Literatura ¡al combate!

Literatura ¡Al combate! Por Miguel Alcaide

 ¡Oye, tú! ¡Sí, tú lector! Me dirijo a ti. ¿Eres consciente del impacto ecológico que produce la tecnología digital? ¿Sabes, además, los cambios neurológicos que se están produciendo en los jóvenes por el uso de los móviles, tabletas, etc.? ¿No consideras que hay que hacer algo al respecto? ¿No crees necesario pelear por ello? ¿Vas a permitir que una de las cosas que más amas desaparezca?

Quizás no seas conocedor de todo lo que implica el, aparentemente, simple proceso de leer. Déjame que te explique:

A diferencia de la elaboración del lenguaje oral, la lectura es un proceso que no se genera de manera espontánea. Se trata de un acto cognitivo complejo; hay muchas estructuras del sistema nervioso involucradas. Lo escrito es una representación del habla, una manera de grabar palabras y mandar mensajes a los lectores. Cuando lees tienes que controlar tú atención visual, convertir los símbolos que ves en representaciones fonológicas, extraer el significado de las palabras, actualizar las representaciones mentales del texto, desechar las asociaciones sin relevancia y hacer las deducciones apropiadas.

Habiéndose demostrado la importancia de la lectura para un neurodesarrollo correcto, por desgracia, nos encontramos que el uso obsesivo y abusivo de los medios audiovisuales está impidiendo que tanto los niños como los jóvenes le dediquen el tiempo suficiente.

Practicar la lectura ayuda a un desarrollo positivo de diferentes áreas cognitivas de nuestro cerebro. Nos proporciona un vocabulario mucho más rico, una gramática más amplia y, por supuesto, un rango mucho más variado de temas para nuestras conversaciones. También intervienen la memoria a corto plazo y la abstracción.

Y si hablamos de la imaginación, durante la lectura, la combinamos además con la actividad de decodificar y comprender las palabras escritas. La imaginación se inicia con la compresión del lector, dando vida a los signos escritos, nos transporta emocionalmente, conectamos con las historias de personajes, con sus descripciones, sus gestos, miradas, voces, tactos, gustos, etc.

En el mundo desarrollado, diversos estudios han mostrado que los niños con niveles escasos de lectura padecen problemas emocionales, corren un riesgo importante de sufrir ansiedad y en menor grado, incluso ciertos niveles de depresión.

Pero es que además hemos de considerar que leer es uno de los placeres de la vida. La lectura tranquila tiene efectos considerables: baja la frecuencia cardiaca, la tensión arterial y el cortisol plasmático y con ello permite que la ansiedad disminuya.

La lectura de libros impresos permite una mayor concentración y recordar mejor lo que se ha leído. Al cerebro, adicionalmente, le resulta mucho más sencillo elaborar mapas mentales al leer textos impresos que digitales, pues obtiene una idea de conjunto por mediación de los sentidos.

El libro impreso conserva toda la magia de la experiencia física, no solo ves, ¡sino que sientes!: colores, texturas, diseños, olores y muchos recuerdos asociados.

En estudios realizados en los Estados Unidos, el 92% de los estudiantes confirmaron que se concentraban mucho mejor con los libros impresos y que, además, leyendo en papel entienden más y se distraen mucho menos, recordando luego más y mejor lo leído. Dijeron que no solo pueden ver sino «sentir» en que parte del texto se hallaban.

El cerebro «demanda» la parte física de la lectura: tocar el papel, olerlo, ver la totalidad de las páginas, ser consciente de como aumenta el número de páginas leídas mientras se reduce el de las que faltan por leer, esa huella que dejamos cuando pasamos una hoja. Además, cuando lees en un móvil o tableta, aunque el ojo no lo aprecie, la imagen no es fija. Cada pantalla tiene una tasa o velocidad de refresco que indica el número de imágenes que van cambiando cada segundo, algo que a nivel inconsciente el cerebro si detecta y eso disminuye la retención.

Y si hablamos de ecología, es preferible para el medio ambiente la impresión en papel que la huella de carbono que deja la lectura digital. Hay que tener en cuenta el coste energético de la producción de los dispositivos de lectura electrónica y la desforestación que implica el acceso a ciertos minerales necesarios para fabricar piezas que, además, muchas veces no son reciclables. El papel es el material que más se recicla en el mundo y poco a poco se va abriendo camino en la lucha contra el cambio climático. De hecho, más del 50% del papel que consumimos es reciclado. Gracias a la reforestación y al cultivo de árboles que hace la industria papelera, los bosques están creciendo.

Quizás pienses ¿qué puedo hacer contra la tecnología y las tendencias de la sociedad? Pues, opino que mucho. ¿Sabes que escribió Margaret Mead, la famosa antropóloga y poeta estadounidense?:

«Nunca dudes que un pequeño grupo de ciudadanos reflexivos y comprometidos puede cambiar el mundo. De hecho, es lo único que lo ha hecho».

¡Necesitamos pasar a la acción! ¡Hemos de convertirnos en combatientes a favor de la lectura y del libro impreso! ¿Cómo? Pues, por ejemplo, ¿qué os parecería, para empezar, que una vez al mes, los autodenominados Grupos L-C (Literatura al Combate) nos reuniéramos en la plaza mayor de nuestras poblaciones? Afrontaríamos el reto, unos frente a otros, de presentar a los asistentes la obra elegida para ese mes. Después de responder a todas las preguntas no solo sobre la obra, sino también sobre el autor, sería el público quien finalmente decidiría quien ha sido el ganador. Tras esta «batalla» entre amigos no solo intercambiaríamos libros entre nosotros, sino que además podríamos regalar algunos a los jóvenes interesados que se acercaran. Seríamos rapsodas que cantaríamos, recitaríamos poemas y leeríamos párrafos de las obras más significativas de la historia de la Literatura Universal o, incluso, aedos que, con nuestras propias creaciones, haríamos lo mismo.




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