Lo llaman Halcón

09

Sigo mirándolo fijamente pero no soy capaz de pronunciar palabra. Soy consciente de que todo este embrollo ha empezado por mi culpa, pero no se merecen mis disculpas.

—Halcón...—con un movimiento rápido hace que Búho se calle.

—Enséñame eso que has encontrado —sus ojos oscuros me miran seriamente.

Camino lo más rápido que puedo hacia la habitación. El silencio que nos envuelve es abrumador y la tensión en el ambiente se podría cortar con un solo chasquido. Siento que debería decir algo o preguntarle porque me invade la curiosidad, pero no lo haré.

Al fin llegamos. Voy directa al escritorio e ilumino la pared dejando al descubierto la inscripción. Lo miro en busca de respuestas, pero no dice nada. Se limita a analizar lo escrito. Me arrebata la tapa del bolígrafo donde está la luz y sigue iluminando la pared, pero en diferentes zonas.

No pasan ni unos segundos y ya da con algo que, a juzgar por su cara, parece importante. Se queda mirándolo y luego me lo devuelve.

—A mí no me parece que estuviera en peligro —alza una ceja y se cruza de brazos. Me acerco e ilumino donde él estaba.

"Ty"

—¿Qué es eso?

—Significa "Thank you". Osea, nos da las gracias por esto —gira sobre sí mismo mirando la habitación.

—No te creo —lo fulmino con la mirada. Dejo el bolígrafo sobre la mesa. —Quizás tuviera el síndrome de Estocolmo por tu culpa. ¿Sabes lo que es acaso?

—Claro que se lo que es —me mira indignado —Lo que me extraña es que tu sepas lo que es siendo que eres una niña todavía.

Ruedo los ojos. El "síndrome de Estocolmo" es una reacción psicológica en la que la víctima de un secuestro o retención en contra de su voluntad desarrolla una relación de complicidad y un fuerte vínculo afectivo ​ con su secuestrador. Principalmente se debe a que malinterpretan la ausencia de violencia como un acto de humanidad por parte del agresor y desarrollan sentimientos hacia él.

Creo que eso es lo que ocurre con las mujeres de aquí. Su cerebro evita pensar en lo mal que les está haciendo y lo sustituye por pensamientos relacionados con todo lo que les dan. Cama, comida, un salón enorme con televisión etc. Pero a mí no me engañas. Eso no te hace menos malo.

—Era la habitación de mi hermana —mira a todos lados y evita hacer contacto visual conmigo. Noto la tristeza que desprenden sus ojos y entonces me atrevo a preguntar.

—¿Qué le pasó?

Levanta la vista y me mira. Se arregla el pelo y su rostro vuelve a mostrar lo de siempre. Seriedad.

—Come —señala mi bandeja. —Ya sabes dónde está la cocina por si necesitas algo. Ahora no uses internet ni llames a nadie. Sabrán que es tu voz y te localizarán. No queremos tener al FBI aquí.

—Si sospechan que estoy aquí, estarán tramitando una orden judicial para entrar aquí por la fuerza —lo miro fijamente—. Ya estáis perdidos.

—No estamos perdidos niña —se acerca a mí. Su aliento roza mi frente. Es mucho más alto que yo, así que tengo que levantar la cabeza para hacer contacto visual. Se acerca a mi oído, lo que provoca un escalofrío. —Ellos no tienen nada que hacer. —Doy unos pasos hacia atrás alejándome de él. Levanta una ceja y en un abrir y cerrar de ojos se encuentra ya en la puerta. Cuando por fin creo que se marcha, me habla.—Elia —lo miro—. Come.

—Mark Siguenza Trery —se detiene y se gira para mirarme. Su expresión muestra asombro y confusión. —Cierra la puerta.

Alza una ceja y me obedece. Debe ser difícil para el que una "niña" le mande. Todavía no es el momento de echarle en cara el asesinato de mi hermana. Quizás por eso me ofrece esta habitación como "indemnización" por el daño causado. O quizás solamente es para sentirse mejor consigo mismo. La verdad no creo que él tenga remordimientos, pero sí un peso de conciencia al verme a mí. Me siento en el escritorio y pruebo la comida que a saber quién me ha preparado.

Cierro los ojos y respiro el aire invernal que discurre por el jardín. Ya es de noche y desde aquí se ven las estrellas y la luna. Hace frío, pero estoy tranquila, lo suficiente como para pensar. Me siento en la hierba y reprimo un grito al notar su temperatura en mi trasero. Quizás debería volver a casa y dejar la entrevista. Ya se me ocurrirá algo para mi proyecto de fin de grado. Eso si me dejan salir de aquí, pero a juzgar por el problema que se les viene encima, sería mejor para ellos.

—¿En qué piensas? —Cuervo hace que evada mi reflexión. Se sienta a mi lado.

—Creo que debería irme, no tengo nada que hacer aquí.

—¿Y tu trabajo de fin de grado? —hace comillas con los dedos mientras resalta las últimas palabras.

—No creo que haya sido una buena idea esto. Además, Buitre quiere matarme y Halcón me odia.

—Lo primero quizás sí, pero Halcón no te odia, créeme —lo miro y alzo una ceja. —Si lo hiciera no te habría dado la habitación de su hermana, además —se levanta del suelo—, no estaría mirándote desde hace diez minutos de la ventana de atrás.

—¿Qué? —me giro rápidamente y lo veo. Se retira rápidamente. Cuervo sonríe.

—Te lo dije.

—Está pensando en cómo matarme despacio por llamarlo por su nombre y darle órdenes —miro a un punto fijo del estanque.

—¿Cómo has...? ¿Cómo sabes su nombre? —Su rostro muestra confusión. Frunce el ceño levemente haciendo que se le vea mucho más atractivo a la luz de la luna llena.

—No es tan difícil. La página de la INTERPOL es pública y la policía sabe mucho. Mi exnovio es del cuerpo de policía y el marido de mi... — trago saliva—de mi hermana, es jefe.

—Al final sí que va a tener razón Cóndor en que eres poli —ríe.

—No lo soy.

Nos invade el silencio.

—Si quieres irte ya sabes donde tienes la puerta —me levanto del suelo para escucharlo. —No soy quién para decirte que hacer y que no hacer, eres mayorcita.

—Al fin alguien que no me llama niña...—ruedo los ojos.



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En el texto hay: misterio, romance, periodismo

Editado: 13.10.2021

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