I-II
El ambiente nocturno se sentía muy distinto a la gran zona hotelera de Alabis. Las calles seguían igual de vacías, sin contar a los guardias plateados que seguían vigilantes, suspicaces. Las luces provenían de extraños orbes productores de un tenue brillo azulado. Todo esto, junto con el viento silbando y la gran torre que se elevaba, imponente, en el centro de la aldea, le daban a Jack la impresión de encontrarse en otro mundo. Una sensación magnifica.
—Nada mal para un escéptico ¿eh? —Lina, que conocía bien los gustos de su esposo, sonreía alegremente, disfrutando de la lección que le habían dado—. Ha sido una experiencia inolvidable.
Jack respondió con una sonrisa, pero su vista buscaba en las construcciones arqueanas. Necesitaban un lugar en el que pasar la noche. Hasta donde sabía, 24 horas era el tiempo que se les permitía estar en este lugar. Sus ojos se detuvieron en un lugar cuyas letras destellaban en un idioma que reconocía. Nocturna, rezaba.
La edificación con el letrero era muy pequeña, de estructura circular, construida en piedra volcánica pulida. Se acercaron hasta la puerta y Jack levantó la mano para golpear en ella, pero al instante, se abrió por sí sola. Miró a Lina, sorprendido. Ella le dirigió una sonrisa, animando a Jack a seguir.
Ambos entraron y se encontraron en una pequeña sala de estar. Una mesita y un pequeño sofá con forma de nube eran los protagonistas de su visión. Lina se sentó tan rápido como pudo, hundiéndose en la suavidad del soporte.
—Wooo... ¿Qué es esto? —dijo Lina, sorprendida, pero en voz muy baja—. Es... ¡Es tan suave! Es como si estuviera flotando. Jack... tienes que intentarlo.
Jack la vio y sonrió. Su esposa se divertía como una niña, aunque ya se veía bastante cansada.
—Espera un momento cielo, ahora lo intento —dijo él, y se dirigió a un pequeño artefacto dorado flotante.
Se le quedó viendo, curioso. Eran dos pequeños metales imantados que se repelían el uno al otro, flotando sobre una minúscula base metálica.
Jack no pudo contener la curiosidad y tocó el que se encontraba encima. Al instante, el objeto fue impulsado hasta el segundo metal, produciendo un tenue sonido al chocar, para luego volver a su antigua posición como un resorte. Era una simple campanilla. Volvió a tocarla, esta vez con seguridad, y esperó a ver si alguien venía. Pasados unos instantes una mujer se hacía presente.
—Buenas noches —dijo, o por lo menos eso creyó decir, mientras daba un gran bostezo. Parecía algo aburrida y ni siquiera había mirado a sus visitantes.
—¿Disculpe? —contestó Jack.
La mujer —que había hablado en un lenguaje desconocido— abrió bien los ojos y miró a Jack con curiosidad. Su cabello negro, tez morena y sus ojos verdes dejaban claro que también era una arqueana.
—Español, ¿verdad? Lo siento, estaba distraída —dijo la joven en un español muy fluido, como si fuese su idioma de nacimiento.
Jack la miró, estupefacto.
—¿También puede hablar nuestro idioma? ¿Qué idioma era ese que ha usado al principio? Es desconocido para mí —dijo Jack extrañado, pues él conocía bastante bien la mayoría de idiomas.
La muchacha se llevó una mano a los labios de manera pícara. Acto seguido, colocó su mano discretamente sobre el dije plateado de la gargantilla que portaba en el cuello. Lina lanzó una mirada fugaz a la joven que hablaba con Jack; no dijo nada, simplemente se hundió en su asiento para seguir disfrutando de la comodidad sin dejar de mirarla.
—Oh vaya. Pues ese era arqueano —explicó ella, haciendo gala de su uso del lenguaje, sonriéndole a Lina—, ¿no es natural?, es el lenguaje que se ha hablado en todo Arquedeus desde el inicio de los tiempos
—Debí haberlo supuesto —respondió Jack, dándose un golpecito en la cabeza—. Pero parece que también conoce nuestro idioma. Acabamos de visitar la torre, conocimos a Ahkzar y también hablaba el español.
Hasta ahora caía en cuenta de que ya no estaba en Alabis. Se encontraba realmente dentro de Arquedeus, ya no había galeanos cerca que pudiesen modificar la forma de vida de los residentes, ¿por qué necesitarían el español?
La joven asintió con la cabeza.
—Es natural. Utilizamos esto —respondió, señalando el dije que adornaba su cuello—. Es un traductor. Contiene todos los idiomas del mundo. Un aditamento algo olvidado e innecesario desde ya sabes..., los conflictos.