Lluvia de estrellas

Capítulo 1

En el universo pasan cosas extraordinarias cada una milésima de segundo, y una de cada diez mil personas nace destinada a algo grandioso, algo fuera de los limites de la cordura, algo demasiado grande como para que otros puedan llegar a entenderlo, pero eso no significa que esa persona este destinada a la felicidad.

Mi madre siempre dice, que los seres especiales están destinados a vivir vidas especiales, pero ¿qué tan especial puede sentirse alguien que ni siquiera puede mostrarse al mundo sin sentir temor?, esta puede considerarse la triste historia de mi vida.

Desde niña solo conozco las cuatro paredes de mi casa, por miedo a lo que pudiese sucederme mis padres consideraron que la educación en casa era lo mejor, alejándome del resto del mundo para que nadie descubriese lo que realmente sucedía conmigo, sin embargo ahora que tengo diecisiete han tomado la decisión de darme la libertad que yo no he pedido, obligándome a estudiar en un instituto, exponiéndome a todo lo que implica que otros me vean.

Llevo horas sin dormir, la presión esta matándome, no se que hacer para evitar salir de casa, el miedo invade mi mente exponiéndose en mis ojos, el morado intenso era la prueba de que toda esta situación me daba pavor.

Suena la alarma de mi despertador, son exactamente las siete de la mañana, el sol no ha salido, en su lugar permanece constante una molesta lluvia. Apago la alarma resoplando y me incorporo sobre el colchón estirándome, mi largo cabello me cae en cascada cubriendo mis hombros y desplazándose por mi espalda hasta la cintura, froto mis ojos y escucho pasos, entra mi madre a la habitación en tres… dos… uno…

—Buenos días dormilona, hora de despertar —.

—Buenos días mamá —saludé con una media sonrisa.

—¿Qué sucede hermosa? No parece que hayas dormido mucho —señaló mi madre observando mi rostro.

—No quiero ir, no entiendo cuál es el afán por sacarme de aquí, saben lo que sucederá si alguien me descubre ¿no temen por mí? —pregunté con una mezcla entre miedo y rabia, y en mis ojos se mezclaron el morado y el rojo.

—Nova, necesitas socializar conocer a otras personas, no puedes vivir tu vida dentro de estas cuatro paredes —explicó intentando convencerme.

—Pero yo no quiero, ¿es tan difícil de entender? —recalque enojada y mis ojos se tornaron rojos por completo.

—Es por tu bien mi niña, ahora solo estas poseída por el miedo, pero dentro de unos años te lamentaras de no haber aprovechado esta oportunidad, necesitas tener una vida como el resto —

—A pesar de que no soy como ellos —señalé y mis ojos se apagaron tornándose negros.

Mi madre paso un mechón de mi cabello por detrás de la oreja y me respondió con una sonrisa.

—Eres mejor —.

Mis padres siempre me alentaron a verle el lado positivo a todo y a aceptarme como soy haciendo de mis habilidades un don y no una maldición como lo veía yo en muchas ocasiones.

Mi madre abandona la habitación para que yo me preparaba recordándome que el desayuno me esperaba abajo. Observe por un momento mi cuarto en silencio, respire hondo y me levante para mirarme al espejo, ella tenía razón, el miedo me estaba dominando, era hora de ser valiente y enfrentar nuevos desafíos. Mire la hora y ya estaba un poco atrasada así que mientras preparaba mi mochila use mis habilidades psíquicas para sacar el uniforme del armario junto con los zapatos, los coloque encima de la cama y corrí al baño para una necesaria ducha.

El agua caliente me ayuda a relajarme llevándome a mi estado de equilibrio emocional devolviendo el color gris a mis ojos. Me coloque el uniforme y los zapatos, saque unas gafas de sol extra oscuras de uno de mis cajones del armario y una gorra gris, me recogí el cabello escondiéndolo con la gorra para evitar que el color tan llamativo captara la atención y me coloque las gafas, casi no veía con ellas, pero era mejor eso que arriesgarme a que alguien viese mis ojos cambiar de color. Por último, adorne mi cuello con el collar que mis padres me habían regalado en mi primer cumpleaños, el dije era una estrella plateada adornada con veinticuatro diamantes.

Bajando las escaleras me quite las gafas y las guarde momentáneamente en le bolso, desayune en silencio perdida en mis pensamientos, mis padres no dejaban de observarme, podía notar su preocupación, pero no iban a detener nada de esto.

Al salir de casa unas cuantas gotas de agua mojaron mi blusa antes de subir al auto, normalmente me gustaba la lluvia pero no se porque esta me provocaba un mal sentimiento, me deprimía.

—Todo saldrá bien señorita Nova —exclamó Fredy, al mirar por el retrovisor cuando nos detuvimos en un semáforo.

Fredy era un joven de treinta y cinco años que trabajaba de chofer para mis padres desde que nací, lo consideraba mi hermano mayor siempre me daba buenos consejos, además me había enseñado a tocar la guitarra y era el único amigo con el que solía jugar cuando era pequeña.

—Supongo que mis ojos te dieron el dato —afirme con una media sonrisa.

—Digamos que el morado no es un color muy usual de los ojos humanos —.

Fredy dibuja una leve sonrisa y volvió a poner el auto en marcha.

—Lo sé, pero no puedo evitarlo, solo pienso en todas esas personas que estarán observándome y... —.




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