Llama de Incertidumbre

Capítulo 5

Un error, un segundo,

y todo se arruinara.

Jonathan

8 de febrero de 2000

Emily llevaba una semana arrestada. No sabía cómo continuar después de esto; sabía que todo cambiaría a partir de ahora. Por un lado, yo quedaba libre de cualquier sospecha; por otro lado, Ethan no pararía hasta verme tras las rejas.

La noche era oscura, y el viento frío soplaba fuertemente. Salí a la terraza, prendí el cigarrillo, le di una larga calada y respiré profundo. Tenía que actuar cuanto antes.

Recibí la noticia unos pocos minutos después: Emily había quedado en libertad. Después de todo, Ethan parecía estar en cero otra vez, no recuerdo cuándo avanzó. No podía dejar pasar esta oportunidad.

Ella era muy fácil de manipular; confiaba demasiado en las personas. Siempre la tenía donde quería. Estaba seguro, aun después de haber estado en la cárcel, seguiría a mi lado. Descolgué y marqué. Ella respondió después de dos tonos.

—Emily, me enteré que acaban de dejarte en libertad —dije con voz despreocupada.

—Ethan no tenía las pruebas necesarias para que me quedara más tiempo en la comisaría. —respondió, tan desesperada como siempre.

—¿Sabes por qué Ethan decidió incriminarte? —dije mientras me pasaba una mano por el pelo.

—La última vez que hablamos, se salió de control —contestó. Su voz se notaba fría; algo en ella había cambiado.

—Si esto sigue así, tarde o temprano terminarás cayendo en su juego. —dije dando por terminada la conversación y colgué.

12 de febrero de 2000

Las cosas pasaron demasiado rápido, Emily en la cárcel, esa pelea que pudo marcar el fin de lo que sea que tengamos, aunque ella actúa como si jamás hubiera pasado.

Había quedado de ver a Emily en mi oficina. Ya no debería tardar. Miré la ventana y me deleité con el ruido de la lluvia al caer. En la naturaleza encontraba la paz que un día me fue arrebatada.

13 de abril de 1988

Estaba sentado en la parte trasera del Lincoln Town del año, negro que conducía mi papá, íbamos a Lead, un pueblo cercano. Cumplía 10 y quería salir de la rutina, habíamos ido a Lead unas cuantas veces, la paz que emitía al estar rodeado de tanta flora y fauna, me tranquilizaba demasiado.
Dirigí mi vista hacia la ventana, el paisaje era impresionante, rodeado de montañas altas y verdes…

El camino parecía eterno, cualquiera hubiera dicho que todo estaba planeado, pero yo solo podía pensar en ellos.
Se escuchó un ruido ensordecedor, no podía ver lo que estaba pasando pero sentía el carro moverse a toda velocidad, la ventana se rompió…

*

Jonathan salió disparado por la ventana, su cuerpo cayó boca abajo en la carretera y el movimiento lo hizo rodar unos cuantos metros más hasta quedar al borde de un barranco.

El carro chocó contra una especie de metal y salió volando dando vueltas por el aire, al caer fue imposible que cualquiera de los que estaban adentro lograran salir.

La madre de Jonathan murió minutos después, el padre se había dado un fuerte golpe en la cabeza y su pierna sangraba y emitía un fuerte dolor, su cuerpo se encontraba inmóvil, cualquier intento por salir habría sido en vano.

Al padre le faltaba el aire pero con lo poco que recuperó llamó a su hijo que yacía en el pavimento inconsciente.

La carretera permanecía vacía, solo acompañada de las aves que de vez en cuando se paraban a observar, pasaban las horas y cada vez era más difícil que alguien llegara a salvarlos, una, dos, tres horas y el padre de Jonathan falleció desangrado.

El pequeño abrió los ojos y observó con curiosidad la habitación blanca en la que se encontraba, intentó mover la mano pero estaba cubierta de yeso y su cara tenía vendas por todos lados, el dolor recorría su cuerpo, y sus padres llegaron a su mente.

Jonathan

Lo sabía, sabía que ellos ya no estaban conmigo pero una parte de mí deseaba que fuera mentira, que me equivocara una vez, que mis padres entraran por esa puerta, pero no era así, ellos jamás regresarían, las lágrimas comenzaron a cubrir mi rostro.

12 de febrero de 2000

Después de la muerte de mis padres, aprendí que el dolor es una debilidad. Nadie puede verte vulnerable. No puedes mostrar tus sentimientos. Me volví experto en ocultarme tras una máscara fría y amenazante. Siempre me veía fuerte, pero por dentro estaba hecho mierda. No me conozco; no sé quién soy. Tantos años detrás de esa máscara, tanto tiempo ocultándome, que se volvió parte de mí.

Era frío, duro, desalmado y amenazante. Es mejor dar miedo a tener miedo. La presión siempre era insoportable: tener que ser perfecto. A pesar de todo, me volví un experto fingiendo y, en un punto, dejó de ser necesario fingir. Ese era yo.

Perfección. Esa es la palabra correcta para describirme: arrogante, manipulador, egoísta. Un chico malo en toda su expresión. Ese era mi verdadero yo. A diferencia de muchos, yo no me hice malo: nací siendo malo.

La noche era fría y lluviosa. Salí a la terraza, dejé que la lluvia me empapara por completo, dándome un aspecto aún más amenazante. Observé las luces parpadeantes a lo lejos.




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