Capítulo 13

Una llama que solo,

la verdad logra apagar.

Jonathan

12 de diciembre de 1999

Me podrían considerar experto en manipular a las personas, lo que también me hace un experto fingiendo, fingir que me dolió, que logró tocar mi corazón, que ella fue más que un juego en mi vida.

Pero… esa persona que todos conocen como Jonathan, el que nada le importa, que no tiene debilidades, no está lejos del verdadero. Lástima, esa parte de mí se esfumó cuando Zoé llegó.

¿Cambié, ella significó un antes y un después en mi vida? No, empecé a fingir, empecé a mostrarles a todos lo que querían ver, un chico que cambia por amor. ¿Amor? ¿Amaba a Zoé?

Autocontrol, esa es la respuesta. No he amado a nadie, porque no he querido hacerlo.

Era hermosa, cabello rubio hasta los hombros, ojos color miel, divertida, pero no era más que una atracción física, algo pasajero, delicada, frágil. Eso era lo que la hacía atractiva, saber que podrías romperla sin el más mínimo esfuerzo. Lo hice, la rompí.

Desde el principio Ethan dejó muy claro lo que quería de mí: crueldad. Quería un villano, alguien a quien poder culpar de lo que pasara, lo quería tanto que le daría uno inolvidable.

13 de diciembre de 1999

Emily llegó corriendo a mi oficina, se mostraba sorprendida. El único ruido a nuestro alrededor era el de su respiración agitada. Esperé hasta que calmó su respiración y pronuncié:

—¿Te enteraste?

—Sí —dijo en un susurro.

—Fue lo mejor que nos pudo pasar en este momento, tendremos más tiempo —dije mirando la preocupación que reflejaban sus ojos.

—Fue mi culpa —dijo casi en un susurro mientras agachaba su cabeza.

—La culpa de una decisión solo recae en el responsable de ella —dije mientras tomaba su barbilla y en un movimiento levanté su cabeza, obligándola a mirarme. Sus ojos verdes se estaban llenando de lágrimas. Pasé el pulgar por su mejilla, limpiándole las lágrimas.

—Yo hice que saliera furioso de su casa.

—Y él tomó la decisión de cerrar los ojos y acelerar a fondo —dije acercándome un poco más a ella.

Culpa. Emily se sentía culpable por el accidente de Ethan. Los sentimientos son la debilidad; dejarte llevar por ellos puede ser tu peor error.

El silencio inundó la oficina. Me alejé de Emily, se veía frágil, rota, tan delicada que quería cuidarla, protegerla entre mis brazos, borrar su dolor.

14 de diciembre de 1999

Ethan podía tener una parte de mí, de alguna forma siempre terminábamos enfrentándonos. Éramos solo él y yo, en una guerra que no sé explicar cómo fue que empezó, queriendo ponerle fin, sin poder lograrlo, porque siempre estuvimos peleando por ella y sin ella. ¿Por qué seguíamos peleando?

¿Quién es el culpable? Quizá los dos lo somos o solo yo. Siempre lo he sido. Qué cosas se podían revelar que todavía nadie sospechara, si yo la maté.

Empezar a entender, conseguir todas las piezas de un misterioso rompecabezas y por fin empezar a armarlo, con el único propósito de despertar esa llama que quema el interior, la llama que te hace dudar, la llama que te carcome.

Observé la puerta que tenía enfrente, un escalofrío recorrió mi cuerpo. Intenté suprimir el impulso de romper la puerta y decidí entrar.

—El sufrimiento es muy objetivo —observé los papeles que estaban junto a la mesa.

Las letras resaltaban al inicio de la hoja: caso #1999-1031-US-598-Zoé Blekfhyr. Su nombre llamó mi atención, las palabras me inundaban y ese día volvió a mi cabeza.

Su cuerpo en el piso, el charco de sangre a su lado, la pistola a unos metros de ella, la satisfacción, la incertidumbre y saber que esto apenas comenzaba.

Un crimen perfecto, que acababa de cometerse, sin errores, estrategia y ejecutado con total perfección. Un trabajo que solo podía pertenecerle a alguien meticuloso, pulcro y perfecto.

Buscaba placer, una dosis de dopamina, sin esperar la obsesión que empezaba a crecer, por ser perfecto en todos los aspectos, por no cometer ni el más mínimo error y disfrutar cómo el mundo arde tras de mí.