Capítulo 26: La Boda Express de Elissa y Hunter
El sol comenzaba a ponerse detrás de las montañas de Valle de Napa, tiñendo el cielo de tonos naranjas y rosados que bañaban el paisaje con una luz cálida. Elissa observaba la escena desde el altar, su mente corriendo a toda velocidad mientras sus ojos recorrían a los pocos invitados que se habían reunido para lo que ella había decidido llamar “la boda express”. Ella jamás se imaginó a los 23 años, casándose con un chico de 21, más joven, impulsivo, y, para ser honesta, un completo idiota. Pero aquí estaba.
Hunter, con su cara de chico travieso, luchaba con su corbata, que parecía tener vida propia. No era un tipo muy serio, y eso siempre había sido su sello distintivo. Sin embargo, hoy había algo especial en su forma de sonreír y de estar tan nervioso, aunque su caos siguiera siendo igual de evidente.
Elissa se dio cuenta de que nunca había soñado con una boda. Menos aún con esta. Estaba aquí por una razón muy clara: asegurar la herencia de Mimi, la abuela de Hunter, y recuperar las tierras de Valle de Napa. La razón de su matrimonio no era el amor, sino una necesidad. Aún así, no podía evitar sentir que, de alguna forma, todo esto era un lío cósmico del cual no podía escapar.
La ceremonia comenzó con el sonido suave de la música de fondo y el murmullo de los pocos amigos que eran sus familiare.. Frente a ella, Hunter, con su traje algo arrugado, la miraba como si estuviera a punto de dar su discurso de boda, pero en lugar de ser formal, parecía que cualquier cosa podía salir mal. Y por alguna razón, a Elissa, esa idea la calmaba un poco.
—Vamos, Elissa, que esto es una boda, no un funeral— dijo Hunter, rompiendo el silencio con una sonrisa nerviosa mientras trataba de ajustar su corbata.
Elissa lo miró con una ceja levantada, tan seria como siempre.
—Te prometo ser el tipo que te haga reír incluso cuando no quieras— continuó Hunter con la misma sonrisa desvergonzada. —Te prometo también que, aunque sea un desastre, haré todo lo posible por no meterme en más problemas contigo. Y, eh, también prometo no esconderme en el baño cada vez que necesites algo serio de mí. Eso… es un gran avance, ¿verdad?
Elissa no pudo evitar resoplar, claramente incomoda, pero al mismo tiempo sabiendo que, en parte, eso era lo que Hunter hacía bien: hacerla salir de su zona de confort. Aunque no siempre de la forma que ella quisiera.
—Hunter— comenzó Elissa, con una voz completamente monótona —, te prometo que soportaré tus bromas, tus tonterías y tus juegos. Prometo hacer todo lo posible para que esta boda, aunque sea express, sea lo más normal posible. Acepto este desastre, porque no me queda otra. También prometo no matarte si alguna vez, y repito, alguna vez, dejas tus cosas por toda la casa. Eso sería un milagro.
La audiencia estalló en risas, y Hunter no pudo evitar sonreír aún más. Él no se esperaba que Elissa respondiera de esa forma, pero le gustó, de alguna manera. En ese instante, sabía que Elissa, por muy seria que fuera, siempre iba a ser alguien con quien podría contar. Y en medio de su caos, tal vez era la única persona capaz de mantenerlo en línea.
—¿Y tus votos, Elissa?— le preguntó Hunter, mirándola con una mezcla de diversión y curiosidad. —Porque yo soy un desastre, pero tú... (pausó) pareces la Reina de la Seriedad.
Elissa lo miró con calma y dejó escapar una leve sonrisa, casi imperceptible.
—No tengo tiempo para esto. Vamos a casarnos, Hunter, antes de que alguien sugiera que cancelemos todo esto y me quede sola con una boda tan absurda como esta.
La gente estalló en carcajadas nuevamente. Hunter, con la sonrisa aún en el rostro, se acercó a ella, esperando el beso que cerraría la ceremonia.
Elissa lo besó, pero, como todo en su vida, fue un desastre. Un choque torpe de narices y unos segundos de torpeza absoluta. Cuando finalmente se separaron, Hunter la miró como si hubiera ganado un premio, con esa expresión suya de “he hecho mi trabajo”.
—Bueno, no fue el mejor beso de la historia— dijo Hunter, riendo. —Pero... ¿quién lo necesita? Al menos no me metí la lengua por accidente.
Elissa, sin perder la compostura, resopló de nuevo. ¿Qué se podía esperar de él?
En ese momento, Anton, el abogado de la familia, se acercó con un sobre sellado. Hunter, siempre listo para la comedia, lo tomó con un aire triunfante y lo mostró a Elissa, como si fuera un trofeo.
—Aquí tienes, Hunter— dijo Anton, con su voz grave y profesional. —Las tierras de Valle de Napa son ahora oficialmente tuyas. Y tu tío Víctor tiene 24 horas para desalojar todo antes de que enfrente cargos por falsificación de documentos, apropiación indebida de bienes, y una larga lista de cargos ilícitos.
Hunter, con una enorme sonrisa en el rostro, miró a Elissa y levantó el sobre, mostrándoselo con satisfacción.
—Vaya, esto sí que es un final épico para una boda épica— dijo, sin perder su tono despreocupado. —Pero bueno, ahora que soy dueño de todo esto, ¿me dejarás cambiar las decoraciones del jardín? Porque, sinceramente, esos arreglos florales no me dicen nada.
Elissa, aunque a punto de explotar, no dijo nada. Solo sacudió la cabeza, dándole un vistazo que decía todo lo que sentía. Nadie más en la sala podía seguir el ritmo de Hunter, pero en ese momento, Elissa se dio cuenta de algo. A pesar de todo el caos y la incomodidad que sentía, este hombre era parte de su vida ahora, y de alguna manera, su caos lo haría aún más interesante.
La ceremonia terminó entre risas y bromas. El abuelo de Benji, Maya, Nathan, la tía Grace, Emilia y Benji se unieron al festejo mientras Hunter, como siempre, mantenía a todos entretenidos. Milan, que ya había comenzado a jugar con los juguetes que la tía Grace le había traído, no paraba de reír cada vez que Hunter decía algo chistoso.
Elissa, sin embargo, permaneció pensativa mientras veía a su ahora esposo caminar de un lado a otro con su energía inagotable. Quizás, solo quizás, el caos que él traía consigo podría ser lo que ella necesitaba. Después de todo, una vida tranquila con él nunca iba a ser posible.
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Editado: 24.03.2025