Sonia miró el cuerpo de su hijo, con las manos temblorosas, sin entender realmente qué había hecho. Sintió como algo, un fuego, creció dentro de ella y lo metió bajo el agua. Asi nomás.
Levantó el cadáver y lo envolvió con una frazada. Se dirigió al patio de la casa, en el camino agarrando una pala. Comenzó a cavar un pozo, con Brandon al lado. La tierra estaba húmeda por la tormenta de la noche anterior, por lo que en unos minutos el hueco era del tamaño necesario.
Cubrió el cuerpo rápidamente y se volvió para adentro, para prepararse un té con tostadas. En unos 20 minutos ya había terminado la merienda. Fue hacia la pileta de la cocina y enjuagó el plato y la taza.
Se apoyó con ambas manos en la mesada y se quedó en silencio sepulcral, que incluso invadía su cabeza. Comenzó a escuchar ruidos, eran rítmicos y cada vez ocupaban más lugar. Era como si estuvieran golpeando metal. Llegó un momento en el que comenzó a aturdirla.
Agarró su cabeza, por varios días sólo era eso. Una gran jaqueca.
Pero después era más insoportable, incluso se quemó haciendo el desayuno. Gracias a dios que Federico no estaba, no habría podido manejarlo. Ni al bebé, ni el dolor de cabeza.
"No tiene los suficientes huevos", pensaba dentro de sí misma.
Un día, luego de varias semanas, con noches sin dormir y ojeras hasta el piso, no aguantó más. Le escribió una carta a Federico. Lamentaba no haber sido lo que necesitaba. Le pidió perdón por no poder soportar los llantos de Brandon.
Fue hasta el baño, donde ahogó al bebé. Llenó la bañadera hasta el tope y se sumergió, esperando la muerte. Y llegó, dejó de respirar, como había hecho su hijo.
Pero si las últimas semanas le habían parecido un infierno, lo que seguía era peor.
Inspiración: Caminando al colegio vi una mujer con un cochecito que tenía una frazada donde se supone que hay un chico, me imaginé que ahí había un cadáver, no algo vivo. Y en el taller literario nos dieron una consigna, yo tenía esto que me imaginé y lo escribí antes de que se me vaya de la cabeza.