¿lo llamamos destino?

Capítulo Cuatro

Él

Apenas se encontraba vistiendo la parte superior de su cuerpo cuando escuchó que llamaban al timbre. Mirando a través del lente, se encontró con su hermano saludando desde afuera.

Frunció el ceño extrañado de que esta vez su Leo no le avisara de que iba a pasar por casa un rato. Abrió la puerta mientras terminaba de ponerse una camiseta.

—¿Leo?, ¿qué haces aquí? —lo último que esperaba era tener a su hermano allí a pocos minutos de irse al trabajo, pero aún así se alegraba de verlo.

—Hola hermano, ¿algo de cortesía, hace cuánto no me ves? —Leo le dedicó una sonrisa que indicaba que se traía algo entre manos, seguido de un rápido abrazo.

El más pequeño le dedicó una sonrisa sin separar los labios. 

—A lo que me refería era a qué haces aquí tan temprano —dijo el menor arrugando la frente—. Tenías ya un tiempo que no pasabas por casa.

—Estaba por aquí cerca y quise venir a saludar. Supongo que se han ido ya nuestros padres.

Cuestionó el mayor al notar el silencio en el apartamento mientras daba una pequeña ojeada por la sala y la cocina.

—Si, ya hace un rato.

Sus padres mantenían una vida ocupada, ambos se encargaban de manejar una empresa de agentes inmobiliarios. Es complicado construir y mantener todo en orden para siempre estar disponibles a la hora de hacer las transacciones inmobiliarias.

Leo vestía un traje imponente y muy ceñido al musculoso cuerpo. A leguas daba la impresión de ser alguien con una buena posición en el trabajo y que cuidaba muy bien de su físico. Su físico iba peinado hacia atrás con un ligero partido hacia un lado.

<<Básicamente, todo lo contrario a mí>>, pensó el más joven.

Hace tiempo que se había formado cierta distancia entre ellos aunque preferían ignorar el asunto y no hablarlo, en vez de eso las charlas triviales y monótonas eran las que caracterizaban sus encuentros. Se limitaban a reunirse cuando sus padres estaban de por medio, de esa forma no era tan incómodo y surgían muchos más temas de conversación.

El más pequeño pensó que eso no sería un problema en absoluto de no ser por sus padres que aprovechaban cada oportunidad para decirle que debía ser más visionario como Leo. Trataban de convencerlo para que siga el camino de la familia, como solía decir. No perdían el tiempo tratando de persuadirlo al decirle la cantidad de dinero que generaban en la empresa inmobiliaria y qué era una oportunidad que debía aprovechar.

No entendían que él quería tomar las riendas de su vida. Quería un camino diferente para su futuro y no solo seguir uno que ya estaba trazado.

Era fan de las nuestras experiencias y las nuevas oportunidades, de alguna forma creía que si se unía a la empresa de sus padres, estaba negándole el paso a todo aquello a lo que era fiel.

—Vaya —se lamentó Leo—. ¿Tú qué te cuentas? Si ya vas de camino a la imprenta, yo te llevo.

— No, es muy temprano aún. ¿Hoy no trabajas?

Agradeció el gesto pero aceptarlo conlleva escuchar a Leo hablar durante todo el camino sobre la buena paga en la empresa, los quisquillosos que suelen ser los clientes o lo que tiene pensado comprar próximamente.

—Soy gerente, puedo permitirme ciertos lujos —con aire pomposo, subía y bajaba frenéticamente las cejas—. Supongo que ya has elegido qué es lo que quieres hacer, ¿cierto?

—De hecho, aún no me decido —para evitar tener esa charla una vez más, fue a su cuarto para terminar de vestirse. Pero estaba muy lejos de evadirla porque el otro continuó.

—¿Estás de broma? ¡Falta poco para que empieces a vivir una vida de verdad! —exclamó emocionado—. Debes tener una idea de lo que quieres hacer en la vida, para tu edad yo ya lo tenía bien claro.

—Ya lo sé Leo, ya lo sé. Es solo... No sé si continuaré con el negocio de papá o si quiero hacer algo más, estoy analizando mis opciones.

—Analizando tus opciones... —se llevó dos dedos al mentón mientras evaluaba su respuesta—. No está mal, puedo trabajar con ello. ¿Aún sigues llevando las primeras planas?

No se daba cuenta de ello pero su hermano menor empezaba a sentirse infravalorado nuevamente.

Era cierto que no publicaba artículos propios en la imprenta, no tenía el puesto más importante y no era el dueño de su propio tiempo pero, ¿qué más da? Tenía amigos allí, la paga era justa y le permitía seguir sus estudios en la tarde.

<<Pero claro, a menos que no sea el dueño, no estarán conformes. Maldita sea>>.

Quizás debió considerar fingir que no estaba en casa esa mañana y dejar que Leo se hartara de tocar la puerta.

—Si, eso hago.

—Pues por suerte para ti, sé que queda libre un puesto en la empresa.

El chico rodó los ojos, soltando una profunda exhalación.

—Leo, no quiero comprometerme tanto. Ni siquiera he terminado el colegio, tengo tiempo para decidir qué hacer.

—Dijiste que estabas “explorando tus opciones”. Anda, preséntate a la entrevista y así sabrás si te gustaría seguir con el negocio de la familia.

—Si, como sea —tenía claro que no valdría la pena llevarle la contraria. Además sabía que no iba a irse de allí hasta que obtuviese un sí como respuesta—. Espera no tengo un traje formal solo...

—¿Solo qué?

—El que llevé en el funeral de la abuela.

—Ese estará bien, úsalo —hizo un movimiento con la mano restándole importancia.

—Pero no sé si aún me queda bien —dijo mirando hacia el armario.

—Te digo que estará bien. No creciste tanto —miró su reloj y alzó repentinamente las cejas—. Ay joder ya debo irme, preséntate en la oficina a las diez.

Luego de escuchar el cierre de la puerta, luchó contra el impulso de estrellar todo lo que estuviera a su alcance. Nunca se había sentido tan frustrado.

Para rematar iba a presentarse a una entrevista para la que no estaba preparado ¡Ni sabía para que puesto estaría aplicando! Sin querer seguir alimentando su ansiedad, fue a buscar el traje rogando que aún le sirviera.




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