“lo amé en silencio después del caos”

PRÓLOGO

Prólogo

Hay historias que nacen para doler bonito.
Para quedarse pegadas a la piel como cicatrices que no sangran, pero queman.
Esta es una de esas historias.

No fue eterna, ni siquiera duró lo suficiente para entenderla por completo. Pero fue la primera vez que amé sin medida, sin miedo, sin promesas. Me entregué a él como quien no sabe de límites, como quien no conoce el después. Le di mi cuerpo, mis silencios, mis tormentas… y lo peor de todo: le di mi alma.

A veces, cuando cierro los ojos, todavía puedo escuchar su voz llamándome como nadie más lo ha hecho.
Él nunca usó mi primer nombre. Para él yo siempre fui Nayra.
Su Nayra.
Fue el único que me llamó así, como si al pronunciar ese nombre invocara a una parte de mí que solo existía entre sus brazos. Una parte más salvaje, más vulnerable, más viva.

Lo nuestro no fue casto ni puro.
Fue un deseo que no se contenía, fue cuerpo, sudor, jadeo y delirio.
Fue piel rompiéndose contra piel, miradas que quemaban más que el sol del mediodía.
Y sin embargo, fue amor.
Uno sin reglas, sin tiempo, sin lugar.
Uno que se sintió eterno, aunque apenas fue un parpadeo.

Valerio me enseñó a amar sin pedir permiso.
Y también a extrañar con rabia.
A dormir abrazada a una ausencia que nadie más ha podido llenar.

Aún lo espero. No con flores en el alma ni cartas en la mano.
Ahora lo espero con cicatrices que hablan por mí, con labios que se muerden el nombre que no puedo pronunciar.
Lo sigo amando en silencio, desde la distancia de un recuerdo que no sabe morir.

Este libro no busca compasión.
Es un grito disfrazado de susurro.
Es mi forma de no olvidar lo que fuimos.
Es para él, aunque nunca lo lea.
Es para mí, para no dejarme en él.




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