“Dean vivía en las calles de una ciudad con altos rascacielos. Para las personas él era alguien invisible, inexistente. Eran indiferentes. Uno de los peores sentimientos del ser humano orgulloso. Aunque había unos pocos, llenos de misericordia, que se acercaban dejándole tarros con sopa, alimentos o abrigos. A veces socializaba con Amara, una chica que soñaba que era una pirata y al igual que él vivía en la calle.
Los días de lluvia Dean agudizaba su oído y escuchaba lo que las gotas de agua tenían para decirle cuando chocaban contra el suelo u otros objetos. A veces oía una canción de Bob Marley y otras escuchaba poesía. Dean no sabía porqué pero la lluvia siempre le hablaba. Quizás era un talento especial o tal vez era Dios quien intentaba decirle algo. Empezó a registrar en un pequeño cuaderno que había encontrado en un contenedor de basura las palabras que oía decir al agua. Escribía cada vez que había una tormenta. Llegó a llenar el anotador. Si bien tenía sentido todo lo que decía, se dio cuenta que había cosas que se repetían como por ejemplo: “Se están quedando sin hogar. Estoy teniendo dolores de parto. Me están matando.” Dean tardó unos meses en entender que era la misma tierra que le estaba hablando. Pero no sabía qué hacer para ayudar. Ni siquiera lo escucharían porque él era un ser invisible a los ojos de una sociedad adulterada por la codicia y el egocentrismo. Dean entendió que no había nada por hacer y que la tierra estaba llorando en palabras cómo se sentía. Oía el dolor de un planeta descuidado por la mayoría de sus habitantes. Así que Dean, la próxima lluvia, lloró empáticamente junto a su amado planeta.”
por Valeria O.
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Escrito el 19/05/2019
F A C E B O O K: “Escribiendo entre las nubes”
B L O G: www.escribiendoentrelasnubes.blogspot.com
El binomio fantástico: Oye - llover