Finalmente acepto, por su insistencia, la invitación del joven que, meses atrás, en aquella salida con mis compañeras de trabajo, había tocado, sin saberlo, un punto doloroso del pasado. Ya no me siento desleal y logro pasar una velada agradable, a su lado. Es delicado y me trata con caballerosidad y cortesía y, después de muchos encuentros, comienzo a replantearme la idea de recomenzar mi vida amorosa. Sin embargo, no tengo prisa, quiero ir lentamente, tras curar mi alma por completo, antes de lanzarme a una nueva relación que, de cierta forma, sería un descubrimiento y el inicio de una vida nueva, hasta llego a pensar que solo he tenido una experiencia amorosa y que esta no podría igualarse ni en duración, ni intensidad, pero pronto descubro que, el amor, cuando se cultiva crece y alcanza grandes dimensiones. Cada día, con sus pequeños detalles y su galantería, se gana el respeto, admiración, confianza y amor de mi parte. El sentimiento, que está naciendo es suave, que me edifica y hace que dé gracias al Señor, cada mañana, por haberme concedido el milagro de la vida, a pesar de haber pensado en la muerte, en el pasado, como el único camino seguro para alcanzar la paz.
He encontrado un hombre temeroso de Dios, de una lealtad probada y eso me colma de dicha. Me gusta levantarme a su lado, porque, cada mañana, le da gracias al Señor, con vehemencia, por haberme encontrado. Soy especial para él y me encanta sentirme querida y deseada. Nos casamos después de un año de noviazgo, cuando estuvimos seguros de querer pasar toda una vida juntos.
A veces cuando, en la tarde, él se acuesta a mi lado, y lo contemplo vienen, a mi mente, imágenes del pasado, con Alberto, en las siestas vespertinas y me entristece pensar que, el tiempo implacable, muestra su poder señorial, arrebatándonos a las personas importantes para nosotros, dejándonos solo la impotencia y el recuerdo de haber compartido, con ellos, en el pasado. Entonces Jaime, como buen observador y que, además, ha aprendido a leer mi rostro, al ver mi tristeza y, para animarme susurra, a mi oído, frases tiernas, seductoras, que relegan a un segundo plano, los recuerdos, para hacerme vivir una realidad, cargada de romanticismo y amor y me abandono a las caricias que, como un bálsamo divino, curan las heridas, dejándome, solo, cicatrices.