Un culpable, condenado a
la desconfianza eterna.
Ethan
28 de enero del 2000
Buscaba cualquier cosa que me diera una pista, algo que pudiera usar para entregarlo. Estaba muy avanzado en mi teoría de Emily, no había dudas: ella la mató, pero no podía entregar a Jonathan, el verdadero culpable de su asesinato…
Madisson llegó acalorada a mi oficina, se veía mal, sujetaba algo en su mano izquierda con demasiada fuerza, más de la necesaria. Era un papel, una amenaza, pensé.
—¿Madisson, qué está pasando? —dije; mi voz sonaba dudosa.
La nota se veía desgastada, tenía manchas secas de sangre, y estaba escrita con una caligrafía apresurada: “No sigas con esto, Ethan”.
Tenía motivos para sentir miedo, pero solo podía pensar en lo que tenía que haber pasado para que Madisson regresara de esa forma. No había pronunciado ninguna palabra desde que llegó.
Tenía la ropa desgarrada, sucia, y sus ojos reflejaban un dolor intenso. Estaba demasiado concentrado en el contenido de la nota como para notar que Madisson se había desmayado. Corrí hacia ella cuando me percaté de la situación y llamé a la ambulancia lo más rápido que pude.
...
Madisson no había recobrado la conciencia cuando llegó la ambulancia. Los paramédicos la subieron, y pedí acompañarla. De camino al hospital empezó a abrir los ojos, y lo único que dijo fue:
—Jonathan…
¿Qué habría querido decir con eso? ¿Qué tenía que ver Jonathan con la nota, con todo lo que estaba sucediendo? Porque cada vez había más preguntas y menos respuestas. Siempre todo llevaba a él, pero nunca existía evidencia que confirmara su participación en algo.
Después de un rato, Madisson había recobrado la conciencia por completo. Pasé a verla, y le pregunté:
—¿A qué te referías en la ambulancia cuando dijiste “Jonathan”?
—No lo sé, Ethan, estaba delirando seguramente.
Seguía sin obtener respuestas, pero todavía tenía una última carta que jugar: la nota.
—Madisson, tienes que decirme la verdad. ¿Qué pasó cuando te dieron la nota? —dije, intentando sonar compasivo.
—Hace días que siento que alguien me observa. Pensé que era mi paranoia por todo lo que está pasando. Salí de la escuela como siempre, pero alguien me tomó de la espalda y me llevó hasta una camioneta. No logré ver su cara, siempre se mantuvo detrás de mí —dijo con lágrimas en los ojos.
—No es necesario que continúes. Mejor hablemos cuando estés más tranquila —dije con voz dulce.
—Me puso una bolsa en la cabeza, me ató las muñecas y la camioneta arrancó. Fue un camino como de media hora. Cuando llegamos, me bajaron a una bodega. Me vendaron los ojos. Me dijeron lo que tenía que hacer: asegurarme de que te llegara la nota cuanto antes. Me dejaron en la calle, y corrí hasta tu oficina.
—Lamento que tengas que pasar por esto por mi culpa.
Solo necesitaba saber quién había mandado la nota. ¿Por qué meter a Madisson en todo esto? Andrés.
30 de enero del 2000
—Sé que es tu mejor amigo, pero solo él tendría motivos para herirte —dije, intentando convencerla.
—Él la pasó realmente mal después de su muerte porque quería hacer que esto fuera más grande. La amaba, Ethan. ¿En serio crees que él pudo ser capaz de hacerlo? —dijo Madisson, impaciente.
—La última persona con la que vieron a Zoé fue Jonathan, y sabemos que su relación era muy tóxica. Ella sufría mucho con él. Si fue capaz de pegarle, ¿por qué no sería capaz de matarla? —dije, con dureza, mientras me pasaba una mano por el pelo.
—Tienes un buen argumento, pero son solo palabras que no valen nada; teorías que no logras comprobar. Eso no te dice que él la matara —dijo, insistente.
—Las cosas pueden cambiar en un segundo —aseguré.
—Ethan, no puedes incriminar a alguien si no tienes pruebas —dijo suplicante.
—Créeme, Madisson, tengo pruebas. Solo necesito unas cuantas más.
—Es más fácil culpar a Jonathan que aceptar tu culpa —sentenció, amenazante.
—Madisson, ¿de qué culpa hablas? —pregunté.
Es difícil conocer a una persona, logran sorprendernos cuando no lo esperamos. Una traición no se puede esperar. Las mentiras nos destrozan, la confianza nunca la recuperas.
31 de enero de 2000
—¿En qué estás trabajando? —dijo Madisson, esperando que le mostrara en lo que estaba trabajando.
—Pensé que lo tenía —dije, esperando no sonar sorprendido.
—¿O sea que no fue Jonathan?
—No estoy diciendo eso. Solo digo que la investigación dio un giro. No descarto la posibilidad de que sea Jonathan. Todavía me falta descubrir quién envió la nota, y estoy seguro que fue él —observé cómo su cuerpo se tensaba ante la mención de la nota.
—¿Tienes pruebas o sigue siendo una teoría? —dijo, acercándose a la pizarra con fotos de la oficina.