-¿Has escuchado alguna vez nuestra historia? Es esa en la que la primavera llega y hace que el invierno sienta su calidez; se rozan sin querer y se sonríen con disculpa como dos desconocidos; esa en la que la brisa de la primavera acaricia con suavidad el frágil corazón del invierno convirtiéndolo en algo irrompible; se ríen con inocencia; se desean sin saberlo; abrazados al miedo, bailan el compás de la ignorancia hasta que la pieza se acaba y el primer beso es dado.
-¿Qué intentas decirme?-me pregunta.
Miro el otoño oscuro de su iris; es hermoso.
-¿Alguna vez has visto algo irrompible? Porque yo sí. He visto al invierno fortalecerse: ella llora y ríe sin miedo de lo que le espera al cabo de unos minutos; la destreza de su iris hace que cualquiera caiga bajo sus encantos; la locura que desprende, ahora, hace que muchos la amen; su rebeldía provoca tormentas en el mundo; el sonido de su simple voz es como el soplido de las hojas de los árboles en un enorme bosque; y el hecho de que su corazón pertenezca a la primavera…
Él niega varias veces con la cabeza, confundido, me mira y veo el otoño oscuro hacerse más claro debido a la luz de Sol. Extiende su mano y acaricia la mía: un roce cálido e inocente.
Su nuez sube y baja preparándose para hablar:
-Vi al mundo caer, y lo reconstruí pieza a pieza solo para verte sonreír. Y no hay nada más bellamente bello que tus mejillas sonrojadas, tus ojos brillantes como dos Estrella y tus pequeños lunares casi invisibles en tu pequeño rostro. No, no hay nada más bellamente bello que tú, que el “invierno”. Adoro cuando sueltas una risotada porque me lleva al paraíso, a mí paraíso. Así que, sé porque estamos aquí, cogidos de la mano, tú sonrojada por cada palabra dicha y yo con ansias de besarte pero, prefiero revivir cada roce que vivir en unos compases de la ignorancia. No quiero decirte “Adiós” porque eso significa “dolor”, no quiero despedirme porque no soy bueno despidiéndome, no quiero decirte que “te quiero” porque te estaría mintiendo, no quiero decirte que te quedes, a mi lado, donde hay locuras y dolor pero, sobre todo, no quiero decirte que quiero “empezar” porque eso significa que habrá un “fin”. No, no quiero eso.
>>No quiero ver la ilusión morir a través de tu iris. Te he fortalecido, te he convertido en una guerrera con una espada afilada que puede matarme. El dolor siempre será mi mejor amigo y el tuyo también, nunca nos olvidará. Te he convertido en mi sonrisa favorita; hoyuelo marcado y mejillas sonrojadas. Pero, quiero…quiero…
Doy un paso más cerca de él.
-Sé que has revivido cada palabra de dolor pero, eso es un recuerdo. Es un grito del pasado, un soplido: viene y se va. Quiero quedarme, aquí y ahora, quiero quedarme. Los gritos de dolor, de tristeza, son solo olas: vienen y van. Están y estarán allí siempre pero, es mejor tener un grito de fortaleza a tu lado, uno como yo.
Dejamos de mirarnos, yo miro sus pequeños lunares asomándose por su cuello y él mira al frente. Siento que esta batalla está perdida pero, si me voy a ir no será con mi espada atravesada en su pecho.
Acerco mis manos a su rostro, lo acaricio con suavidad y lo acerco al mío. Como es más alto que yo, debo ponerme de puntillas. Apoyo mi frente contra la suyo, su aliento cálido pero a la vez refrescante me incita a unir nuestros labios.
-No me iré, no si tú reconstruiste un mundo para mí.-susurro.
Él sonríe ante mi respuesta pero no me rechaza cuando uno nuestros labios en un pequeño roce suave.
-La libertad sabe demasiado bien a tu lado.-dice con seguridad después de separarnos.