En el vacío del alma, el eco del dolor,
resuena en el silencio, un lamento sin color.
Cada susurro es un grito que nunca se oye,
y el corazón se quiebra en su tristeza que huye.
Las horas pasan lentas, cargadas de pena,
y el eco del dolor en la mente se encomienda.
Cada sombra es un reflejo de un sufrimiento eterno,
y el alma se consume en su lamento interno.
El silencio es profundo, un abismo sin fin,
donde el eco del dolor se repite sin confín.
Cada latido es un recordatorio de la tristeza,
y el corazón se ahoga en su propia dureza.
En el eco del dolor, los días se desvanecen,
y las noches se llenan de lágrimas que enloquecen.
El vacío resuena con un lamento constante,
donde el dolor se perpetúa, siempre vacilante.
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Editado: 25.07.2024