Soy Katherine Evans, la chica que siente como piedra, o al menos para lo que están fuera de mi piel, he pasado por demasiado pero eso no le importa a mucha gente, solamente ven lo que les conviene.
Para ellos soy una piedra sin sentimientos y estoy bien con eso, tres chicos pasaron por mi vida, haciéndola un caos.
Primero tenemos a Carlos, en segundo año de secundaria, me enamoré del tímido de la clase, era el chico solitario, pero demasiado atractivo, castaño claro, unos ojos miel dulces, él era el que recibía burlas, nuestra relación parecía ir bien, llevábamos seis meses y la relación empezó a volverse tóxica, controlaba mis amistades, era celoso en exceso, empezaron las peleas y gritos, en uno de sus tantos arranques de ira grito que solo me utilizaba para alejar burlas y eso funciono a la perfección para él.
Me aleje de él, ahora era yo quien recibía burlas, olvide mencionar que la última discusión fue frente a un público chismoso, sus amigos.
En segundo puesto tenemos a Dylan, segundo corazón roto, tercer año de secundaria, era el típico chico malo, de nuevo voy yo, volando como una tonta ilusa, no lo voy a negar, soñaba con un cliché de película.
De esos que se vuelven famosos en cines. Una competa basura.
Era una nerd, pero estaba en el equipo de porristas, ahí lo conocí, él era mariscal de campo y yo la líder del equipo de porristas, coincidimos en algunos eventos, nos tocó organizar eventos y empezó a formarse un romance. Mis sentimientos crecían día a día, creía que no se podía amar a tal magnitud, lo veía como si hubiera sido mí primer amor y eso lo hizo mágico para mí, el hechizo se quebró cuando descubrí que me era infiel, o más bien yo era la otra.
Tenía una relación con quien se suponía era mi mejor amiga, le conté todo, como me empecé a enamorar de él, cuando empezamos, ella conocía todo de mí, llevaban uno año juntos y nunca me enteré de eso, mancharon mi imagen, me dañaron y lo demás es historia.
¿El tercero? No vale la pena recordar a grandísimo asno, no valía la pena y nunca lo hará, además de que odio recordar todo lo que me causó, lo que me hizo sentir y pasar, creo el sentimiento del odio. Un sentimiento que te hunde y arrastra con él.
¡No otra vez, Katherine! ¿Dónde están mi tenis favoritos? No, espero y esos pequeños demonios no lo volvieran hacer, saco mi cabeza de debajo de la cama y me incorporó.
Prácticamente comienzo a gritar desde la puerta de mi cuarto para saber dónde está mi tenis.
— ¡¿Dónde están mis tenis negros?! — Miro a James correr hacia mí con mi tenis en mano.
James es mi hermano menor, tiene 15 al igual que su mellizos, Charlotte. Son tan iguales pero a la vez tan distintos. Como el invierno y el verano. Polos opuestos.
Y también, tenemos a la pequeña Sofie, con seis años resulta estresante, también es tierna y dulce pero molesta. Te saca canas verdes.
Gregor, estudiante de medicina, un completo extraño para mí, nos tratamos como extraños, dejamos de ser esos niños de siete y diez años que jugábamos diariamente en el parque de la zona.
Mi tenis está completamente llenos de lodo, le doy una mala mirada, molesta, golpeó levemente su hombro, pero el cómo todo chico exagerado suelta un "auch"
— ¡Apenas te roce el brazo, chillón! — me burló, me mira con los ojos entrecerrados, una sonrisa socarrona se pinta en sus labios, sea lo que sea que valla a decir, niño es algo bueno.
— Eres una bruja sin corazón, me sigo preguntando cuál de los tres fue el que más dolió. — El odio se apodera de mi cuerpo, golpeo el marco de la puerta con mucha fuerza, recordando sus apestosos rostros, James me mira apenado.
—Ya vete clon, tienes escuela. — No duda ni un momento en correr a su habitación, sonrió levemente, a pesar de todo él y mis hermanos menores lo son todo para mí.
Miro mis nudillos y estos están sangrando, ¿Por qué me siguen afectando tanto? Porque todos esos patanes me dañaron, me utilizaron, por qué fui una apuesta varias veces y no quiero volver a sufrir por alguien.
Tal vez el amor solo un sentimiento creado por la necesidad de sentirse importante en la vida de alguien más. Por una necesidad.
Camino hacía mis botas negras, que se encuentran tiradas en una esquina, me las pongo para después ir al baño. Lavo la herida, me pongo una pomada cicatrizante y gasas.
Me considero una bomba, explota con el tiempo y causa estragos donde este. Unos ojos grises me devuelven la mirada a través de mi reflejo, los considero hermosos, dos pozos sin fondo. Mi mayor arma.
Miro una espinilla en mi nariz, me acerco más al espejo, intento reventarla, pero no se puede, simplemente queda roja la zona de mi nariz, es una espinilla enterrada. Gruñón fastidiada, no puedo taparla, si lo hago será peor. Mucho peor.
Me pongo un poco de labial rojo y me hago un rápido delineado de ojos, cepillo mi cabello negro, me gusta como los colores contrastan en mí, el gris de mis ojos, el negro de mi cabello y mi piel de un color chocolatoso.
Voy por mi mochila y bajo hacia la cocina, me encuentro con todos desayunando tranquilamente, mi madre mira mi mano vendada y la preocupación cubre sus facciones, puras patrañas, me dedico a ignorarla, mientras mi hermano menor me ve con culpa.
Gregor se encuentra repasando sus notas ni si quiera me da una mirada, ahora ve que ser doctor no es tan fácil como pensaba, pobre, ya no tiene tiempo para salir con sus amigos. Una completa lastima.
De nuevo a la preparatoria, es mi último año, después de las vacaciones de Semana Santa los profesores acostumbran a torturan a sus alumnos con demasiada tarea que yo no pienso hacer o al menos en su mayoría.
Soy buena en la escuela, mas no soy la mejor, no necesito hacer demasiada tarea para demostrar lo que soy capaz, hay materias que odio y ni siquiera me esfuerzo en ellas, lo veo como una pérdida de tiempo.
De igual forma hay profesores que me odian de sobremanera y hago todo lo que está en mis manos para hacer que se traguen sus palabras, el mes pasado estudie por dos días segundos para restregarle mi diez al profesor de química.