La visita al cine de Alabis había tenido un éxito momentáneo. Jack no tardó en sentirse, otra vez, abrumado por su realidad. Sin embargo, esta vez trató de ocultarlo a su esposa, pues no quería preocuparla demás.
Nada podía distraer su mente del caso que le atormentaba. Sabía que entre sus manos tenía algo grande, pero aún no podía descifrar el enigma. Muchos grandes científicos han caído en la locura por tratar de encontrar una de estas incógnitas insuperables para el conocimiento humano, han pasado sus vidas intentando resolverlas y, al final, han muerto sin lograr nada. No quería convertirse en uno de ellos, la idea lo enloquecía.
Hace pocos días había llamado al Dr. Rogers para preguntar sobre la situación de la ciudad, pero su respuesta no lo había animado demasiado.
“¡Tonterías! Ya puedes volver. El volcán no ha dado problemas, pero una arteria de magma a nacido en el subsuelo… debemos investigar de donde viene”, es lo que había dicho. Pero por supuesto, él no estaba convencido, vamos… el hombre incluso llamaba Brauqui al volcán.
Jack suspiró. Eso de que una arteria magmática hubiese salido de la nada era bastante raro. Cosas extrañas pasaban en Nivek y nadie tenía respuestas. No parecía buena idea volver a la ciudad, pero pronto tendría que hacerlo. Lo único que le quedaba era confiar en que todo estaría bien.
Pero ni siquiera el reporte semanal de Niel lo tranquilizaba. Ya eran tres los reportes que había recibido sin alguna novedad importante. Lo único relativamente interesante, habían sido los resultados fallidos del nacimiento de los huevecillos que Niel había expuesto a diversos factores. Habían nacido con mutaciones simples, ninguna desconocida. También había enviado una foto bastante curiosa de una serpiente que intentó comerse a sí misma; el animal había tratado de engullir su propia cola, formando un extraño anillo reptiloide, pero eso, por supuesto, no servía para nada. Una serpiente con patas habría estado bien, algo nuevo en Bertha, o incluso una serpiente muerta de forma inexplicable hubiera bastado para llevar a algún rumbo su hambre de respuestas.
Suspiró y se quedó observando a Lina hacer ejercicios de Yoga, —recomendados por Delia para que no tuviese un parto doloroso—. Siempre que hacía eso, la música relajante ayudaba a Jack a sentirse tranquilo.
—¿No vas a dormir, amor? —le dijo Lina, terminando sus ejercicios para ir a ducharse.
—Lo intentaré —dijo Jack, resignado, mirando por una amplia ventana con vista a la playa. La luz de la luna se reflejaba en el oscuro mar.
—¿Otra vez pensando en tu investigación? Relájate un poco, ya podrás pensar en eso cuando volvamos a Nivek —dijo su esposa, mientras se desvestía.
Después de intentarlo muchas veces, ya se había cansado de la actitud de su esposo y lo había dejado por la paz.
—Si tuvieras la respuesta al origen del ser humano frente a ti, pero en un idioma diferente. ¿Podrías dormir? —dijo Jack, sin mirarla.
—Sí, y al día siguiente buscaría un traductor —respondió ella, fastidiada.
—Un traductor, ¿eh? —dijo Jack, a media risa—. Ojalá tuviese algo así para descifrarlo.
Lina tomó una toalla y entró al baño sin echársela encima. Jack la miró. Su delgada silueta apenas lucía distinta con el embarazo, el cual, desde su espalda, era un detalle apenas notorio. Dejó escapar una risa triste. Su esposa... la estaba preocupando demasiado. Ya estaba cansado, estaba cansado de sí mismo y de tanta frustración. Quería dejarlo ir... pero no podía.
Lina se perdió de vista en la bañera mientras Jack seguía atormentándose. Comenzó a caminar, de un lado a otro de la habitación, como un león enjaulado, ensimismado. Parecía que le estallaría la cabeza, estaba cansado de pensar; habría dado millones por desconectar su cerebro y poder dormir sin soñar con las incógnitas sobre el origen de la vida.
Pasó unos minutos en ese estado, hasta que se rindió ante él mismo. Tomó su portátil y se puso a revisar nuevamente los correos y reportes semanales. Se encontró de nuevo frente al último correo de Finn: Ha demostrado inteligencia. En su desesperación, lo abrió.
«Hola de nuevo profesor, ¡espero que esté disfrutando sus vacaciones! ¡Aquí el clima va fatal!, el calor es insoportable, aunque parece que a Bertha le va de perlas, se le ve muy activa últimamente. Fuera de eso, ¡ha ocurrido algo sorprendente! Hace unos días me encontraba con Bertha y Martha. Estábamos pasando la tarde muy a gusto, hasta que estuve a punto de sacar a Martha de paseo, entonces Bertha comenzó a actuar extraño.