19
Emília.
Lo miró con una sonrisa "divertida" en la que intentó ocultar mi angustia.
—¿Ves? Ya tenemos uno. No necesitamos otro bebé ahora mismo.
Intenté reírme de su broma, pero mi estómago se revolvió. Si él supiera…
Milán se lanzó a los brazos de Benji con una risa encantadora, y en ese momento supe que no podía seguir ocultándolo por mucho más tiempo. Tarde o temprano, tendría que enfrentar la verdad. Pero no hoy. No ahora.
Benji me miró desde el suelo, con Milán aferrado a su cuello.
—Ven aquí —dijo, extendiendo una mano hacia mí.
Mi corazón latió con fuerza, pero caminé hacia ellos. Cuando me agaché, Benji me atrapó y me jaló hacia él, envolviéndome en un abrazo junto con Milán. Su olor, su calor, su amor estaban ahí, envolviéndome como un refugio.
—Te amo —murmuró contra mi cabello.
Cerré los ojos con fuerza, aferrándome a ese momento, a su amor, sabiendo que tarde o temprano la verdad lo cambiaría todo.
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Elissa estaba recostada sobre el pecho de Hunter, su cuerpo aún cálido después de aquel encuentro que había dejado su mente flotando en una burbuja de placer y satisfacción. Los dedos de él se deslizaban por su cabello en una caricia perezosa, trazando mechones sueltos con una ternura que ella no esperaba de alguien como él. Era un momento de calma, de esos que se volvían peligrosos porque daban pie a conversaciones serias.
—Tengo que contarte algo —dijo Elissa, con la vista fija en el techo.
Hunter solo murmuró en respuesta, entretenido en enredar un mechón de su cabello entre los dedos.
—Emilia está embarazada.
Sus movimientos se detuvieron de golpe.
—¿Qué? —Su tono pasó de relajado a alerta en una fracción de segundo.
Elissa giró el rostro para mirarlo y vio cómo el color se le iba de la cara.
—Es de Benji —aclaró rápidamente—
—.Yo me cuidé, lo juro.
Hunter musitó, sintió que el alma se le caía al suelo y luego volvía a subir con la velocidad de un ascensor descompuesto.
—¡Joder, Elissa! —exhaló, llevándose una mano al pecho—. Por un segundo pensé que… —sacudió la cabeza, intentando recomponerse—. Espera, ¿qué tiene que ver esto conmigo?
Elissa suspiró y rodó los ojos.
—Emilia está en negación. Le ha dicho a Benji que la embarazada soy yo.
Hunter se incorporó de golpe.
—¿¡Qué!? ¿¡Pero de quién!?
—De Benji, ¿de quién más iba a ser?
—¿¡Mío!? —espetó él, sin poder creer lo que estaba escuchando—. ¡Pero eso es imposible! Es la primera vez que estamos juntos.
—Lo sé, idiota —respondió Elissa, con un deje de fastidio—. Pero Benji no lo sabe. Además, le prometí a Emilia que la apoyaría. Así que tienes que ayudarnos.
Hunter dejó caer la cabeza contra el respaldo del sofá y soltó un suspiro largo.
—Joder… qué susto. —Se pasó una mano por la cara—. Eso me da miedito, ¿eh?
Elissa le lanzó una mirada de puro fastidio y se levantó de un tirón. Pero antes de que pudiera alejarse, Hunter la tomó de la mano y la jaló de vuelta con suavidad.
—Está bien, está bien —cedió al fin, con una resignación divertida—. Mentiré. Seremos padres de mentira hasta que Emilia decida contarle la verdad a Benji.
Elissa asintió, aún con los labios apretados, pero Hunter notó que una sombra de alivio cruzaba por su rostro.
—Espero que se lo diga pronto —murmuró él, aún procesando lo que acababa de aceptar.
Elissa suspiró.
—Sí… yo también.
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La mesa estaba perfectamente dispuesta, con platos de pescado al horno humeante, guarniciones de verduras y arroz especiado. El aroma llenaba el comedor, pero para Emilia era un suplicio. Apenas habían servido su plato cuando sintió una punzada de náusea subirle por la garganta. Se obligó a respirar hondo y sonreír, esforzándose por parecer natural.
Nathan cortó un trozo de pescado y lo probó con satisfacción.
—Tengo que admitir que esto está increíble.
Maya, sentada a su lado, asintió con una sonrisa.
—Sí, y qué bueno que Milán todavía es un bebé y no puede robarme mi comida.
Nathan soltó una risa.
—Por ahora. En cuanto empiece a caminar y agarrar cosas, vas a perder la mitad de tus platos.
Maya fingió horror.
—Tendré que comer más rápido, entonces.
Benji sonrió mientras jugaba con su tenedor.
—O aceptar tu destino y rendirte.
—Nunca. —Maya levantó la barbilla con orgullo—. Yo me formé en la batalla de cenas familiares. Puedo proteger mi comida con una mano mientras con la otra cambio un pañal.
Todos rieron ante su declaración, mientras Emilia fingía cortar un trozo de pescado sin intención de llevárselo a la boca. El olor seguía golpeándola y, por un segundo, pensó que tendría que levantarse corriendo.
—¿No comes, Emilia? —preguntó Nathan, arqueando una ceja.
Los demás se giraron hacia ella, y Emilia sintió que el pánico la recorría.
—Ah… solo estoy esperando que se enfríe un poco —improvisó con una sonrisa tensa.
Benji le lanzó una mirada, como si notara algo raro, pero antes de que pudiera preguntar, Maya desvió la atención.
—Nathan, ¿te acuerdas de la vez que intentaste hacer pescado al horno y casi incendias la cocina?
Nathan puso los ojos en blanco.
—Eso fue un accidente.
—Fue un desastre. Tuvimos que llamar a los bomberos porque metiste el papel de aluminio mal y empezó a arder.
—Detalles, detalles… —murmuró Nathan, provocando las carcajadas de todos.
Emilia suspiró en silencio. Había logrado esquivar la atención por ahora.
La risa seguía flotando en el aire cuando la tía Grace, con su elegancia natural, dejó su copa de vino sobre la mesa y miró a Nathan con una sonrisa divertida.
—Nathan, querido, si alguna vez intentas cocinar otra vez, avísame con antelación. Me aseguraré de que el seguro de la casa esté al día.
Nathan llevó una mano al pecho, fingiendo estar ofendido.
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Editado: 24.03.2025