Él era el antagonista de toda historia,
pero en su historia solo había silencio.
Reinaba la luz de luna, pero el sol jamás brilló.
27 de agosto de 1998
Llevaban horas en carretera cuando llegaron a Deadwood, un pueblo aislado, atrapado en el tiempo. Tal como su madre lo recordaba: tranquilo. La nueva vida de Emily comenzaría al día siguiente en el Black Hills College, una universidad prestigiosa donde planeaba enterrar su pasado.
Recorrieron el pueblo. Todo parecía detenido en los años sesenta. Se cruzaron con viejos amigos de su madre, quienes nunca dejaron el lugar. Su madre preguntó por su mejor amiga; había muerto en un accidente automovilístico, dejando huérfano a su hijo de 10 años: Jonathan.
De pequeña, la madre de Emily le contaba las aventuras que había vivido en el Black Hills College.
Le entusiasmaba que ella también estudiara allí, pero Emily no podía decir lo mismo; no podía apartar de su mente por qué estaban ahí.
28 de agosto de 1998
Emily chocó con alguien. Sus cosas cayeron al suelo, el mundo se detuvo por un instante. Él brillaba: su tez blanca, el pelo castaño oscuro despeinado le daba un toque despreocupado, y su chaqueta de cuero negra lo hacía lucir más atractivo.
—Perdona, no te vi —dijo Emily, avergonzada y con las mejillas rosadas.
—Descuida, no hay problema —respondió el chico misterioso. Su tono era algo seco, pero transmitía tranquilidad. La ayudó con sus libros. Emily pensó que su interacción se había acabado, pero él hizo una pregunta:
—¿Eres nueva por aquí? —preguntó. Más que una pregunta, parecía una afirmación, y ella se limitó a contestar con la mayor amabilidad que pudo.
—Llegué ayer —respondió amable.
—Se nota. ¿Cuál es tu nombre? —preguntó frío, pero con un toque de curiosidad.
—Emily... Emily Rose —respondió. Observó en sus ojos un poco de emoción, pero se esfumó de inmediato.
—Emily... Jonathan Smith —dijo, indiferente.
Emily se quedó congelada al escuchar su nombre. Era él, el niño que había visto cómo sus padres morían frente a él sin poder hacer nada. Pareció notarlo, porque dijo:
—¿Tanto miedo me tienes? —preguntó sarcástico. Parecía más relajado que hace un instante. Emily se limitó a excusarse e irse.
28 de febrero del 2000
Llegó el día que ellos cuatro esperaban. Emily sabía que Jonathan moriría. Sentía un dolor intenso en el pecho. Después de tantos meses, se enamoró de él. Comprendía que esto inició como un simple deseo que los dos intentaron satisfacer, pero con cada beso que se daban crecían más sus ansias de entregarse por completo.
Ethan esperaba paciente la derrota de Jonathan, aunque el dolor y la culpa terminaron por consumirlo antes de siquiera poder asimilar lo que pasaría.
Madisson esperaba la señal de Ethan. Resultaba contradictorio que los dos se estuvieran mintiendo durante todo este tiempo, que ninguno fue sincero con el otro. Era una relación de mentiras y verdades.
Se encontraba preparando su venganza, esa que tantos años esperó para poder ejecutar, y Sarah Bofhyer era una aliada que sería parte fundamental.
Jonathan era el más acertado a lo que pasaría esa noche. No le quedaban dudas de que tenía ganado el juego, aunque dudaba cómo se ejecutarían los hechos.
Emily regresó a su casa después del día atareado que tuvo. Abrió su mochila. Observó un sobre con un sello de cera, donde se podía leer "Smith". En ese instante supo que se trataba de Jonathan. Tenía el sobre entre sus manos, empezó a temblar; tenía miedo de lo que podía contener. Se tardó unos minutos, pero lo abrió.
Confianza, un arma de doble filo. Tu error fue confiar en Ethan, creyendo que podrías olvidarme. Pero la verdad es que siempre serás mía.
J.S
La última partida estaba por comenzar. El mundo ardería con tal de que uno de los cuatro se declarara ganador del juego. Las reglas eran fáciles: tres morirían.
Deadwood estaba a punto de conocer la verdadera cara de esos jóvenes que siempre se metían en cualquier problema que existiera en el pueblo, algunos buscando una resolución y otros iniciándolo.
Siempre había sido así. Zoé Blekfhyr no era la primera muerte en Deadwood, pero fue la única que lograron descubrir. Los demás cuerpos seguían enterrados en algún lugar del pueblo.
Uno de los involucrados en la muerte de Zoé se encargaría de revelar las ubicaciones de cada cuerpo. Se planeó meticulosamente, seleccionó a cada persona que moriría y quién encontraría el cuerpo.
—Que gane el mejor —dijo Jonathan apenas entró Emily en su campo de visión. Llevaba su chaqueta negra y el pelo despeinado, igual que la primera vez que se vieron.
—Lástima que no apostáramos, porque no pienso perder —dijo ella desafiante. La expresión de Jonathan se oscureció al instante.
—Abandonaste el juego antes de que iniciara —dijo acercándose a ella. Emily retrocedió unos pasos, hasta que su espalda chocó con un árbol.
Sentía su respiración calmada.