.

¿Y este que se creía?

¡Definitivamente, habían muchos locos en Los Ángeles!

— Por supuesto que no. ¿Quién te crees? ¿Francisco Lachowski?

Podía que fuera guapo. Bien, muy guapo. Pero no iba a reaccionar como una de esas chicas que se emocionaban por ver a un chico atractivo, tomándoles fotos y demás para después colgarlas en sus redes sociales y que se hiciesen virales.

Su sonrisa iba creciendo a medida que pasaban los segundos, y entonces recordé el motivo por el que estaba corriendo minutos atrás. Me despedí con la mano, y seguí con mi desenfrenado recorrido por las calles de California. 

Para mi suerte, llegué cuando justamente también llegaba la profesora. Me adentré al salón y me senté en uno de los puestos vacíos a lado de la ventana.

Ese sería el día en el que nos informarían sobre las pasantías que tendríamos que hacer para finalizar el penúltimo año de periodismo, esa práctica equivalía el 60% de la nota definitiva. Por eso, me tenia que esforzar el triple si quería que todo saliera a la perfección.

Sabía que era una de las prácticas que mas importancia tenía, pues aparte del valor cuantitativo que pesaba en nuestra nota final, era cuando por fin haríamos entrevistas reales a personas importantes en el medio musical.




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