“La etapa más bonita de la vida es la adolescencia”.
“Debes disfrutar tu juventud al máximo”.
“Diviértete ahorita que después no podrás”.
¿Por qué todos los adultos que conozco me dicen frases como esas? De seguro ellos lo vieron así a mi edad, quizás ellos si fueron felices y la vida no les pegó duro. No todos somos iguales ni pensamos igual.
La adolescencia es un asco.
O al menos la mía, ¿por qué me dicen que disfrute si no me dejan ni salir? Eso no es ni disfrutarla ni aprovecharla.
Mi madre siempre me dice que no hago nada en la casa, que no sirvo para nada, que lo único que hago es molestarlos. Bien, le pido permiso para ir con mis amigas a caminar y no me lo permite.
Entonces, he estado pensando que ya estoy cansada de siempre obedecerle todo, es mi madre y sé que lo único que quiere es protegerme, así como ella lo dice. Mis amigas siempre me dicen que las reglas se hicieron para romperse.
Por ello hoy en mi acto de rebeldía pensamos escaparnos de nuestras últimas clases con algunos chicos. La verdad nunca se me había pasado por la cabeza fugarme de mis lecciones.
Quizás hay que arriesgarse para ver qué tal salen las cosas.
—¿Te atreves o no? —Mi indecisión se me refleja en la cara, no puedo evitarlo. Siento como si fuera a hacer algo prohibido, algo indebido y sé que después me va a carcomer la culpa.
—¡Vamos! —No sé cómo la voz me salió tan decidida.
Agarré mi mochila donde llevaba mis cuadernos, me la puse y ambas fuimos hacia donde nos estarían esperando los demás.
—Es medio día, tenemos hasta las cuatro para volver. —Recordé siendo un tanto intensa.
—Tranquila que aquí vamos a estar para cuando sea hora que salgan los autobuses.
Caminamos hacia la parte trasera del colegio, donde está la plaza de deportes. Todo el colegio está rodeado de malla para que los estudiantes no se puedan salir, pero no se percatan que hay un agujero lo suficientemente grande por donde se puede pasar detrás de una bodega, cuya bodega se encuentra a un lado de la plaza de deportes.
No entiendo la razón de esa bodega allí y no cerca de las demás instalaciones. Aunque tampoco me interesa.
Una chica y tres chicos venían en dirección nuestra. En ese momento no supe ni cómo actuar, uno de los chicos es el que me gusta. Esto no puede ser posible.
Sí es posible, lo que no puede ser posible es que también venga el hijo de la mejor amiga de mamá —mi mayor enemigo—, esto sí que no. Mi cabeza empezó a maquinar prontas conversaciones que podrían tener mi madre y él cuando volvieran a ir a casa.
“—¡Uy, señora Brittany a qué no me adivina quién se estaba escapando de clases el día miércoles!
—Chico, si no me dices jamás lo adivinaría, ¿habrás sido tú?
—Claro que no Brittany, ¿cómo se le ocurre que yo me escaparía? No, no, eso es del diablo.
—Tienes razón, tú jamás harías eso, si eres como un ángel caído del cielo al igual que mi hija. Entonces dime, ¿quién se estaba fugando?
—Justo diste en el clavo, tú ángel caído del cielo se estaba fugando con unos chicos, uy no señora, eso está mal, muy mal, yo que tú la castigaría y no le daría dinero durante un mes completo. Es más, hasta el celular le quitaría”.
También me imaginé cómo sería la situación luego de esa conversación, el panorama no sería nada bueno de ver, daría pena.
Arrepintiéndome de haber aceptado por instinto ya estaba dando vuelta, no iba a hacer esto con ese estúpido de por medio, no señor.
—¡Valeria! —Me saluda el chico que me gusta, Ismael.
El colegio al ser demasiado grande los estudiantes de cada nivel los dividen por secciones, y yo he tocado con la suerte de todos estos años anteriores y el actual quedar en la misma sección que Ismael. Es tan lindo que no me canso de verle todos los días y a toda hora.
Nos conocemos desde el primer año de secundaria, pero solo nos hablamos cuando nos ponen a hacer grupos para completar algún trabajo, nuestra amistad no va más allá de saludos y preguntar sobre las tareas que nos dan.
—¡Ismael! —Le devuelvo el saludo y le sonrío.
—Así que no eres tan obediente como le haces creer a tu madre —susurra Richard en mi oído—. Hablamos más tarde, linda —luego de eso suelta una carcajada y se aleja.
También he tenido muy mala suerte haber quedado con Richard en la misma sección, el chico con el que me imagino teniendo conversaciones con mi madre acusándome.
Con esto último que me dijo Richard me dejó pensando, tanto que no me di cuenta que ya los demás iban avanzando, cruzando el agujero de la malla. Reaccioné cuando alguien me agarró de la mano y me hizo empujada. Lo que me sorprendió es que ese alguien haya sido Ismael.
Me dio espacio suficiente para que cruzara, luego pasó él, en todo el rato no me soltó la mano. No me importó, me gustó.
Como toda niña inocente que nunca se ha escabullido, no sabía lo que nos topaba luego de haber pasado por esa malla rota.
Caminamos por un espacio donde solo había zacate, un zacate tan alto que nos llegaba a las rodillas sin ninguna exageración, además en estos días ha estado lloviendo mucho, por lo que después de unos pocos minutos caminando llegamos a un potrero donde había mucho barro y vacas. Y toros también.
Mi valor estaba llegando al límite, he aguantado todo gracias a que por alguna razón que desconozco Ismael no me ha solado de la mano.
Por unos momentos me pareció todo normal, algunas vacas nos vieron y no nos siguieron ni nada por el estilo. Yo solo le seguía el paso a los demás, donde ellos ponían un pie yo ponía el mío. Todo bien hasta ahí.
—Valeria, vea que bonito este ternero —señaló Ismael, acercándose a él. Todavía estando agarrados de la mano no pude evitar seguirlo.
Error.
Ismael apenas iba acercando su mano al ternero cuando escuchamos un sonido raro detrás de nosotros.