Lluvia

~CAPÍTULO 2

Apenas abrí los ojos y lo primero que escucho es la alarma sonar, cuando la apago veo la hora, 7:30 AM.
—Mierda— exclamé mientras me levanto y me visto lo más rápido posible -hoy no podré ducharme antes de salir- dije para mis adentros.

—Nana, bebé, es hora de despertar— la muevo lo más suave posible —es tu primer día en la primaria nana— terminé de pronunciar la oración y ella abre los ojos dejándome ver su hermoso color verde.

—Hola hermanito— pronuncia ella mientras se estira y se refriega los ojos con los dedos.

—Lavate la cara y vestite mientras hago el desayuno— la miro con una sonrisa mientras salgo para la cocina.

Mientras ella termina de desayunar yo me pongo a planchar su delantal blanco decorado los bordes de los bolsillos con rosa y con su hermoso nombre bordado en el pecho.

Los dos salimos lo mas rápido posible de casa y fuimos directo para el colegio, no eran muchas las cuadras pero a mí se me hicieron eternas.  Después de despedirme de mi hermana y verla entrar, me estaba por ir cuando de repente siento que me tocan el hombro.

—Disculpe, vos sos el hermano de...

—Narella— la interrumpí al ver que no se acordaba el nombre de mi hermana.

—¡Claro! Narella, necesitaría hablar con usted porque faltan completar algunos datos del formulario.

—¡Con mucho gusto!— Dije mientras la seguía, aunque por dentro me quería cortar las bolas, no tenía ganas de socializar con nadie.

Al sentarme en su oficina ella se acerca con una carpeta y empieza a buscar.

—¿Cual es su apellido?— pregunta sin despegar la vista de la carpeta.

—Pardo, Narella Pardo— contesto lo más firme posible.

La señora saca unas hojas de esa carpeta y las apoya sobre el escritorio -necesitaría los datos de tus padres- dice amablemente.

—Emm... yo no tengo padres— digo un poco dudoso porque ya se a lo que venía todo esto, hace 6 años vivo solo con mi hermana y siempre me interrogan lo mismo.

—Necesito los datos de algún adulto responsable.

—Yo soy el adulto responsable, yo me hago cargo de ella, está a mí cargo— digo rápidamente y ella levanta las cejas y me mira fijamente con los ojos bien grandes.

—¿Pero usted cuántos años tiene?— pregunta la mujer sorprendida. Esta conversación ya comienza a fastidiarme.

—Tengo veinte años y por favor ¿podría darme la planilla así la completo? tengo que ir a hacer unos trámites— dije de mala gana así de una vez terminaba este interrogatorio.
Ella asintió mientras me alcanzaba la planilla con una lapicera. 

Al salir de ahí me encuentro con el clima cálido de marzo, todavía me faltan dos semanas para que yo empiece la universidad, así que estaría necesitando conseguir un trabajo urgente.

Empecé mi búsqueda dejando currículum en todos los bares, panadería, cafeterías y restaurantes que fui encontrando, así es como se me paso todo el día completo y ya eran las 4 PM, tenía que ir a buscar a Narella al cole.

Pasé por casa a buscar un ramo de cartulina lleno de chocolates que yo le había hecho y ahí fui a retirarla.

Mientras que yo estaba ahí parado esperándola veía que todas las madres me observaban extrañadas, no sé si era por lo joven que soy (aunque a eso ya me había acostumbrado) o porque llevaba un gran ramo de cartulina verde, pero bueno, es tradición regalarle un ramo así el primer día clases de primer grado.

—¡Ale! ¡Ale!— escucho a lo lejos que me llaman haciéndome salir de mis pensamientos.

—¡Nana!— corro a donde está ella y nos abrazamos —esto es para vos— digo mientras le doy el ramo y ella lo mira con los ojos brillantes esbozando una gran sonrisa.

—Sos el mejor Ale, ¡gracias!— me dice mientras me vuelve a abrazar.

El camino a casa fue bastante rápido.

Ella me contaba las cosas que hizo en el cole, los amigos que se hizo y lo buenas que eran las seños. Yo la escuchaba atentamente, me ponía tan feliz verla así.

Narella merendaba mientras miraba en la televisión los dibujitos animados y yo estaba atento al celular por si me llamaban de algún trabajo, pero no, no tuve suerte.

Así es como se paso toda la tarde hasta que comimos y nos fuimos a acostar.

—Espero mañana tener algo de suerte en mi día— susurré para mi mismo mientras que mis párpados empezaban a pesarme y el sueño me venció.

 




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