—A mí también me alegró verte viva, Gianna —dijo Jack, después de escuchar la escalofriante historia.
Gianna había contado todo con lujo de detalle. Sus memorias estaban tan frescas, que todavía se sostenía ambos brazos, contiendo los escalofríos que le producía recordar.
—Aún no logro asimilar lo que ocurrió —respondió la chica—, es decir, ¿un dragón? ¿En serio? No lo creería de no haberlo visto con mis propios ojos.
Jack apenas cayó en cuenta de las palabras de la joven. Era verdad. Tantas cosas habían pasado, tantas, que ni siquiera se había detenido a asimilarlas.
—Nadie sabe lo que podrá ocurrir a partir de ahora —concluyó—, tenemos que prepararnos para lo que sea.
—No creo que un solo dragón pueda representar un peligro importante —dijo Gianna.
—No lo subestimes, Gianna —replicó Jack—. No sabemos con qué estamos tratando. Además, ¿cómo sabemos que sólo hay uno? Podría haber más.
Gianna miró a su profesor. Jack reconoció esa mirada en la joven, siempre la hacía; en clase, en el laboratorio; siempre que se disponía a dar una deducción. Esta chica siempre había sido una estudiante prodigio.
—Si hubiera más —dijo ella—, no creo que se hubiese preocupado tanto por obtener esos huevos, ¿no?
Jack arqueó una ceja. ¿Lo había notado ella también? No cabía duda, nunca dejaba de sorprenderlo. Quizá Niel no era el único que tenía un futuro prometedor. Niel...
—¿Entonces los viste? —preguntó Jack, sorprendido, apartando la imagen de Niel de su cabeza.
—¿Verlos? —dijo Gianna, confusa—. Estaba tan aterrada que ni siquiera quería mirar.
—E-entonces... No comprendo —respondió Jack, aún más confuso, pero claro, no había manera de que Gianna pudiese ver algo de ese tamaño desde el helicóptero.
—Es por la mina. Lo escuché hablar con... con... —Gianna suspiró, incapaz de nombrar a Niel—. Los huevos desaparecieron, ¿recuerda? El dragón debió haberlos tomado por alguna razón. Y sólo me hace pensar que fue para hacer más como él.
Y ahí estaba Gianna, sorprendiendo a Jack otra vez, atacando con la cruda realidad. Jack asintió con la cabeza.
—Cometí un gran error —dijo él—. El dragón era el responsable de las mutaciones de los reptiles.
Gianna se levantó de su catre y se fue a sentar junto a Jack.
—No se culpe profesor —dijo ella, mirándolo a los ojos y poniendo una mano en su hombro—. ¿Quién en el mundo podría haber sabido que algo así ocurriría?
Jack le dirigió una sonrisa a su, ahora, ex-alumna.
—Lo que dices no es del todo cierto —explicó Jack, todavía con una sonrisa apenas perceptible en su rostro.
—¿De qué está hablando? —preguntó Gianna, frunciendo el ceño.
—Arquedeus —dijo Jack.
—¿El continente al otro lado del mundo? ¿Cree que sepan algo al respecto?
—Sólo tengo esperanzas —dijo Jack, pensando en sus habilidades—. El dragón me habló con palabras arqueanas.
—Los Rahkan Vuhl ¿no es así? —Gianna sonrió—. Es curioso, nunca antes habría creído una historia así de no ser por esto. Todavía me cuesta, profesor.
Jack pensó por un momento en las palabras de la joven. Recordó la leyenda de los Rahkan Vuhl y lo que Ahkzar había dicho de su linaje. se suponía que, si alguien pudiese llegar a ser un descendiente, ni siquiera lo sabría. Tal vez podría haber más como él.
—Es difícil de asimilar —respondió Jack, liberando un sutil suspiro—. Pero esa gente podría tener respuestas...
—¿Haciendo planes a futuro, profesor? —preguntó Gianna, con un tono melancólico—. ¿Qué hay de Kail? ¿Qué pasa si no quieren recibirlo? Suena complejo y… tardado.
Jack dejó que su sonrisa se ampliara mientras se mecía para arrullar a su hijo.
—Lo será —respondió—. Tendré que intentarlo. Y si el dragón me está buscando a mí, si esa leyenda de llevarse al último Rahkan Vuhl es cierta, no puedo arriesgarme a que vuelva a encontrarme. No puedo volver a usar este poder… tendré que moverme en las sombras.
—Entonces, ¿se irá? —dijo Gianna, dirigiendo a Jack una mirada de preocupación.
Jack asintió sin decir palabras.
—Profesor... cree que yo podría... ¿acompañarlo? —preguntó Gianna, mirando a Jack, suplicante—. Es que... no tengo a donde ir.
Jack pensó un poco. Llevar a Gianna, sería ponerla en peligro también, pero... ¿no lo estaba ya? En realidad ¿no estaba todo el mundo en peligro ahora?
—La verdad, Gianna, es que yo tampoco tengo a dónde ir, ni tampoco sé qué hacer. Me preocupa Kail —confesó Jack—. Si aun sabiendo eso quieres venir, entonces sería un gusto para mí que nos acompañaras.
Gianna se alegró y sus ojos brillaron, demostrando su gratitud.
—¡Gracias! No quiero quedarme sola —dijo ella, sonriendo de verdad, por primera vez desde que se habían encontrado—. Puedo ayudar con el bebé. Prometo que no seré un estorbo... además, aquí en Yallen vive mí… —Agitó su cabeza, como si alejase un mal recuerdo de su mente—. Creo que… creo que sé por dónde podemos comenzar.