Lizari al sentir la mirada del sujeto en ella, toma entre su mano derecha, el péndulo rojo que cuelga en su cuello en forma de collar, por alguna extraña razón, ella siempre que siente miedo toma el cristal rojo, sintiendo una sensación de protección y alivio.
Desde otro lado viene Renfaz, acompañado de Won quienes van a buscar a los chicos para ir a entrenar.
—¡Épale chicos! —grita mientras camina hacia donde está Lizari y los demás.
Won va a su lado, caminando con las manos dentro de los bolsillos de su pantalón corto.
—Hola a todos, ¿chicas, cómo están? —pregunta Renfaz a sus amigas, virando hacia donde esta el sujeto.
—Estamos bien, Ren —responde Jena
—General Symon Trenzada, ¿Cómo está? —interroga el joven enano.
—Bien Renfaz, lo siento debo retirarme —dice el extraño General, marchándose hacia las afueras de la aldea.
Denathal y Won que había llegado con Renfaz, vieron al sujeto y luego se miraron ambos, reconociendo alguien extraño. Solo ellos sabían lo que sucede, ni Lizari ni los demás conocen aún, de la realidad a las afueras del Claro Este.
—Vamos a entrenar —dice Renfaz.
—No podemos ahorita Ren, iremos a la tienda de Daerys, es mejor que vayan ustedes —cuestiona Lizari—. Jena tú también deberías acompañarlos.
—Pero... Yo quería...
—Por favor Jena, necesito enfrentar lo que sea, yo sola.
—Está bien, pero por favor, ten cuidado.
—Lo tendré amiga. Descuida, ve a acompañarlos —emite Lizari, para encaminarse hasta la tienda, seguida de Denathal.
—Amigo espérenos cerca del río claro este, iremos en cuanto acabemos con esto —detalla dirigiéndose a Won y los demás—. Yo si te acompañaré, necesito saber qué sucede —Dice sin dejar que Lizari se negara.
—Bien.
Luego de caminar un pequeño trayecto de 100 km, llegaron a la puerta de la tienda de la maga Daerys, Lizari siente temor a lo que sucederá si conoce la respuesta.
—Vamos preciosa, debemos saber que pasa para poder entenderlo mejor.
Lizari mira a Denathal, asintiendo y abriendo la puerta, la misma hizo sonar unos cascabeles que tiene el marco de la misma, para avisar la llegada de los clientes. Una mujer de aspecto anciano se encuentra preparando su tienda, haciendo pócimas y otras cosas más, sin voltear a la puerta por el sonido de los cascabeles.
—Bienvenidos —dijo una voz gruesa.
Decide voltear y mira el rostro de los chicos e inmediato se levanta de la silla en donde esta sentada, para dirigirse hacia los jóvenes.
—Oh, Lizari preciosa. Me alegra que al fin vinieras a verme —emociona la maga Daerys.
Esta tiene la apariencia de adulto mayor, posee ojos marrones como el café, piel blanca como la nieve, cabello rizado atado a una cola de caballo y con una toga en color morado y detalles de aves fénix en él, que llega a los pies.
—¿Me estaba esperando? —pregunta asombrada la joven Lizari.
—Sí, claro que sí. Ven nena, déjame verte —expresa, mientras la contempla y también a la joya que esta tiene colgando en su cuello—. Eres idéntica a tu madre y con unos ojos tan bellos como los de tu padre.
Luego dirige la mirada hacia el chico vampiro.
—¿Denathal? Tú también te pareces a tu progenitor, Delmas Lóbrego. Muy apuesto —expresa la maga.
—Porque se hablan tardado, díganme que ha pasado.
—Pues... —duda la joven. en contarle las vivencias.
—No dudes, y dime que ha ocurrido.
—Algo me dijo que viniera acá ante usted, pues he tenido dos episodios extraños, una descarga eléctrica proveniente de este collar —señala el péndulo en su pecho.
—Dime, ¿Qué ha sido lo que ha provocado esa descarga? —pregunto Daerys.
—Pues, las dos veces... —piensa en las ocasiones que ha perdido el control—, cuando toco a Denathal o él a mí.
Denathal escucha a Lizari hablar, cree que debe alejarse de ella, pero la sensación de protección y de apego era más fuerte que todo lo demás.
—Joven Lóbrego, no debes alejarte —menciona Daerys.
—Siento que soy un peligro para ella, además no conocemos lo que contenga ese péndulo, y no quiero que ella corra ningún riesgo —emite el joven vampiro.
—Les explicaré lo que sucede, pues así me ordenó la Gran Sacerdotisa Flora.
—¿Usted conoció a mi madre? —pregunta Lizari.
—Sí, mi niña. Tu madre, Delmas y ese péndulo, tienen más relación de la que tú crees.
Lizari se asombra por lo último dicho por la maga. Daerys se apresura a cerrar las persianas y luego abre una puerta indicándoles a los jóvenes que bajen por allí, seguidos de ella.
— ¿Mi padre también? —inquiere sorprendido el joven vampiro.
La maga asiente, mientras bajan al sótano de la taberna. El lugar es diferente, todo está lleno de magia, de muchas pociones, libros y demás objetos. Daerys les indica que tomen asiento y ésta busca un pergamino y otras cosas, procede a sentarse en frente de los jóvenes Denathal y Lizari.
—Bien, necesito que escuchen con atención —alega Daerys, mientras abre uno de los pergamino.
—Hace muchos años, la aldea Claro Este no era como la conocen ahora, no existía la paz ni la armonía, todos luchaban por obtener poder y más poder. Los ogros siempre odiaron la paz y les gustaba la guerra, por décadas fue así, ansiaban hacerse con el poder, un día, cayó un gran asteroide rojo en el planeta, causando un caos y llenando el sitio de un aura de un rojo intenso, los que absorbían este poder, se alteraban y destruían todo a su paso, causando su propia muerte —hace una pausa y les muestra el pergamino que contiene dibujos, garabatos y escritos en Archys, un idioma antiguo que casi nadie ha podido traducir.
—Los ogros querían ese poder para destruir todo y a sí mismos, pero llegó Flora, la Gran Sacerdotisa y Delmas, El Mago Sombrío, e hicieron un pacto de sangre, en el que Flora accedía a absorberlo y fue la que decidió realizar tal acto para salvar la vida de muchas criaturas —continua diciendo y nuevamente hace una pausa, toma un suspiro y procede a decir lo más importante.
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Editado: 18.05.2024