Llamadas al cielo

CAPÍTULO 5: Déjame pagar a mí

Narrador

La noche había sido larga para Adrián. La sombra de sus pensamientos pesados lo arrastraba a un mundo donde los sueños y la realidad se fundían entre sí. En su sueño, Clara aparecía una y otra vez. La recordaba con una intensidad que le dolía en el pecho: esa sonrisa dulce, sus ojos llenos de amor, su risa y la forma en que ella le susurraba chistes sin gracia alguna, pero que igual él se reía para verla feliz.

Se despertó en medio de la madrugada, sudoroso y con el corazón latiendo con fuerza. La habitación aún estaba en penumbra, pero en sus oídos resonaba la risa de Clara, como si estuviera justo a su lado. Se quedó unos segundos inmóvil, atrapado en esos recuerdos, y con un suspiro profundo, se levantó. Sus pasos lo llevaron directo a la habitación de su hija. No podía evitarlo.

Cielo, por segundo día consecutivo, se había quedado dormida sin su beso de buenas noches.

Adrián sentía un torbellino de emociones que lo ahogaban. Se tocó el pecho con una mano, como si quisiera calmar esa ansiedad que no lo dejaba respirar. Se acercó a la cama y se sentó al borde con cuidado, sin despertarla. La miró con tristeza, con culpa y le acarició el cabello rubio con los dedos temblorosos, sintiendo cómo se le apretaba la garganta.

—Lo siento, Cielo… —susurró con la voz entrecortada—, no quería hacerte sentir mal. No es tu culpa que tu padre no logre salir adelante sin tu madre… No es tu culpa parecerte tanto a ella. Y tampoco lo es que quieras verla. Yo te mentí, te inventé una fantasía porque tengo miedo de tu reacción, de que estés en un pozo como el mío. Miedo de que descubras que ella ya no volverá, y que no supe darte la verdad cuando más la necesitabas…

Hablaba bajo, apenas un murmullo, pero cada palabra le pesaba. Se quedó unos segundos acariciándole el cabello y sin poder evitarlo, un par de lágrimas se le escaparon. Luego se levantó con tristeza, la miró una vez más y volvió a su habitación con el corazón más roto que antes.

Horas más tarde, se despertó con los ojos hinchados y un nudo en la garganta que ya era parte de su rutina diaria. El vacío en la cama, en la casa, y en su pecho, se sentía cada vez más pesado. Se sentó al borde de la cama, frotándose el rostro con las manos.

Entonces, la voz de su hija dulce y temerosa resonó en la habitación.

—¿Papi...? —preguntó con voz suave, asomándose por la puerta.

Adrián levantó la mirada. Al verla ahí, con su pijama, abrazando su peluche, y con esos ojitos que pedían cariño. Había sido injusto con ella, y esa carita llena de ternura solo lo hacía sentirse peor.

—Mi amor…, ven acá —susurró, abriendo los brazos.

Cielo no dudó. Corrió hacia él como si llevara días esperándolo. Se lanzó directo a su pecho, y Adrián la levantó y la abrazó fuerte, muy fuerte, como si se aferrara a la última parte viva de su alma, Cielo era pequeña como su madre, podría tener cuatro años, pero seguía con sus rasgos de bebé.

—Perdóname, Cielo… Ayer no debí hablarte así.

—Te perdono, papi —le respondió ella, abrazándolo con fuerza y arrugando su nariz—, pero no te perdono si vuelves a hablar sin cepillarte —dijo seria, pero con una sonrisa pícara.

Adrián no pudo evitar reír, una risa ronca que le aligeró el pecho por un momento.

—¡Eres terrible! —le dijo con ternura, y Cielo se rió también, pellizcándole la nariz.

Cielo tenía esa capacidad de convertir el dolor en algo pequeño, de hacer que todo volviera a brillar con una palabra, con una risa, con un simple abrazo.

—¿Quieres salir con papá hoy? —le preguntó después de que terminaron de cepillarse y bajaban juntos las escaleras.

Cielo lo miró con los ojos abiertos de par en par, como si no pudiera creer lo que acababa de escuchar.

—¿De verdad? ¿Vamos a salir? ¿A la calle de verdad?

Chilló mientras colocaba sus manos a cada lado de sus cachetes rojos.

—Sí. Tú y yo. Vamos por un helado y luego a la fábrica. ¿Qué dices?

—¡Siiiií! —gritó emocionada, saltando y abrazándolo fuerte otra vez—, ¡Papi, te quieroooo de aquí al cielo!

Adrián sintió un nudo en la garganta, pero esta vez no de tristeza. Era una mezcla rara: culpa, alivio, miedo…, pero sobre todo amor. Cielo se le iluminaron los ojos y abrazo más fuerte a su papá, pocas veces la sacaba de esa gran mansión, ya no podía ni jugar afuera, y esto era como ir al parque de diversiones que nunca ha ido y que solo conoce por la tv.

Comio de prisa y llevo a Elena al baño para que la ayudara a estar lista, escogio su vestido favorito de lunares de colores y se puso un lazo enorme que la hacia ver mas tierna y antes que su papá bajará de nuevo ella ya estaba lista con el portafolios de su padre en sus pequeñas manos.

Cielo iba sentada en su silla, con sus pies colgando y los ojos iluminados por la emoción. Cada vez que pasaban por un parque o una tienda, preguntaba si ya habían llegado al lugar del helado. Su mente era muy grande y grababa cada semáforo, contándolos, cada cruce, mientras su padre reía con melancolía al verla tan feliz y verla mirar al cielo, que había amanecido más hermoso que nunca. Cielo miraba por la ventana, pensando que tal vez, solo tal vez, vería a su mami ya que estaba fuera de casa. Pero sus ojitos se cansaron de ver hacia el Cielo

—¿Aquí venden helado? —preguntó cuando pasaron frente a una ferretería y Adrián se detuvo unos segundos por el semáforo.

—No, mi cariño, eso es una ferretería para comprar tornillos. Nos detenemos porque está en rojo el semáforo— le señaló.

—¿Papi, te faltan tornillos? —preguntó muy tranquila, frunciendo el ceño con curiosidad.

—¿Qué? No, ¿de dónde sacas eso?

—Tío Marcelo dijo que a veces se te aflojaban los tornillos cuando estás molesto.

Adrián rió y se pasó las manos por la cara. Definitivamente, no era buena idea dejar a Cielo tanto tiempo con Marcelo. Y por un momento, entre risas y explicarle que no le hiciera caso a su tío, Adrián olvidó el peso de la pérdida y se sintió más liviano…, más vivo.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.