Llama de Incertidumbre

Capítulo 3

Parece un callejón sin salida,

pero solo es una nueva ilusión

que mi mente ha creado.

Ethan

25 de enero de 2000

Jonathan siempre sabía qué hacer y qué decir; lograba salirse con la suya, odiaba mancharse las manos, tenía una precisión y puntería increíbles, pero jamás mataba. La sangre no producía ninguna reacción en él, aun así repudiaba matar. Siempre tenía quien lo hiciera por él y eso era lo más aterrador.

Todo empezaba a encajar, las dudas me dejaban, pero ese recuerdo acechaba con destrozarme, con destruir lo que tanto me había costado. Tenía que seguir, no podía dejarlo ahora.

Jonathan es astuto, inteligente, pero no trabaja solo. Necesita quien mate por él. No sería tan estúpido como para mancharse las manos, no me dejaría esto tan fácil.

Necesitaba descubrir quién era el cómplice. No descarto a Emily, pero Madisson, su mejor amiga, insiste en dejarlo fuera de mi investigación. No tendría por qué levantar ninguna sospecha. Finalmente son como hermanos, aunque...

26 de enero de 2000

Emily llegó de sorpresa a mi oficina. Hace días que no sabía nada de ella, y volvía como si nada. Se me estaba presentando la oportunidad perfecta para confirmar mi teoría o desecharla.

—¿Ethan, tienes algún sospechoso? —inquirió, con curiosidad.

—¿Por qué? —contesté desconfiado.

—Tengo a tu culpable —contestó. La conocía muy bien como para saber que esas no eran sus palabras. Observé que sus manos temblaban ligeramente. Dejé que el silencio inundara la oficina.

—Ethan, resolví tu caso —dijo como respuesta a mi silencio.

—Emily, te insistí demasiadas veces que me ayudaras con esto, tu respuesta siempre fue la misma. Ahora vienes y dices que resolviste el caso, ¿por qué después de tanto tiempo? ¿Te interesaba tanto Zoé? ¿O te diste cuenta que ya te descubrí? —no pude ocultar la rabia que estaba creciendo en mi interior.

—Necesitaba tiempo para aclarar mi mente, Ethan. Me afectó demasiado su muerte. Llegué a considerarla una mejor amiga, no podía creer que fuera verdad, así que solo hice lo que creí correcto —dijo desesperadamente, apartando la mirada un segundo para mirarme con ojos suplicantes.

Traté de asimilar sus palabras, sabía que Emily era una de las pocas personas a las que Zoé no le dejó de hablar, pero era extraña la forma en que se dieron las cosas, y el tono de sus palabras lo que me hacía dudar.

—No puedo dejar que entres en mi investigación. No se supone que te diga esto, pero... estás en la lista de sospechosos —dije, intentando sonar neutro.

—¿Por qué me alejas de esto? Ethan, ya no tienes investigación —dijo, al borde de las lágrimas. No pude soportarlo más y exploté.

—Quiero saber qué está pasando con todo esto. Créeme, nadie lo quiere más que yo. Intento buscar a quién la mató, porque no estoy convencido de que se suicidara. Más bien, no puedo aceptar que me hizo esto, nos hizo esto, y Jonathan está ahí con sus amenazas o advertencias, diciéndome que el que debió morir era yo, no ella. Y no dejo de culparme, que si esa noche la hubiera acompañado, ella seguiría aquí. Y estás tú, que aunque lo niegues, ocultas algo. Tus manos tiemblan cuando mientes, Emily, te conozco. No parece que estás hablando tú, tú jamás usarías ese tipo de palabras. Son palabras de Jonathan —después de pronunciar esas palabras, algo hizo click en mi interior. Ella mató a Zoé.

—Ethan, siempre has tenido la verdad enfrente. ¿Por qué te niegas a verla, como yo lo hice? —sonaba segura por primera vez en la tarde.

La desesperación inundó mi cuerpo. Emily tenía razón. Si ella había resuelto todo esto, ya no tenía sentido. Necesitaba aclarar mis pensamientos, salí de la oficina y una brisa fresca recorrió mi cuerpo. Me senté en la acera, me pasé una mano por el pelo, y las lágrimas no tardaron en salir. A diferencia de las otras veces, no eran de dolor, eran de frustración.

Un estruendo me sacó de mis pensamientos, el cielo se nubló, la oscuridad envolvía Deadwood, y empezó a llover. Debí regresar a la oficina, pero dejé que la lluvia me empapara.

De repente, escuché pasos firmes dirigirse hacia mí, su silueta se dibujaba a lo lejos. Un instinto me dijo que lo que estaba a punto de suceder cambiaría todo. Jonathan se detuvo a unos metros de mí, llevaba su característica chaqueta negra de piel, y el pelo empapado, señal de que llevaba rato caminando.

—Bonita tarde, ¿no? —dijo con una sonrisa torcida.

—Jonathan —dije, levantándome.

—Es extraño verte tan bien después de casi morir, o bueno, tal vez no estás tan bien como parece —observó mis ojos todavía rojos por las lágrimas.

—Tú eres un cobarde, que no puede ni presionar el gatillo y terminar con sus problemas —dije con seguridad.

—Ethan, no has entendido que abandonaste el juego antes de que comenzara. No eres nadie para amenazarme, porque siempre estoy por delante de ti. Nada me toma por sorpresa. Si quiero respuestas, las consigo, y tú esperas a que te caigan del cielo. Necesitas ser más inteligente, y aun así jamás podrás atraparme —dijo para después darse la vuelta e irse. Intenté mantener mi cara sin expresión, pero era evidente el temor que sentía. Mis músculos se tensaron y mi corazón latía rápidamente.

—Te equivocas —dije, haciéndolo frenar y acercarse a mí.

—¿En qué me equivoco, Ethan? —susurró con ironía.

Me quedé en silencio, tenía un nudo en el estómago y no pude emitir ningún sonido. Él estaba ahí mirándome a los ojos, esperando una respuesta. Finalmente se alejó y yo me quedé sumido en mis pensamientos.

Todo era parte de un juego mental que empezaba a consumirme por completo, llevándose la poca cordura que me queda. Era difícil vivir con mi mente, engañándome, sumergiéndome en el sufrimiento, como si nadie en el mundo, mi mundo, existiera, y tener que aprender a vivir con mis demonios.




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