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Hania entró al departamento con una sonrisa radiante, conteniéndose para no saltar de felicidad. Después de tantos sacrificios, por fin había recibido la noticia que cambiaría su vida ¡iba a grabar su primer disco! Había llegado a un acuerdo con el productor para dar algunos conciertos y luego tomarse un tiempo antes de dar a luz. Después, retomaría su carrera musical con una gira. No podía esperar más para compartir su alegría con el amor de su vida: ese hombre de casi dos metros, con ojos verde turquesa y mandíbula cincelada: un fogoso italiano, con quien pronto iba a casarse.
—¡Alaric, amor! —dijo entusiasmada al verlo en la sala, mientras dejaba su bolso en la mesa de la entrada—. ¡No imaginas lo que me pasó!
Hania se acercó aún sonriendo, pero la expresión del italiano era todo menos cálida. Estaba sentado en el sofá, inmóvil, con los codos apoyados sobre las rodillas.
—¿Qué pasa? —preguntó angustiada.
Alaric levantó la vista. Sus ojos, que solían iluminarse cuando la veía, ahora estaban fríos como el hielo. Arrojó unas fotos sobre la mesa. Hania las tomó con manos temblorosas y al verlas sintió que su mundo se venía abajo. Eran fotos de ella de hace años, cuando era bailarina en un club nocturno, en algunas estaba acompañada por hombres poderosos a los que les hizo favores sexuales. Las imágenes mostraban una parte de su vida que había enterrado con dolor, un pasado que nunca quiso compartir con él por temor a que eso pudiera separarlos.
«Ese maldito, cumplió su amenaza y le reveló mi pasado a mi prometido» pensó con angustia, sabiendo de donde provenían las fotos.
Solo unas semanas atrás, su exnovio, al que había dejado cuando descubrió que le robaba el dinero ganado con tanto esfuerzo para gastarlo con su amante, volvió a buscarla. Esta vez exigió más dinero, si no le daba lo que pedía iba revelar su pasado.
—Alaric, yo… —trató de hablar, pero las palabras se le atoraron en la garganta.
—Me engañaste —Hania negó y le suplicó que le dejara explicarle, pero él siguió reclamándole—. Antes de conocerme no eras una simple modelo. ¡Eras una prepago. Lo sigues siendo!
—¡Déjame explicarte!
—¿Qué me vas a explicar? —espetó levantándose y le lanzó una mirada llena de odio—. ¿Vas a negar esto cuando tengo la prueba frente a mis ojos?
Ella negó con la cabeza, incapaz de pronunciar palabra. Era el fin. Todo lo que había intentado construir, se estaba derrumbando frente a sus ojos como un castillo de arena.
—No, no lo negaré. Es verdad… —admitió finalmente con voz rota—. Fui prepago. Hace años. Pero lo dejé mucho antes de conocerte.
—¡No mientas, sé que has seguido haciéndolo a mis espaldas!
—Eso no es verdad.
—Incluso uno de mis socios te reconoció como su puta favorita y tú te atreviste a negarlo, ¿Lo recuerdas? —soltó con desprecio y ella negó frenéticamente—. ¡Me has visto la cara de imbécil!
—Déjame explicarte —le suplicó y corrió desesperada a sus brazos buscando su contacto, pero él la rechazó fríamente—. Dejé esa vida hace mucho tiempo, si te lo oculté fue porque tenía miedo de que te decepcionaras de mí y me rechazaras, por favor, créeme mi amor. Yo te amo y has sido el único hombre en mi vida desde entonces.
Las primeras lágrimas rodaron por sus mejillas.
—No te creo.
—Por favor, intentalo. No permitas que mi pasado nos separe.
—Vete... —la voz se le quebró.
—¿Qué?
—¡Quiero que te vayas!
—No, mi amor, no me pidas eso —le rogó una vez más, sofocada por el llanto—. Dame una oportunidad, déjame contarte todo, por qué lleve esa vida y aclaremos esto. No echemos por la borda todo lo hermoso que tenemos. Vamos a casarnos pronto, las invitaciones ya fueron enviadas y tendremos un hijo.
La tomó por los hombros bruscamente y la miró a los ojos fríamente.
—Después de descubrir tu pasado y saber que me has mentido, piensas que voy a casarme contigo, ¿una prepago? ¿Cómo puedo estar tan siquiera seguro de que ese hijo que esperas es mío? Has seguido prostituyéndote a mis espaldas, cualquiera puede ser el padre.
La soltó bruscamente.
—¡Estás equivocado. Eso no es cierto. Tú eres el padre. Jamás te engañé!
Su ex se había encargado de sembrar esa duda en el italiano y dificilmente iba a poder convencerlo de lo contrario.
—Se acabó Hania. No me engañaras más. Quiero que te largues ahora mismo de mi casa y de mi vida.
—No me iré a ninguna parte sin que me escuches —se negó y él la tomó del brazo, dispuesto a sacarla por la fuerza—. ¡No lo haré! —más lágrimas escaparon de sus ojos mientras luchaba por detenerlo—. El hijo que espero es tuyo, por favor, créeme. Jamás te he sido infiel. Oculté mi pasado porque tenía miedo de perderte, pero este bebé es tuyo.
—¡Vete de una vez. No quiero volver a verte ni a ti ni a ese hijo que esperas! —le gritó empujándola al pasillo mientras luchaba por contener su propio dolor.
—¡Alaric, por favor!
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Editado: 21.11.2024