Me siento en una banqueta de la barra y pido un Cosmopolitan. Es un coctel estandarizado a nivel internacional, popular desde el estreno de Sex and the city, cuando Carrie Bradshaw lo volvió popular pidiéndolo en cada salida con sus amigas. Contiene vodka, Cointreau, limón, zumo de arándanos y hielo picado. Es muy elegante.
Visualizo mentalmente el rostro de Halcón y trato de concentrarme para reconocerlo.
El sombrero negro de 60 cm de diámetro me tapa un poco la cara, por lo que se me hace más difícil observar la sala sin parecer ridícula.
—Aquí tiene señorita.—El camarero me entrega mi cóctel perfectamente preparado. Le agradezco y sigo con mi inspección. Detrás de mí hay unos cuantos sofás para sentarse con cojines elegantes. Lo más extraño es la cama que se encuentra cerca de la barra. Lógicamente no hay nadie tumbado en ella, solo están sentados y hablando de temas normales.
Intento pensar en qué haré cuando dé con él. No puedo hacerle una entrevista aquí en este bar donde hay mucha gente y seguramente más de un delincuente. Observo poco a poco toda la sala. ¿Cómo es posible que no conociera este sitio?
Con Nattasha iba a todos los rincones de Madrid desde que me dejaron ir de fiesta con ella. Era mi hermana mayor por lo que no había ningún problema en que yo saliera siempre y cuando ella me cuidara o, al menos, estuviera al tanto de mí.
Una vez fuimos a una discoteca en el centro y era mi primera vez allí. Yo estaba muy emocionada por ello, pero la verdad estaba un poco asustada. Tenía quince años y el ambiente no era muy bueno para mí. Nunca había salido, por lo que siempre estaba en ambientes tranquilos y seguros al lado de mis padres. Pero te vas haciendo mayor y ya no te basta con oír las historietas de tu hermana o amigas parecidas a la canción de Katy Perry Last Friday Night. No, necesitas vivirlo en tus propias carnes.
Volviendo a la historia, mi hermana me dijo que tuviera cuidado con los desconocidos y que nunca bebiera del vaso de otra persona, y ya ni pensar dejar mi vaso sin vigilancia.
Yo toda inocente me fui un segundo al baño y a lo que volví mi amiga estaba bailando con un chico y dejó mi bebida en la barra. Igualmente, me la tomé y comencé a sentirme cansada, la gente comenzaba a distorsionarse y la música inundaba mis oídos. Por suerte, mi hermana estaba allí cerca y me vio. Fuimos al hospital y nos dijeron que le habían echado un somnífero a mi bebida. Todo quedó en un simple susto, pero ese día aprendí una lección muy importante: cuando se trata de vigilancia no hay que confiar ni siquiera en tus amigos, mejor hacerlo tu misma.
Una extraña sensación interrumpe mis pensamientos. Suelo tener un sexto sentido y casi nunca me equivoco. Miro para todos lados disimuladamente hasta que al fin doy con lo que me provoca esta sensación. Me están observando.
Respiro profundamente y comienzo a tomarme el cóctel. Lo recordaba mejor la verdad. No me hace falta más que mirar por el rabillo del ojo para darme cuenta de que mi observador se acerca a mí.
—Un Long Island Iced Tea, por favor —pide al camarero mientras se sienta en la banqueta que está a mi lado. Trato de evitarlo mientras sigo disfrutando de mi Cosmopolitan. Noto como me mira, quizás está esperando que yo haga una señal de que me interesa conocerlo, pero la verdad es que ni lo más mínimo. Yo tengo una meta esta noche, y no pienso dejar que un niñato borracho venga a estropeármelo.
—¿Cómo una joven tan bella puede estar tan sola? —y ahí está. La típica frase que sueltan para ligar. Lo encaro.
—Has tardado treinta y cinco segundos en soltar la frasecita, te felicito. Eres el que más ha tardado en hacerlo —sonrío con cierta malicia sin mostrar mis dientes, resaltando mucho más mi pintalabios.
—Oh my lady, le ruego que me perdone si la he ofendido —me mira a los ojos—. No acostumbro a tratar con damas tan elegantes como usted, quizás le haya parecido descortés. Si así es, suplico su perdón -inclina la cabeza para demostrar arrepentimiento.
—Solo nos vestimos de gala, no tenemos por qué hablar como esas personas. —Le doy otro trago a mi cóctel mientras observo la sala por si veo a Halcón, pero al parecer sigue sin dar señales de vida.
—Eres una aguafiestas —ruedo los ojos y alzo una ceja. Él hace lo mismo. Mira para todos lados y después vuelve a depositar sus ojos en mí. —¿Eres de la pasma verdad? —susurra. Frunzo el ceño—. Venga ya, a mí no me engañas. Sola, mirando para todos lados y parece que te han puesto un palo en el vestido de lo tensa que estás —respiro hondo.
—No soy poli.
—A los de aquí no les hará mucha gracia saber que tenemos una infiltrada entre nosotros. No me gustaría que acabaras mal con lo elegante que vas —me mira de arriba abajo.
—Te repito que no soy policía -tenso la mandíbula y lo miro fijamente a los ojos—. Déjame en paz y vete con tus cuentos de película a otra parte
—Si me fuera no estarías pasándotelo tan bien como ahora. Además, pienso que estarías más guapa si sonrieras —levanto una ceja y tomo otro trago de mi coctel.
—¿Qué es lo que quieres? —Ya estoy cansada de jueguecitos. Además, me tapa un poco de visión de la sala.
—Solo divertirme, nada más.
—Pues vete a otra parte, estoy ocupada.
—¿Haciendo qué?
—No es de tu incumbencia —abre los ojos como platos ante el tono que he usado para hablarle. La verdad es que hasta yo me he sorprendido, creo que debería haber sonado más dura. Se levanta de la banqueta.
—Como my lady desee. —Busca mi mano y la besa. Después de eso se retira, no sin antes coger su coctel de la barra. Que chico más pesado.
Me pregunto por qué Halcón habrá escogido este lugar para hacer sus trapicheos. ¿Qué tiene a parte de estar escondido?