Dos meses más tarde.
Tras dos meses en coma, Dániel acababa de morir.
Martina estaba destrozada. Ni un segundo se había apartado de su lado, apenas comía, apenas dormía..., pero la devastadora noticia la había obligado llegar a una situación más radical. Ya no comía ni bebía si no la obligaban, no salía de habitación, ni siquiera de su cama. No quería. Se sentía culpable, sentía que merecía el mismo destino. Prefería haber sido ella.
Las semanas pasaban y no se recuperaba, no aceptaba que su novio se hubiera ido. Cayó enferma.
Esa semana sus padres, a los que no había hecho caso, avisaron a su hermano que estaba de intercambio en otro país. Este volvió inmediatamente y en cuanto Martina estuvo suficientemente bien para salir del hospital, él se encargó de que no volviera a entrar.
La chica quería seguir con la rutina de quedarse encerrada en su habitación aunque eso la llevase a enfermar de nuevo pero Jason no le dejó.
La obligó a levantarse cada mañana y poco a poco, aunque no quisiera, volver a un hábito de vida sano.
Costó. Hubo muchas protestas, muchas discusiones, llantos... Pero aquello era justo lo que necesitaba. Que alguien la ayudara a dar el paso, a desahogarse, a volver a estar en paz consigo misma.