El bullicio de las calles llegaba a mis oídos a través de las ventanas de la cabaña, mire hacia el exterior: las almas caminaban de un lugar a otro, sonrientes algunas danzaban. Shivani se acercó a mí y, con voz tranquila comentó sin mirarme.
—Ve si quieres, solo no hagas tratos con demonios. No te dejes llevar por esos seres tramposos.
—Tú eres un demonio — dije sin pensarlo.
Ella me miró algo frustrada y mientras aún retenía su orgullo, musitó:
—Claro que lo soy, pero no soy igual a ellos.
—Como dicen los humanos: juntos pero no revueltos — reí suave.
Solo se dedicó a mirarme sin expresión en su rostro.
—Creo que saldré a explorar.
—Es lo mejor.
—Si.
Camine hacia la salida, dándole una última mirada antes de salir. Sonreí para mis adentros, me había dado una recomendación a pesar de que dijo que no me cuidaría.
Salí emocionada, mis ojos vagaban por todo el lugar. Había estado dentro de la cabaña por varios días los cuales dentro de la aldea no pasaban: permanecía oscuro como si fuese medianoche, con el cielo nublado sin ninguna estrella. ahora que estaba fuera podía apreciar de una mejor manera las luces colgantes de cada cabaña, linternas de fuego alumbrando las calles, iluminando el camino para quienes estaban allí. Los mercaderes promocionan sus frutas y sonríen con intención de hacer sus tratos.
Sus sonrisas falsas y su actitud alegre, mientras ríen y danzan en una especie de festival eterno, me daba escalofríos. Pensar que estaban sufriendo, y lo ocultaban sin problema alguno, me resultaba inquietante.
Me dejé llevar por la energía envolvente del lugar, hasta llegar a un punto de reunión donde bailaban seis almas, habían demonios observando el baile. Sus giros, saltos y leves gritos provocaron aplausos y silbidos de la audiencia.
Las mujeres bailarinas, pasaron con unas canastas en las cuales algunos demonios depositaban dinero, monedas en forma hexagonal y un pequeño agujero en el centro, iguales a las que Yven le había entregado a Shivani anteriormente.
—Señorita, que lindos ojos tiene — una voz suave y dulce llegó a mis oídos, era una joven.
La mire con amabilidad y respondí:
—Gracias, tus ojos también son muy hermosos — hizo un gesto de molestia ante el cumplido y se alejó con vergüenza.
Entendí el porqué se había retirado. Quise llamarla y disculparme, pero fue en vano, su presencia se había perdido entre la multitud en segundos.
—Señorita.
Esa voz la he escuchado antes, me giré y vi a la chica de antes.
—Hola.
—Señorita pensé que no la volvería a ver.
—¿Y eso porque?
—Porque estaba con el señor guardián.
—¿Señor guardián?
—Si, el hombre que estaba con usted. Es muy guapo, pero frívolo y misterioso. No tiene amigos, solo mira y se va. Debería cuidarse de él.
—¿Ha hecho algo malo?
—No lo se señorita, pero es aterrador.
—Gracias, por tu preocupación. Pero me podrias decir ¿por qué te aterra?
—Dicen que mata almas solo por capricho, y demonios por venganza.
Las almas le temen a Yven. Me quedé pensando su respuesta, pero era fácil entender, las almas tienen miedo, la mayoría pierde la esperanza, y ver a un demonio poderoso era algo aterrador, aún así debieron escucharlo de alguien.
—¿Cómo te llamas?
Cambie el tema de forma rápida.
—Diana.
—Nahara.
Su sonrisa nerviosa y suave combinaba con el leve azul que irradiaba su piel, era tenue pero allí estaba, en ella y en todos los presentes excepto en los demonios.
Ella me miraba de arriba a abajo, pero siempre se detenía en mis ojos. Sabia sus intenciones, sabia lo que queria gracias a lo que el peli negro me dijo.
—¿Te importa mostrarme el lugar?.
Mi voz era calmada, ella asintió con su cabeza y empezó a andar por el lugar. Caminamos un corto momento cuando ella habló de nuevo.
—Mira si quieres chocolate puedes venir aquí, venden el mejor.
Me mostró su semblante orgulloso mientras observaba por la ventana de la vieja cabaña, mire hacia donde ella decía, era extraño, ella veía los pequeños panes como si fuese chocolate, pero yo solo veía la masa que se encontraba exhibida en la pequeña mesa. No dije nada sobre esto, solo sonreí y le agradecí por la recomendación.
Vagamos por el lugar un largo rato, ella me presentó varias de sus amigas, y varios demonios comerciantes, entre esos vi al que Yven le robó las fresas, él demonio se dio cuenta de quién era y dijo en medio de la presentación.
—Si, se quien eres, ¿eres la nueva rata del guardián? — Su voz rasposa estaba llena de mofa hacia mí, me hacía estremecer de asco. Era un hombre mayor, desaliñado y sudoroso. Con su delantal blanco, lleno de jugo de fresas sonreía como si el poder lo tuviera él.
—Yo…
—Señor no le diga eso a la señorita.
—Por favor Diana ¿Crees que lograras encontrar tus ojos? Mejor ve a servir a tu amo, en poco tiempo se acaba tu tiempo.
Diana tenía un semblante triste y no dijo nada más.
—Debería ser más amable señor — tome a Diana de su muñeca alejándonos suavemente.
—Y tu deberías dejar de fingir que quieres ayudar, Caída —Dijo con una sonrisa jocosa mientras escupía hacia nosotras.
Aleje a Diana hacia un lugar algo tranquilo.
—¿Estás bien?
—Sí señorita Nahara, lo estoy.
Mentía, su rostro era un poema ilegible que pronto logré descifrar, ella estaba confundida, sentía miedo, y no se apartaba de mi abrazo. La abracé con más delicadeza y pronuncié con convicción.
—No mientas, puedes decirme. No tienes porque fingir.
—Yo. No lo estoy.
—Bien, ¿Quieres ir a algún lugar? algo que te guste.
Ella pensó por unos momentos y sin dudarlo me planteó su idea.
—Vamos al jardín, es hermoso.
Su comentario llamó mi atención, ¿Un jardín en el infierno? ¿Las flores florecen?
—Vamos.
Caminamos entre las calles evitando los puntos abarrotados de almas y demonios cantarines.