Comienzo esta aventura con una mezcla de inquietud, anhelo y fascinación. El que una mujer sin una debida instrucción lingüística y de narrativa emprenda un viaje tormentoso y difícil, al contar su vida, es una muestra de osadía que no está exenta de peligros, considerando que tendrá como lector a su hijo cuando cumpla su mayoría de edad. Deseo enseñarle a mi retoño una imagen clara de una fémina que sufrió por la traición de un gran amor, pero que aún embargada por el desánimo y la depresión supo levantarse y aferrarse a una segunda realidad que le brindó la oportunidad de experimentar los sentimientos más hermosos de una representante del género femenino: la maternidad. Cuando te tuve en mis brazos fui capaz de perdonar porque nada se compara con la alegría de tenerte a mi lado. Hoy le doy gracias a Dios por permitirme otorgar el milagro de la vida.
Valoro cada uno de los acontecimientos que conforman mi pasado porque me forjaron como ser humano. Amo cada minuto de ese espacio de tiempo y cada lágrima derramada porque me llevaron a ti y me brindaron la fortaleza para permanecer a tu lado a pesar de las adversidades.
Serás mi único juez y espero que mis enseñanzas te permitan entenderme sin cuestionamientos y que, entre líneas, solo veas a la mujer que comenzó a vivir a plenitud el día en que naciste.