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El jet privado se deslizaba suavemente a través de los cielos estadounidenses, acercándose cada vez más a su destino. Hania miraba el horizonte a través de la ventana, sintiendo ese incomodo nudo en el estómago al estar de vuelta en su país natal. La última vez fue hace unos seis meses cuando la invitaron a una entrega de premios, aunque su estadía fue bastante corta. Siempre que volvía se ponía nostalgica, pues estar allí le recordaba su vida junto al hombre que amó con toda su alma, Alaric Moretti, padre de su pequeña Maya.
Desde que su relación con el italiano terminó y ya no pudo hacer nada para rescatarla, se dedicó a su carrera musical y compaginó la vida de artista con la maternidad. Tener a Maya bajo esas circunstancias fue bastante difícil.
El primer año fue menos complicado gracias a que su tía Eloise la apoyó con el cuidado de la niña, pero cuando ella falleció por culpa de una enfermedad inesperada, tuvo que apañárselas sola y cargar con su pequeña a todas partes.
Ver al pasado y darse cuenta que cada sacrificio valió la pena, la hacía sentirse orgullosa de si misma, pues ahora tenía una vida feliz y mejor al lado de su pequeña, quien siempre fue su motivación para salir adelante.
La risa de Maya la trajo de vuelta a la realidad. Su pequeña estaba muy entretenida leyendo un cuento ilustrado con Ryan. La niñera se había quedado dormida. El hombre caucásico tenía unos cuarenta años, cabello negro, ojos mieles y un físico impresionante. La forma dulce en que trataba a Maya hizo que la pequeña desarrollara un cariño especial por él y que Hania le tuviera aprecio.
Mientras contemplaba esa escena, se dio cuenta de que era afortunada por tener a alguien como él para proteger a su pequeña. Siempre dispuesto a todo por ella y su disposición parecía ir más allá de recibir un sueldo.
El jet aterrizó a los pocos minutos en el aeropuerto Internacional de Houston. Había una camioneta negra 4×4 esperándolos, junto a ella el chofer de Kendra y algunos policías del distrito resguardando el área. Y por supuesto, la prensa no podía faltar.
Hania bajó del jet, sujetando a su pequeña Maya de la mano mientras el flash de las cámaras las enfocaban.
«Hasta ahora pude mantener mi llegada al país en secreto. En unas horas las redes sociales estarán inundadas con nuestras fotos» pensó Hania ajustándose los lentes de sol.
—Mamma, deberíamos cobrarles por las fotos. Con ese dinero me haría millonaria —musitó Maya con una sonrisa juguetona, posando con tanta confianza que parecía una estrella del pop en miniatura. Hania se rió y, tras tomarse unos momentos para saludar a la prensa, retomaron su camino.
El guardaespaldas las guió a salvo a la camioneta y en breve se alejaron de la pista rumbo al rancho "La Ponderosa" situado a hora y media de donde se encontraban.
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***
El italiano observaba el ajetreo desde el balcón con una mezcla de incredulidad y fastidio. Los empleados se movían con prisa, asegurándose de que todo estuviera perfecto para recibir a la cantante invitada. Para él, todo ese alboroto resultaba innecesario: no comprendía por qué Kendra le daba tanta importancia a una artista que, en su opinión, era una más del montón.
Kendra apareció a su lado, ajustando su vestido por enésima vez.
—¿Me veo bien? —preguntó con voz nerviosa—. No quiero desentonar junto a ella..
Alaric la miró de reojo, sintiéndose cada vez más molesto con su actitud.
La verdad era que se estaba aburriendo y lamentando haber ido al rancho. ¿Para qué había ido a ese lugar? Aunque le dijo a Kendra que lo pensaría, no hablaba enserio sobre ir. El odiaba el campo y ni por complacerla a ella se aventuraría a pasar toda una semana en ese lugar tan alejado de todo. Él prefería el bullicio de la ciudad y la vida cosmopolita. Hasta le disgustó que Kendra eligiera ese rancho para la boda, pero no podía hacer nada para cambiarlo pues para cuando se enteró del lugar donde se llevaría a cabo la ceremonia ya las invitaciones se habían entregado.
Realmente no se explicaba qué hacía allí.
En esos momentos debía estar en su oficina, inmerso en asuntos importantes en lugar de esperar la llegada de una cantante de la que apenas sabía, gracias a que Kendra había mantenido en secreto su identidad.
—Te ves perfecta —dijo Alaric con tono seco, más por acabar la conversación que por verdadero interés.
Unos golpes en la puerta interrumpieron sus pensamientos. Era Karina, la hermana de Kendra, junto con su madre Montserrat, preguntando si ya iban a bajar para esperar a la artista.
—¿Nos vamos, amor? —inquirió Kendra con impaciencia.
—Adelántense, estoy esperando una llamada importante —respondió Alaric, desinteresado.
Kendra asintió con resignación, le dio un beso rápido y salió. Alaric suspiró pesadamente mientras sacaba su móvil del bolsillo del pantalón, esperando alguna noticia de su secretario Sergey. Frunció el ceño al notar que la señal era pésima, lo cual solo incrementó su frustración.
Decidido a encontrar mejor recepción, dejó la habitación y comenzó a caminar por los pasillos hasta el patio trasero de la propiedad. Sin darse cuenta, se alejó demasiado y terminó cerca de los establos, donde el ambiente rural le resultaba aún más ajeno e incómodo.
—¡Mamma, vacas! —exclamó Maya sacando el brazo por la ventanilla para intentar tocarlas.
—Cariño, con cuidado —dijo Hania, haciendo que regresara a sentarse.
La pequeña no se quedó quieta y siguió moviéndose sobre los asientos del coche para tratar de tocar a una vaca de las que andaban en manada por un costado del camino.
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Editado: 21.11.2024