Capítulo 12
Emilia
Amanecemos en la casa de Benji en el Valle de Napa. La noche anterior fue un torbellino de emociones, y aunque me divertí más de lo que esperaba, ahora siento el peso de la resaca y algo más profundo: la barrera que Benji sigue levantando entre nosotros.
Cuando bajo a la cocina, lo veo preparando café. Su espalda está tensa, su postura rígida. Me observa de reojo, pero rápidamente desvía la mirada.
—Buenos días —saludo, intentando sonar casual.
—Buenos días —responde con frialdad.
Siento un nudo en la garganta. Anoche, mientras bailábamos y luego nuestra conversacion profunda en Seattle, yo pense que, por un momento talvez, creí que todo había cambiado, que quizás aún quedaba algo entre nosotros. Pero me equivoqué. Él está decidido a mantenerse distante, y eso me destroza más de lo que quiero admitir.
Nathan y Maya bajan, animados como siempre, ajenos a la tensión. Maya se lanza sobre una taza de café y sonríe.
—¡Dios, qué noche! Deberíamos hacerlo más seguido.
Benji asiente, pero no dice nada. Su silencio lo dice todo.
A lo largo del día, intentamos actuar como si nada pasara. Salimos a recorrer los viñedos, probamos vino, nos reímos. Pero cada vez que intento acercarme a Benji, él encuentra la forma de alejarse. Sus respuestas son cortas, su sonrisa forzada. Está claro que sigue dolido, y eso me duele a mí.
Finalmente, cuando el sol empieza a caer, lo encuentro solo en la terraza. Me armo de valor y me acerco.
—Benji… —comienzo, pero él niega con la cabeza.
—No hagas esto, Emilia.
—¿Hacer qué? Solo quiero hablar.
Él suelta una risa amarga.
—Hablar… ¿Sobre qué? ¿Sobre cómo fingimos ser amigos cuando ambos sabemos que eso no es cierto? ¿Sobre cómo intentas acercarte como si nada hubiera pasado?
Me muerdo el labio, sintiendo mis ojos arder.
—Sé que te hice daño. Lo sé y me arrepiento…
—El arrepentimiento no borra el pasado —me corta, su voz firme pero herida—. Lo que pasó, pasó, Emilia. No podemos retroceder. Y yo… estoy cansado de intentarlo.
Cada palabra es una daga en mi pecho. Quiero decirle que todavía lo amo, que lo extraño, que cada noche me arrepiento de lo que hice. Pero él ya no quiere escucharme.
—Si realmente te arrepientes —dice suavemente, sin mirarme—, entonces déjame ir.
Y con eso, se aleja, dejándome sola con mi tormenta de emociones.
*******************************************************
Hunter
Después del beso con Elissa en la tarde, ella se fue a trabajar por la noche. Antes de salir, me miró con el ceño fruncido y dejó claro:
—Cuando vuelva, no quiero verte aquí.
Me reí, pero asentí.
—Lo que digas, futura esposa.
Ella bufó y se marchó.
Podría haberme ido a mi residencia en la universidad, pero algo me hizo quedarme. Pasé la noche en el coche, esperando afuera del hospital. No sé si fue para demostrarle que no me iría tan fácilmente, o si simplemente había algo dentro de mí que quería verla otra vez.
Cuando finalmente sale al amanecer, parece agotada. Me mira sorprendida y suspira.
—¡Hunter! ¡Te dije que te fueras!
—Y obedecí, estoy afuera —respondo con una sonrisa burlona.
Ella rueda los ojos, pero antes de que pueda quejarse más, levanto una bolsa con café y donas.
—Desayuna conmigo.
—No.
—Vamos, Elissa, solo es comida. No te voy a secuestrar.
Vacila un momento, pero su estómago traicionero ruge y, al final, cede. Suspira y se mete en el coche.
Mientras comemos en silencio, disfruto de su compañía. La tensión está ahí, palpable, pero hay algo que no puedo negar: me siento bien estando cerca de ella, incluso después de todo lo que ha pasado.
Luego, la invito a una cita. Es domingo y viajamos juntos al Valle de Napa para reunirnos con el abogado respecto al testamento de Mimi.
El abogado no pierde tiempo en presionarnos.
—El matrimonio es la única forma de sacar a Viktor de las tierras de Mimi. Si no lo hacen pronto, podría tomar control total.
Esas palabras me golpean como un martillo. La furia hierve en mis venas. No necesito más razones para estar furioso.
Cuando Viktor aparece, la tensión se vuelve insoportable. Los roces entre nosotros son inevitables y terminamos teniendo una pelea verbal que casi se convierte en algo físico. Pero en ese momento, una voz firme interrumpe.
—Basta ya, muchachos.
Un hombre mayor, que claramente no es parte del círculo de Viktor, se interpone entre nosotros.
Me lleva a un lado y me habla con calma.
—Tus abuelos eran grandes amigos míos, Hunter. Hay muchas historias y negocios que nos unen. No dejes que la avaricia de Viktor destruya lo que es tuyo.
Esas palabras resuenan en mí con fuerza. Siento como si algo se encendiera dentro de mí, una llama de determinación. Me anima a seguir luchando por lo que me pertenece, por lo que mi familia construyó, y me habla de su propio nieto, un joven testarudo como yo.
—Ven a mi casa, hablaremos mejor de todo esto. Hay demasiados intrusos aquí.
Mira de reojo a Viktor, quien parece dispuesto a matar a Elissa con la mirada. No me apetece ir con este hombre mayor, pero también sé que podría ser un buen aliado. Y alguien con esa experiencia, que conoce a mi familia, podría ser justo lo que necesito para ganar esta guerra de poder.
—Está bien —respondo finalmente. Necesito más aliados, y tal vez, solo tal vez, él sea uno de ellos.
—Sí, vamos... —respondo, mirando al hombre mayor.
Elissa me lanza una mirada suplicante, como si intentara convencerme de que la dejara ir.
—Dije que haría un turno extra, llévame a casa, Hunter —insiste, pero puedo ver la mentira en sus ojos. Es su día libre, lo sé.
La miro fijamente, sin dejarme engañar.
—No me digas mentiras, futura esposa. Sé que estás libre —le respondo con una sonrisa burlona, y ella suspira resignada, sabiendo que no puede escapar de la verdad.
—Quería dormir, no pasar el día en vela contigo —murmura, aunque sé que hay algo más detrás de su cansancio.
—Hay habitaciones de sobra. Podrás descansar mientras nosotros hablamos de negocios —agrega el hombre mayor con voz firme, dejando claro que no hay lugar para excusas. Elissa lo sabe. No tiene escapatoria.
Termino conduciendo hacia su casa, que está bastante cerca de la nuestra. El viaje transcurre en silencio, cada uno perdido en sus propios pensamientos, hasta que llegamos.
Al abrir la puerta, lo que nos espera dentro es la última cosa que esperábamos.
Nos encontramos con Emilia, Benji, Maya y Nathan.
El aire se corta de inmediato. El silencio se vuelve pesado, insoportable.
Todos nos quedamos ahí, mirándonos atónitos, como si un estruendo hubiera irrumpido en una sala completamente tranquila. La sorpresa es mutua, pero la tensión es aún más palpable.
Elissa me mira a los ojos, y yo no puedo evitar esbozar una sonrisa traviesa. El caos que se avecina es inevitable.
El silencio se extiende como un espeso manto sobre todos nosotros. Nadie sabe qué decir, todos parecen congelados en el tiempo. Emilia es la primera en reaccionar. Su mirada se cruza con la mía, pero no puedo leerla. En sus ojos hay algo que me hace sentir incómodo, una mezcla de sorpresa y algo más que no logro identificar.
Benji, por otro lado, parece haber perdido todo color en su rostro. Él y Elissa se miran brevemente, un juego silencioso de reconocimiento y tensión, pero rápidamente desvía la mirada, como si no quisiera enfrentar lo que se está cocinando aquí.
Nathan, siempre el más suelto en estos momentos, es el primero en hablar, rompiendo el hielo con su típica irreverencia.
—Bueno, bueno, parece que el destino tiene sentido del humor —dice con una sonrisa ladeada, aunque se nota que incluso él está tomando su tiempo para procesar la situación.
Maya se encoge de hombros y, con su tono despreocupado, añade:
—Esto se pone interesante, ¿eh?
Mi mente comienza a correr, analizándolo todo rápidamente. La situación, sin duda, está fuera de control, pero no puedo evitar sentirme intrigado. Después de todo, las dinámicas entre nosotros nunca habían sido sencillas.
Elissa, sin embargo, sigue guardando silencio, casi como si estuviera evaluando la situación. No sé si está más molesta por la compañía o por el hecho de que algo en este escenario no le cuadra, pero lo cierto es que su expresión es de pura incomodidad.
Finalmente, soy yo quien rompe el silencio.
—Parece que nos hemos encontrado en el mismo lugar, ¿eh? —digo, mirando a todos, intentando dar algo de ligereza a la situación.
Emilia me lanza una mirada fulminante, pero la ignoramos mientras nos dirigimos todos al salón. La tensión está en su punto máximo, y siento como si cualquier palabra equivocada pudiera desatar algo mucho más grande de lo que ninguno de nosotros está preparado para manejar.
Maya se sienta en el sofá, con una sonrisa que podría ser simplemente nerviosa o maliciosa, no estoy seguro.
—¿Qué tal si hacemos de esto una fiesta? —bromea, con su habitual tono desenfadado, mientras toma una copa de vino del bar que está en una esquina de la sala.
Benji, que no ha dicho una sola palabra, se sienta en una silla cerca de la ventana, mirando por un momento hacia fuera, como si estuviera buscando alguna salida o explicaciones que aún no le llegaron.
—No creo que esto sea algo para celebrar —responde con voz grave, sus ojos fijos en el suelo.
La tensión se alza de nuevo. Ahora todos están sentados, un poco alejados unos de otros, sin saber qué hacer con toda la información no verbal que está siendo lanzada por el aire. Mi mente ya se ha embarcado en lo que podría ser una guerra silenciosa, y si no tomamos una decisión pronto, las consecuencias podrían ser aún peores.
El hombre mayor, que ha estado observando todo en silencio, se levanta y, con tono serio, dice:
—Es hora de que todos hablen de lo que realmente está pasando. Ya basta de los juegos.
El tiempo parece detenerse, y cada palabra se siente como una sentencia. Las caras de todos se giran hacia el hombre, la realidad de nuestra situación golpeando fuerte.
Este encuentro, este caos, no ha hecho más que comenzar.
#6690 en Novela romántica
#1738 en Chick lit
amor mentiras deseo amistad, amor lujuria pasión, amor celos
Editado: 24.03.2025