Lluvia de Fuego: La Era del Fuego 1

Capítulo 21: La Magia es Real

Las escaleras metálicas se teñían de rojo, no sabía qué hacer. Había demasiada sangre y Lina estaba inconsciente. Se arrodilló junto a ella y revisó la herida para ver si podía hacer algo, pero el objeto atravesaba de lado a lado el costado derecho de su esposa.

—¡Cariño, despierta! Por favor no me dejes, no me dejes, no me dejes —repetía Jack, entre sollozos.

Kail empezó a llorar con intensidad, pero Jack lo dejó en el suelo; en ese momento, sólo tenía ojos para el amor de su vida.

La sostuvo entre sus brazos y siguió llamándola por su nombre. La tenue luz de la lámpara iluminaba el rostro de Lina, en el cual caían lágrimas de su esposo, resbalando por sus mejillas.

—Es... tu turno —murmuró la chica.

Jack contuvo su respiración un momento, ¿había escuchado bien? Miró a su esposa y dos hermosos destellos dorados le devolvieron la mirada.

—¿Mi turno? —dijo él, confundido. Apenas podía hablar.

—Kail... está llorando —dijo Lina, apenas consciente.

—Kail... Kail... Sí, Kail —dijo él, con un hilo de voz. Lina se refería a sus turnos nocturnos. Sonrió ante su inquebrantable sentido del humor—. Sí, sí. Creo que es mi turno.

—¿D-dónde estamos? ¡Ay! —se quejó Lina, al intentar sentarse.

—No te muevas—le dijo Jack, sin soltarla.

Lina hizo un gesto de dolor, haciendo que desviara sus ojos y los clavara en el objeto que lo causaba. Le tomó tan sólo un segundo darse cuenta de lo que ocurría. Abrazó a Jack con fuerza y respiró hondo, hasta que el aire le causó una punzada en su pecho.

—No me queda mucho tiempo, ¿verdad? —dijo Lina, intuyendo su destino.

La sangre emanaba como de un grifo abierto. Jack, hacía lo que podía para detener la hemorragia, pero la joven, ya ni siquiera sentía la mitad derecha de su cuerpo. La movió despacio, hacia atrás, buscando el barandal de la escalera para recargarla.

—No pienses eso —dijo él, mirándola preocupado—. Saldremos de aquí y podrán atenderte.

Lina sonrió.

—Jack, cariño, hay un monstruo tan grande como un edificio persiguiéndonos. No puedo moverme, ¿de verdad crees que podamos hacer algo? —preguntó ella.

Jack desvió la mirada. No quería mentir.

—Bueno yo..., creo..., creo que podría curarte —le dijo, inseguro.

Hubo un breve momento en el que sólo se escuchó el llanto de Kail, acompañando de su eco, perdiéndose en la lejanía.

—Jack..., mi Jack. Esto... —dijo Lina, refiriéndose al gran trozo metálico que invadía su cuerpo—. No es algo que podamos arreglar fácilmente.

Los ojos de Jack se enfocaron en Lina, la miraba con decisión, con una esperanza que ni siquiera él podía comprender.

—No es eso. Creo que por fin... comienzo a creer en leyendas.

—¿De qué estás hablando?

—Eso que vimos era un dragón. Y ha estado diciendo unas palabras bastante curiosas: Rahkan Vuhl. —Hizo una pausa—. Me lo dice a mí. Estoy seguro. Lina, mi amor. Tengo un extraño poder y… creo que eso lo atrae.

Lina miró a Jack, acariciando su rostro.

—¿Un... extraño... poder? —Tosió sangre. Jack la limpió al instante con la manga de su camisa.

—Es posible, tengo una habilidad... inexplicable —respondió Jack, sin saber muy bien qué decir—. Puedo ver todo de una manera diferente, tengo control de cada célula en mi cuerpo. Quizá..., quizá pueda extender ese control hasta ti, mi amor.

—Eso suena bastante complicado, pero no se pierde nada intentando, ¿no?

La chica sonrió, siempre era sorprendente su actitud ante las malas situaciones. Ni siquiera había mostrado la más mínima expresión de duda en su rostro. Jack sabía que Lina confiaba en él, creería en cualquier disparate que pudiese decirle.

—¿Es que nunca pierdes el ánimo? —dijo Jack, sonriendo también. Acercó su mano a Lina para poder tocarla—. Voy a intentarlo.

Respiró profundo y cerró los ojos. La voluntad por salvarla lo invadió, permitiéndole completar la conexión con el interior de su cuerpo. Observó su propio corazón latiendo y la sangre fluyendo; encontró las terminaciones nerviosas, se sintió recorriéndolas en toda su extensión; siguió sus manos, los dedos, la piel, el contacto con la piel de su esposa, pero… después de ese punto no pudo ver más allá.




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