Capitulo 24: Campanas de boda.
Emilia y Benji llegaron al vestíbulo del edificio, esperando que el ascensor llegara. Emilia lo miró de reojo, sonriendo.
—Hey, tú —dijo con tono travieso, mientras le daba un pequeño empujón.
Benji la rodeó con un brazo, tomando su cintura y acercándola hacia él. Le dio un beso suave en los labios.
—¿Cómo te fue? —preguntó con curiosidad, su tono lleno de cariño.
—Bien —respondió Emilia, sonriendo de manera enigmática—. Dustin se va a mantener alejado... y si no, pues hablaré con mi padre. Él se encargará de quitarle todo.
Su mirada se endureció un poco, pero la confianza en su voz era evidente.
Benji suspiró, claramente aliviado.
—Lo que sea necesario, Emi —murmuró, con una expresión que decía más de lo que las palabras podían.
Emilia le miró y preguntó en tono más suave:
—¿Y a ti qué tal? ¿Cómo va todo con lo de tu madre?
Benji sonrió levemente, aunque un toque de pesar se asomó en sus ojos.
—Ya está hecho. Peter firmó. Mi madre es libre... ya no es una Cleverth y se fue lejos —hubo un silencio breve, pero cargado de emociones no dichas.
Emilia le acarició el brazo, sonriendo levemente.
—Genial —dijo con una mezcla de orgullo y cariño—. ¿Y qué pasó con el equipo de béisbol? ¿Te lo quedas?
Benji asintió, pero su expresión cambió un poco.
—Es mío, pero se lo voy a dar a Anthony.
Emilia frunció el ceño.
—Casi no conozco a Anthony... tu hermano es muy callado.
—Sabrá Dios qué infierno ha vivido el pobre desde que me fui... —dijo Benji, con un suspiro pesado.
Emilia lo miró, sabiendo lo que eso significaba para él.
—Lo cuidaste como pudiste... creo que todos ellos lo saben —su tono era suave, pero cargado de comprensión.
Benji la miró con cierta culpa, sin poder evitar sentir que había fallado.
—Sí... pero me hubiera gustado hacer más.
Emilia sonrió, suavizando el momento.
—Todo va a mejorar, Benji. Ya no está —luego, le dio un beso en los labios, más reconfortante que nunca.
El ascensor llegó, y mientras las puertas se abrían, Benji la miró y le dio una mirada de gratitud. Juntos, caminaron por el pasillo hasta el departamento de Elissa.
Cuando tocaron la puerta, Elissa la abrió rápidamente, pero lo que encontraron dentro fue un desastre absoluto. Estaba despeinada, con manchas de leche de biberón en la camisa, y las ojeras haciéndole sombra a su rostro.
La casa estaba hecha un caos. Pañales por el suelo, juguetes regados por todos lados, y en medio de todo eso, Hunter estaba persiguiendo a Milan, que corría como un pequeño torbellino, mientras intentaba ponerle una camiseta.
Emilia y Benji se miraron con horror y diversión, viendo la escena que se desarrollaba ante ellos. Finalmente, Benji rompió el silencio con una risa nerviosa.
—¿Qué tal? ¿Cómo les va como tíos niñeros? —preguntó.
Elissa, con una mirada exhausta, les soltó un:
—Hace falta responder. Hemos llegado a la conclusión de que no tendremos hijos nunca —con una expresión que podría haber sido la de una madre recién vencida por un pequeño terremoto.
Benji soltó una carcajada.
—Pues sí, deberías estar acostumbrada. Hunter es como un niño —bromeó, señalando a su amigo.
Hunter, que estaba luchando por ponerle la camiseta a Milan, gritó:
—¡No! Ella me controla, pero a este niño, a este niño de ustedes dos no lo controla nadie.
Elissa suspiró.
—Hunter tiene razón... Sí, nunca ha dicho nada más coherente en toda su vida.
Emilia sonrió con ternura y, con gran destreza, le puso la camiseta a Milan en cuestión de segundos. El niño no dejó de moverse, pero Emilia se movió con tanta rapidez que a todos les sorprendió.
Elissa, mirando asombrada, le preguntó:
—¿Cómo lo haces?
Emilia sonrió con humildad.
—Es práctica.
Hunter, con una mueca de frustración, se dejó caer en el sofá.
—Llevo practicando diez minutos para ponerle la camiseta y parece que estoy intentando domar a un cocodrilo.
Benji se rió a carcajadas, disfrutando del espectáculo.
—Ya entiendo por qué lloraste cuando te enteraste del segundo embarazo —dijo Elissa, mirando a Emilia—. Ahora mismo puedo sentarme y llorar contigo.
Emilia le dio un golpe suave en el hombro.
—No, ya no más llantos, por favor.
Benji, mientras ayudaba a recoger los pañales y los juguetes del suelo, le preguntó a Elissa:
—¿Han hablado con el abogado sobre el matrimonio y la recuperación de las tierras de Mimi? ¿La herencia que Hunter heredó en Valle de Napa?
Elissa suspiró.
—Sí, pero ahora es Hunter el que dice que no está preparado para dar el paso... y te juro que me parece genial porque yo tampoco quiero casarme.
Hunter levantó una ceja.
—¿Mentirosa? Anoche me dijiste que sí, que querías.
Elissa, sonrojándose, se defendió:
—Lo soñaste.
Hunter intervino, mirando a Elissa con una sonrisa traviesa:
—Me lo dijiste en este sofá cuando tuvimos sexo.
Emilia, que escuchó la conversación, se quedó horrorizada y levantó a Milan, tratando de no escuchar más. Benji soltó una carcajada, mientras que Elissa se ponía roja.
—¡Eso no pasó! —gritó Elissa, al borde de la vergüenza.—No tuvimos... en el sofá... ni en ningún lado.
Hunter, cruzado de brazos, intervino:
—Sí, no les mientas, sí que tuvimos.
Elissa, con los ojos en blanco, exclamó:
—¡Joder, solo calla ya!
Emilia se cruzó de brazos y miró a la pareja con una sonrisa traviesa.
—Vale, pero ¿qué van a hacer entonces? ¿Dejarán que la herencia de Mimi se pierda? ¿Que tu tío Víctor se quede con las tierras que robó porque no quieren casarse?
Elissa y Hunter se miraron, vacilando. Finalmente, ambos dijeron al unísono:
—Sí...
— no....
Benji, sin perder la paciencia, preguntó:
—¿Sí o no?
Ambos respondieron a la vez:
—No...
—¿Cuál es el problema real? —preguntó Emilia, mirando a Elissa.
Elissa suspiró y miró a Emilia.
—Quiero seguir trabajando, amo ser enfermera... y Hunter quiere seguir en la universidad.
Benji frunció el ceño.
—¿Y eso qué tiene que ver?
Elissa vio a Emilia y suspiró, como si esperara algo más de ella.
Emilia, con una sonrisa, dijo:
—Yo estoy loca, no me mires, escucha a Benji...
Hunter, mirando a Elissa, dijo en tono serio:
—Tenemos miedo. Es que recién nos estamos conociendo, y pues imagínate que descubra que es una loca, y ya me haya casado con ella.
Elissa lo miró sorprendida.
—El loco aquí eres tú.
Hunter sonrió.
—Sí, eso es cierto.
Benji, mirando a la pareja, frunció el ceño.
—No entiendo de verdad cuál es el problema. Ya hasta viven juntos... Emilia agrego encogiendose de hombros.
Elissa suspiró de nuevo, mirando a Hunter, como si hubiera algo que le molestaba.
—Está aquí porque está de vacaciones. Pero mañana, cuando tú y él empiecen las clases, se irá a la universidad a su habitación.
Hunter la miró, claramente disgustado.
Emilia suspiró, acariciando la cabeza de Milan, que finalmente se quedó dormido en sus brazos.
—Creo que tiene miedo de admitir que ustedes realmente se gustan... y que lo de ustedes si va a funcionar.
— Si, ambos estan en negación.
—¿Negacion?
—Si, negacion.
—¿Por que?
—Porque mimi unio sus hilos desde el mas alla y los junto, porque sabia que ustedes dos son el uno para el otro.
Elissa suspiró y miró a Hunter, claramente frustrada.
—Joder, Mimi, ¿por qué no me avisaste para salir corriendo de aquí? —dijo, frotándose la frente como si estuviera a punto de explotar.
Hunter la miró con una sonrisa juguetona, levantando una ceja.
—Admitelo, te gusté tanto que tienes miedo a enamorarte perdidamente de mí —dijo, en un tono divertido pero lleno de esa certeza que solo él podía tener.
Emilia y Benji intercambiaron miradas, asintiendo al unísono.
—Totalmente cierto —dijo Benji, mientras Emilia agregaba con una sonrisa cómplice—. No hay duda, Elissa.
Elissa los miró sorprendida, su expresión se suavizó por un segundo, pero luego frunció el ceño y les lanzó una mirada fulminante.
—En serio, los odio a todos —dijo con un suspiro, cruzándose de brazos.
Hunter se rió y levantó las manos en señal de rendición.
—Eso es su manera de decir que sí quiere casarse conmigo —comentó, con una sonrisa traviesa en los labios.
Emilia y Benji se miraron, sonriendo ampliamente, y luego se volvieron hacia Hunter y Elissa.
—Perfecto, asunto arreglado —dijo Emilia, asintiendo de manera formal—. La próxima semana tenemos boda.
Benji soltó una risa suave y agregó:
—Y espero que no haya más excusas. ¡Esto se va a hacer de todos modos!
Elissa, completamente sin palabras por un segundo, miró a Hunter, quien solo le sonrió, con una mezcla de incredulidad y cariño.
—¿La próxima semana? ¿En serio? —preguntó, casi incrédula.
Hunter se acercó a ella y le pasó un brazo por los hombros.
—La próxima semana —dijo, con una sonrisa que dejaba claro que no pensaba dar marcha atrás.
Elissa suspiró, pero no pudo evitar sonreír un poco. La vida, a veces, tenía una forma extraña de poner las cosas en su lugar.
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Editado: 24.03.2025