El fuerte ruido de alguien bajando la cadena del baño me despierta, abro los ojos, recordando mi plan macabro. Aun con mi cuerpo pesado; tomo un espejo que está debajo de mi cama y camino perezosamente hacía la habitación de James. Dejando el espejo donde estaba.
Al escuchar cómo se cierra el grifo; salgo corriendo a mi habitación, me quedo cerca de la puerta, esperando a que el abra la suya y entre. No tarda demasiado en hacerlo. Me doy palmaditas en la espalda para felicitarme.
Cuento hasta diez y cuando termina mi cuenta, me escabullo hasta la habitación de mi hermano, se encuentra completamente vestido, todavía no se ve en el espejo, está limpiando la cara con una toalla.
Un grito resuena en el cuarto, James se puso completamente pálido, pareciera que se va a desmayar, se observa fijamente, con la boca abierta. El al igual que yo, adora su cabello, un fuerte golpe de mi parte.
— ¡No! ¡Mi hermoso cabello, esta arruinado! — Se ve completamente gracioso, la mayoría de su cabello ahora es rosa y su expresión de terror mezclado con pánico hacen que llore de la risa. — ¡Tu! Tu hiciste esto ¿no es así? Decidiste simplemente arruinar mi cabello y probablemente mi reputación en la escuela, eres increíble Katherine.
— No seas llorón. — murmuró. Me da una mirada que en otra realidad me dejaría a seis metros bajo tierra. — bien, chico. Te daré una solución a tu problema.
— ¡¿MI PROBLEMA?! — explota. — ME TEÑISTE LA CABEZA...
— No me grites. — le corto. Cortante. Tiene derecho a enojarse pero no a gritarme.
— ¿Que está pasando aquí? — Entran mis padres, al ver la cabeza de mi hermano mi padre niega con la cabeza y mi madre lleva una de sus manos al pecho. Aja, muy molesta.
— Katherine Evans, arregla eso ahora y estarás castigada toda la semana. — ¿Cree que eso me importa? Eh ignorado todos sus castigos y aún intentan usarlos. Patético.
— Ajá... Sígueme cabeza de unicornio — Camino hasta el baño con el pisándome los talones. —Tengo día opciones para ti, cual eliges ¿1, 2 o 3?
1 raparle la cabeza, 2 pintarle el cabello azul. 3 darle la verdadera solución.
— Dime de que trata cada opción Katie — ¡Lo hace apropósito! De esta no se salva, esta va por gritarme.
— Elige ahora mismo o te dejo cómo estás en este momento. — La rabia contenida se posa en sus ojos grises, mirándome de manera que se hace más que obvio que esa rabia va para mí.
— Número 2. — decide por fin. Suspira.
— Pintarte el cabello azul, lastima, yo quería raparte la cabeza. — Sorpresa llena su rostro, esa no se la esperaba. Se recompone en segundos. Volviendo a su fachada inicial. En eso nos parecemos un poco, en que siempre tenemos una fachada para todas las situaciones en la que podamos estar.
— Déjalo así, voy a buscar un gorro para disimular un poco esto. — Pasa a un lado de mí, golpeando mi hombro fuertemente, gruñó por lo bajo y me giro a verlo. No fue la reacción que esperaba de él, pero bueno, ya no importa, creo que tengo que hacer algo para solucionar lo que hice.
¿Por qué hago eso? Por qué no quiero que sea quien reciba burlas en su escuela, no quiero que pase lo mismo que yo. No él.
— Detente. — le digo. Camino al baño y le tiendo una botella de champú, esperando que entienda la indirecta. Que es muy directa. Indirectamente directo. Entorna los ojos varias veces, intercalando miradas de mí a la botella con olor a fresa.
— ¿No tiene ningún truco? — Me pregunta. Desconfiado. Toma la botella lentamente. Receloso.
— No. No lo tiene, Rosita Fresita. — le aseguro.
— ¿Por qué lo haces? — dice al fin.
— No quiero que seas blanco de burlas, las bromas te las gasto yo, sé lo que se siente, es horrible y no quieras que sientas eso. — Le restó importancia al asunto encogiéndome de hombros.
— ¿Dónde está mi hermana? Con quien podía bromear sin terminar con el cabello rosa, con quien podía contarle todo, quien me hablaba de todo lo que le pasaba. ¿Dónde quedó esa Katherine? Donde quedo mi hermana.
Siento una puntada en el pecho, niego con la cabeza varias veces, borrando mi sonrisa. Le miro a los ojos. Está esperando a que le responda algo.
— Te lo diré solo esta vez, James, esa Katherine ya no existe, desapareció hace dos años y nunca va a volver, al manos no pronto. — murmuro antes de irme a mi habitación a cambiarme.
Elijo un short ajustado y un top negro, mi chaqueta roja y unos botines de tacón negros. Me maquillo como casi siempre, mi labial rojo mate y delineador de ojos. Antes de irme, voy al baño y hago todas mis necesidades, me lavo las manos, los dientes y me cepillo el cabello.
Cuando bajo a desayunar miro a James con su cabello negro de nuevo, mis padres me dedican una mirada de muerte pero solo les doy una sonrisa cínica. No es algo nuevo.
— Katherine, estás castigada por todo el mes, te aguantamos tus actitudes todo el maldito tiempo y parece que solo empeoras, pero esto, esto no es algo que podamos aguantarte.
— ¿Actitudes, hombre? ¿Por qué no hacen el esfuerzo de entenderme? — Finjo pensarlo unos segundos. — A, espera, ya lo sé.
» Porqué para ustedes no significo nada, porque creen que no sufrí, porque nosotros no podemos sufrir, porque no ven nada más que lo que tienen frente a sus narices, se limitan a eso ¡Pero adivinen que! Ya lo me importa que me castiguen, no me interesa, nada me aferra a ustedes, ¡Nada! no tengo ningún lazo afectivo o esa mierda de la que tanto hablan y poco practican con su familia. Si se nos puede llamar así, claro.
» La familia solo son personas que llevan tu sangre, nada más, cuando más lo necesité estuve sola, no había nadie para mí, nadie me pregunto si necesitaba compañía, para ustedes era un "no tiene nada, solo quiere llamar la atención ya se le pasará" ¡Pero nada más los despiden por irresponsables y...!
Un fuerte picor se hace presente en mi mejilla, aprieto los puños a mis costados, me muerdo la lengua fuertemente, conteniéndome. Un ardor me recorre el cuerpo y me entran ganas de escupir cuando un sabor metálico llena mi sentido del gusto.