Llamada al amor

Capítulo 5: Jake

Me despierto con el sonido de la alarma y me estiro en la cama bostezando. Abro los ojos recordando que no estoy en mi habitación, sino en la de Naila.

Me siento en la cama y giro la cabeza. Naila está dormida y se ve hermosa completamente desnuda. La deseo una vez más, sin embargo, no puedo o se me hará tarde y no soy de los que llega tarde. El trabajo está en primer lugar.

No vine a su casa con el plan de tener sexo, solo pasé a tantear el terreno y asegurarme que ella entendiera lo que significa tener una relación sexual. No quiero que después quiera más o termine enamorada y yo quedando como el malo de la película. Ella es la hermana de Nika y la cuñada de Gideon, así que debo ir con cuidado.

Por suerte, Naila pareció entenderlo bien y me dejó claro que ella no está en un momento de su vida donde busca una relación y amor. Está enfocada en sí misma y en el trabajo. Me iba a ir tras terminar la cena, pero ella me besó, las cosas se subieron de tono y terminamos desnudos en su cama.

No me voy a quejar, pues fue un encuentro explosivo. Naila se mostró algo insegura al principio, pero después se dejó llevar y saco su lado seguro y atrevido.

Dejo de sonreír y salgo de la cama. Tengo una entrevista con una nueva asistente que me envió la agencia que usó Gideon para contratar al personal de la sucursal de su empresa de aquí. Iba a poner el despertador más temprano para levantarme con tiempo para desayunar, ya que odio no desayunar, pero no tengo tiempo. Al menos mi oficina y mi casa están en el mismo lugar, así que me puedo duchar rápido y cambiar la ropa.

Me visto intentando no despertar a Naila. No quiero molestarla cuando ella puede dormir un poco más.

Lo bueno es que anoche dejamos las cosas claras y no debo sentirme culpable por dejarla sin una explicación y estamos obligados a desayunar juntos.

Agarro mis cosas y salgo del departamento, subo a mi auto y le escribo un mensaje a Naila.

Jake: Tuve que irme por trabajo. Nos mantenemos en contacto por lo de la tienda y para repetir lo de anoche cuando ambos coincidamos

No soy tan canalla para irme sin decir nada por completo. Enciendo el auto y llego rápido a mi departamento, me doy una ducha rápida y me pongo un traje elegante.

Reviso mi celular y encuentro mensajes de Gideon y una respuesta de Naila.

Naila: No hay problema. Gracias.

Vaya, un mensaje simple y seco. No suelo estar acostumbrado a eso. Sin dudas Naila parece tener las cosas más claras que yo.

Jake: No me des las gracias por lo de anoche. Yo debería dártelas por tu gran lasaña.

Gideon: El sábado te espero en casa para celebrar el cumpleaños de Nika. Será algo íntimo.

Jake: Ahí estaré, Gideon.

Naila: Te daba las gracias, de nuevo, por la ayuda con la tienda, no por el sexo. No agradezco el sexo. ¿Estás acostumbrado a que te den las gracias por eso?

Suelto una carcajada. Claro, la tienda. «Idiota, Jake».

Jake: No, no sé en qué pensaba. Es muy temprano y no he bebido café. No me hagas caso. Ten un buen día.

Naila: Tú igual.

Y me quedo mirando el celular sin saber que más responder. Creo que no hay nada más que decir.

No estoy acostumbrado a escribirme con las mujeres con quien tengo sexo. Pocas veces repetí con la misma y cuando quedábamos nos escribíamos puntualmente para quedar para eso hasta que uno de los dos se cansaba o conocía a otro. Con Naila es diferente porque tenemos personas en común.

Bueno, mejor lo que dejo aquí y me preparo café aprovechando que tengo tiempo y ayer hice compras. Una vez que el café entra en mi sistema, me siento con energía, me como unos huevos revueltos con tostadas, me sirvo otra taza de café y voy a la que es mi nueva oficina.

Cuando tomo asiento, me siento complacido porque soy mi propio jefe y es mi propio lugar. Disfruto del silencio un momento hasta que escucho el timbre.

Hora de enfocarme en la asistente, la necesito con urgencia para no volverme loco antes de tiempo.

Necesito a alguien profesional, detallista, inteligente y que no tenga complicaciones en su vida que pueda traer al trabajo como me pasó con la última asistente que tuve en Nueva York. Si un día no tenía el hijo enfermo, tenía un conflicto con el exmarido, sino tenía que ir al médico a llevar a la madre con problemas cardiacos y otras cosas más que al final eran excusas para cobrar sin trabajar. Una pena que mi asistente de siempre se jubilara y me dejara. Ni modo, hay que seguir.

Dejo la taza en el portavaso sobre el escritorio y me levanto para abrir. Una pelirroja guapa dibuja una sonrisa.

—¿Jake Thompson?

—Sí. Tú debes ser…

—Mia Mitchell.

Abro la puerta y la dejo pasar pidiéndole que tome asiento, luego lo hago yo y acepto la carpeta que me entrega.

A simple vista se ve profesional con el traje formal con pantalón de vestir azul, camisa blanca y chaqueta a juego con el pantalón. No está maquillada con exageración, ni lleva puesto un escote.




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