Lo llaman Halcón

05

Un dolor punzante en la sien me despierta. Pestañeo varias veces ante los rayos de sol que entran por una rendija. Respiro profundamente y todavía siento la presión del pañuelo con el horrible cloroformo en mi nariz.

Me siento en la cama y escaneo la habitación poco a poco. Al principio estoy temerosa de lo que pueda ocurrirme, aunque, a decir verdad, sabía lo que podía pasar y aun así decidí venir. Genial Elia, ahora eres "la cena".

Al parecer me encuentro en un garaje enorme con varias literas contiguas. Trato de caminar para observar al detalle la estancia, pero una presión en mi brazo derecho me lo impide. Una cadena, parecida a la que se usa para los animales, me tiene aprisionada a una de las barras de la litera. Forcejeo para ver si cede y conseguir que el candado se rompa, pero lo único que logro es que me duela la muñeca.

Trato de mantener la calma y no darle lugar al pánico. Respiro vigorosamente y pienso en positivo.

Veo una botella de agua y un plato con un sándwich a unos pasos de la cama. Voy hacia allí, me agacho y estiro el brazo, pero la cadena no da para más, haciendo que me quede a solo centímetros de mi desayuno. Mierda.

Pienso rápidamente en una posible solución hasta que al fin doy con ella. Vuelvo al lado de mi cama y cojo uno de mis zapatos. Voy otra vez hacia la comida y me estiro todo lo que puedo agarrando mi zapato. La botella de agua cae fácilmente de lado y consigo traerla rodando hasta mí. Lo más difícil es el plato, ya que tengo que llegar hasta detrás de él para conseguir atraerlo sin contaminar el bocadillo con la suela. Con esfuerzo y mucho sufrimiento al fin lo consigo. El reloj de pared marca las 12:00 ¿Sólo he estado dormida dos horas?

Después de beber la botella de agua entera como si fueran los chupitos de anoche, disfruto de mi bocadillo de queso y jamón. Si me han dado de comer no creo que quieran matarme.

De repente la puerta de metal emite un pequeño chirrido y se abre, dejándome ver a un hombre vestido de forma casual. Jeans y camiseta. Me sonríe y entonces lo recuerdo.

—¿Buitre? —rápidamente me mira sorprendido y frunce el ceño.

—Cállate, ¿Qué hacías ayer espiándonos? ¿Eres una espía de la policía o del FBI?

—¿Ayer?

—Llevas durmiendo un día entero. Creo que me pasé con la dosis de cloroformo— sus ojos no se desvían de los míos.—Contesta

—Te conozco, ayer estuviste en "Clandestino" con unas cuantas chicas.

—No me jodas que estás embarazada. ¿Pero eso se puede saber tan pronto? Si apenas fue ayer...

—No, no soy una de tus chicas —resoplo—. Un amigo tuyo me retó a beber todos los chupitos que pueda y le gané. Se llama Cuervo. —Sus ojos se abren como platos, pero al instante esconde su sombro.

—No te creo —su tono es duro. Con un solo silbido, otro hombre aparece por la puerta, pero, para mi desgracia, no es uno de los que conozco. Buitre desata la cadena y me libera. Una vez que me he puesto los zapatos, se posicionan a ambos lados de mí y me agarran fuerte los brazos, obligándome a caminar con ellos. 

Bajamos unas escaleras detrás de la puerta de metal y cruzamos un túnel. Comienzo a tener un poco de miedo al no saber que me pueden hacer, pero trato de no pensar en las miles de formas que tienen de matarme y respiro hondo.

Tras unos minutos caminando llegamos a otra puerta a la que al parecer solo buitre tiene acceso a ella. Me llevan hasta una sala que parece un recibidor de ricos. No sé de qué me sorprendo, son mafiosos.

—Como no has querido responder ante mí, lo harás ante alguien aún peor, y créeme bonita —me mira con cara de pena—, no creo que te guste su castigo.

Miro para todos lados y sentado de espaldas a nosotros, en un sillón lujoso, se encuentra un hombre. Se levanta y se gira lentamente.

No le mires a los ojos, no le mires a los ojos, no le mires a...

—¿Qué haces? —Su voz varonil resuena en mis tímpanos.

Abro los ojos y miro a un punto fijo en el suelo. Estoy reflejada en él como si fuera un espejo y entonces caigo en la cuenta de lo ridícula que me veo. Él sigue esperando mi respuesta. Puedo ver cómo mueve el pie arriba y abajo. ¿Nervioso?

Trato de respirar para tranquilizarme, pero es inútil. ¿Cómo puedo estar relajada delante de personas como las de su calibre? Ya ni hablar de que me han pillado con las manos en la masa. Quizás no pueda ni respirar otra vez antes de morir.

Lo único bueno es que no le he visto la cara, por lo que no puedo delatarlo, aunque creo que eso a él no le importa a juzgar porque ha puesto su mano en mi barbilla y siento como hace presión hacia arriba, obligándome a mirarlo.

Miro para otro lado y trato de evitar el contacto visual. Desde aquí puedo admirar el gran recibidor que posee. ¿Por qué la policía no los ha encontrado ya con lo fácil que es?

La gran cantidad de armas de diferentes tamaños y tipos lucen dentro de una vitrina de cristal pegada a la pared. Debajo de ella hay unos delicados cajones de mármol en los que apuesto que hay todavía más armas.

Observo una enorme escalera que al final se divide en dos, hacia lados opuestos. Por último, visualizo la doble puerta por la que he entrado, la cual posiblemente sea mi única salvación.

La presión que ejercen los dos hombres que me sujetan en mis brazos aumenta. Reprimo un quejido de dolor para no darles el gusto y demostrarles que no les tengo miedo.

—Es una espía de la policía —dice uno de los hombres y me obliga a dar un paso adelante—. Estaba husmeando en la mercancía.

No tiene la voz tan grave como yo pensaba que tenían los mafiosos. Claro, estaba influenciada por las películas de acción como Tom Cruise de "Misión imposible" o Vin Diesel en "Fast&Furious". Pero esto es la realidad y casi nunca los malos son buenos.

—Una sola señal y me la cargo Halcón —. Su compañero me aprieta todavía más el brazo y saca una pistola. Abro los ojos como platos. ¿Halcón?



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En el texto hay: misterio, romance, periodismo

Editado: 13.10.2021

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