Capítulo 11: Juego de Tentaciones
Emilia
Esperar tras bastidores junto a Nathan y Maya es como estar en un torbellino de emociones. Todavía no puedo procesar lo que acabo de ver. Benji, mi Benji, en un escenario, convertido en una estrella emergente. Su presencia, su voz, la energía que desprendía… todo me ha dejado sin aliento. Pero no puedo permitirme caer en eso. No ahora.
Nathan silba, claramente impresionado.
—Vaya, vaya, si el niño millonario resultó tener talento. ¿Quién lo diría?
Maya ríe y asiente entusiasmada.
—¡Dios, Emilia! ¡¿Sabías que cantaba así?! Porque si lo sabías y no me lo dijiste, jamás te lo perdonaré.
—No tenía idea… —murmuro, fingiendo shock es obvio que sabía. Se todo de Benji, somos almas destinadas a estar juntas.
La puerta se abre y ahí está Benji, sudoroso, con la respiración agitada y una sonrisa aún brillando en su rostro. Su mirada se encuentra con la mía, pero dura apenas un segundo antes de desviarla. Algo dentro de mí se aprieta dolorosamente.
Maya no le da tiempo a reaccionar y se lanza sobre él.
—¡Felicidades, estrella de rock! ¡Estuviste increíble!
Nathan le da una palmada en la espalda.
—Nada mal, Cleverth. Nada mal.
Benji sonríe con modestia.
—Gracias, chicos. En serio.
Mi turno llega, pero las palabras se me quedan atrapadas en la garganta. Nos observamos en silencio, como si una barrera invisible nos separara. Finalmente, susurra:
—¿Te gustó?
Asiento, sintiéndome estúpida.
—Sí… fue increíble.
Maya y Nathan intercambian miradas cómplices antes de que Maya anuncie su plan.
—¡Hay que celebrar! Vámonos a bailar.
—¿Bailar? —pregunto, arqueando una ceja.
—Sí, Emilia, a un sitio con música, luces y muchas bebidas. Vamos, no seas aburrida.
Benji parece dudar también.
—No sé si sea buena idea…
—¡Oh, vamos! Solo una noche. Lo merecemos —Nathan insiste.
No puedo negarme cuando los tres me miran con ojos suplicantes. Suspiro, derrotada.
—Está bien, vamos.
Benji también acepta a regañadientes, y así comienza la noche que cambiaría las cosas entre nosotros.
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Benji
El club está lleno, la música vibra en el aire, y a pesar de mi reticencia inicial, tengo que admitir que se siente bien estar aquí con ellos. Aunque lo que realmente me desconcierta es Emilia.
Su vestido negro abraza su cuerpo de una manera casi hipnótica, y cuando empieza a bailar, es como si todo lo demás desapareciera. Se mueve con una sensualidad que me deja clavado en mi sitio.
—¿Qué pasa, estrella? —se burla con una sonrisa traviesa—. ¿No sabes bailar?
—Oh, sé bailar —respondo, acercándome peligrosamente. Se que debí mantener distancia pero joder es Emilia, es imposible que esté lejos de ella... Así este a mil kilómetros de ella, ella no sale ni un minuto de mi mente. Es como una maldita adición.
Ella no retrocede. Al contrario, sigue moviéndose con una sonrisa coqueta, desafiándome. Mi autocontrol pende de un hilo. Lo pierdo.
Coloco mis manos en su cintura y la atraigo más cerca, siento su respiración agitarse. Pero no se aparta. Se pega más, sus movimientos más sensuales, su cuerpo pegado al mío. Ella levantaa cara para mirarme. El tiempo se para. No hay música, no hay nada más que ella frente a mí. Quiero besarla, pero mi orgullo me lo impide.
Nathan y Maya aplauden desde un lado.
—¡Así se hace! —grita Maya, claramente ebria. Agradezco que intervenga.
—ya está, de ha acabado la noche Maya se ha puedo peda.— Nathan agrega sosteniendola como puede. Emilia y yo salimos de nuestra burbuja.
—¿Los llevo al hotel?— cuestionó separándome de Emilia. Nathan nos mira con picardía.
—No hemos reservado nada— confiesa temeroso y yo suspiró, es increíble, me lo esperaría de Maya pero no de Nathan, es muy meticuloso. — Maya ha sido la organizadora, esto fue un viaje rescate para Emilia — se excusa y ahora entiendo que fue obra de Maya.
—Danos refugio en tu mansión super estrella — Maya balbucea. Emilia se niega.
—No sé… —duda ella, pensando en mi abuelo.
—Oh, vamos, Emilia —insiste Maya, abrazándome—. Será divertido.
—¿Benji?— Nathan cuestiona esperando mi respuesta. Es una idea terrible, pero no puedo negarme.
—Si, Claro.
Agregó sin saber en el lío que me estoy metiendo.
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Hunter
Después del hospital, me divierto molestando a Elissa en su departamento. Le hablo sobre nuestro matrimonio ficticio, sobre la herencia, y sobre cuánto me encanta verla frustrada.
—No lo entiendo —digo, tirado en su sofá—. ¿Por qué simplemente no aceptas el trato? Te harías rica y yo también.
—Porque no soy una vendida como tú, Blackwell —responde cruzándose de brazos.
—Tendré que convencerte entonces.
Ella me lanza una mirada asesina.
Más tarde, la oigo entrar al baño. Me levanto, buscando un vaso de agua, pero por accidente empujo la puerta y entro.
Elissa está ahí, solo con una toalla envuelta alrededor de su cuerpo húmedo.
—¡¿QUÉ DEMONIOS, HUNTER?!
La miro, sorprendido, pero en vez de salir, me apoyo en la puerta, divertido.
—¿Sabías que te pones roja cuando te avergüenzas? Es adorable.
—¡Sal de aquí!
—¿Y si no quiero? —me burlo.
Ella intenta empujarme, pero en el proceso, me golpea el hombro herido.
—¡Agh! —me quejo exageradamente, sujetándolo.
Su rostro cambia de inmediato a preocupación.
—¿Te lastimé mucho?
Asiento con cara de dolor.
—Ven aquí, déjame ver.
Con una mano sostiene la toalla y con la otra toca suavemente mi hombro. No puedo resistirme. Aprovechando la cercanía, la atraigo con mi brazo libre, pegándola contra mí.
—¿Sabes que esto era una broma, verdad? —murmuro cerca de sus labios.
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Editado: 24.03.2025