Los creadores de sueños vivían tranquilamente en la mayoría de los planetas con ecosistemas equilibrados. En realidad, se llamaban los Afh’garo’vb, pero casi todas las civilizaciones les decían los creadores de sueños. Tuvni’rl era uno de esos creadores que se pasaban la mayor parte de su tiempo en el universo de los sueños. Era increíblemente divertido tener tantas opciones, tantos diseños, tanta imaginación… eso pensaba casi siempre Tuvni’rl cuando estaba inspirado. Aún muchos se preguntaban en el cosmos porqué los creadores de sueños habían elegido quedarse en un plano inactivo, en apariencia, y rechazar las enormes posibilidades que tenían con respecto a la conquista y control del espacio. La respuesta a esa interrogante era muy sencilla para los creadores… Convertirse en cualquier ser viviente era uno de los súperpoderes que Tuvni’rl tenía a su disposición cuando soñaba, su apariencia física era parecida a la de un árbol de tronco grueso, pero él no era un árbol, su piel más bien era suave y sedosa. Biológicamente hablando, los creadores eran híbridos, una mezcla entre el reino animal y vegetal asombrosa. Tenían rostro, y podían hablar sin ninguna dificultad, se caracterizaban por ser uno de los mejores conversadores de la galaxia de la moneda de plata. También poseían brazos y piernas, pero las piernas pasaban casi todo el tiempo bajo un suelo rico en nutrientes; haciendo función de raíces… Rara vez se les veía desplazarse por sus propios medios, cuando lo hacían era por asuntos de severa importancia… En su sueño el mundo que lo rodeaba era adverso y peligroso, los animales corrían agitados huyendo de un caos inminente… Esta vez tenía cuerpo de garniense, los garnienses eran muy parecidos a los humanos, sólo se diferenciaban por la coloración de la piel y del pelo a simple vista; pero genéticamente eran muy distintos… Tuvni’rl no tenía tiempo para mirar sus nuevos brazos, así que empezó a correr en busca del problema que él mismo había creado... Lo divertido de sus sueños era que cuando los diseñaba se encontraba en un estado mental de vigilia, por lo tanto, cuando pasaba a soñar, su enorme mente no recordaba exactamente de qué se trataba el sueño. Así que cada nueva experiencia en su propia imaginación era semejante a leerse un buen libro y ponerse literalmente en la piel del protagonista… El cielo era oscuro y brumoso, parecía que iba a llover, estaba en un planeta de la estrella Faro Centellante, a mil años luz de su planeta… Es verdad que todo ocurría dentro de su cabeza, pero él sabía que cada uno de sus viajes oníricos guardaban una estrecha relación con el universo… Podía pensar con cierta lucidez en su inmersión, pero no podía detenerse a descansar o a contemplar el paisaje por mucho tiempo… Los truenos iniciaron su estruendosa canción en el horizonte, la estrella que alumbraba al planeta se escondió por completo como queriendo escapar de la inminente lluvia… El día se volvió noche, el color se convirtió en oscuridad… Tuvni’rl sabía que se enfrentaba a un enemigo poderoso; su propia imaginación. Corrió a la inmensidad de una vegetación de hierbajos y comenzó a buscar algo desesperadamente, a veces ni él mismo conocía que era lo que estaba buscando, simplemente buscaba, buscaba y buscaba hasta hallar lo que necesitaba encontrar… Cuando encontró el escondrijo de conejo, él y el mundo entero fueron succionados repentinamente, la tormenta, la oscuridad, el caos; todo desapareció de un solo golpe… –¿Es qué no me oyes cuando te digo que despiertes? ¿Qué clase de amigo eres tú que recibes a los amigos dormido? –preguntó un joven humano de espesa barba oscura. –Umm… me despertaste de mi sueño, eso no se le hace a un amigo…–la voz de Tuvni’rl era agradable y sonora. –¿Y qué querías que hiciera? Los humanos no vivimos tanto tiempo cómo ustedes, así que no podía esperar hasta mañana…–el humano parecía feliz de verlo, se le podía notar por la expresión de su rostro. –¿Qué te trae por aquí? ¿Acaso te aburriste de explorar mi planeta?… –Para nada, tu planeta es muy grande y hermoso… no puedo decir lo mismo de ti…–los dos rieron de inmediato ante el inesperado chiste. –Necesitas mi ayuda, ¿eh? –el creador de sueños sabía que si su amigo humano lo despertaba era por algo urgente. –Los dos necesitamos ayuda, unos científicos de Aldurán quieren apoderarse de este planeta y extraer sus valiosos recursos para la fabricación de quién sabe qué… sabes que mi trabajo como biólogo espacial lo aprecio mucho, estudiar esta increíble biosfera me ha ayudado bastante en mi carrera, sin embargo, la amenaza esta vez es más real que nunca… –No podrán adueñarse de mi planeta, así como así, claro… ¿acaso los alduraneses no respetan mi autoridad sobre este mundo? –Tuvni’rl estaba tan alarmado que sacó sus enraizados pies del suelo y se puso en movimiento. –Ellos creen que tú ya no tienes autoridad sobre este planeta, los documentos que te reconocían cómo dueño ya no existen, fueron borrados del Intersistema Galáctico… –Eso es grave… podría declararle la guerra al planeta Aldurán, ¡y créeme que no quiero hacerlo! –dijo Tuvni’rl luego de sentarse en una silla gigantesca. –Te han hackeado… no tiene otra explicación la desaparición repentina de esos documentos, y lo peor no te lo he dicho aún… los científicos que te mencioné antes compraron Gerfhav al Consejo Multiplanetario, así que según ellos este planeta les pertenece… –Parece que tendré que tomar medidas…–dijo el creador luego de meditar un instante–. ¿Hace cuántos años nos conocemos, Harver? –preguntó Tuvni’rl de repente. –Ocho, más o menos…–dijo el humano después de pensar la respuesta por un instante. –En esos ocho años has sido mi amigo, y hoy me lo demuestras más que nunca al avisarme de esta noticia tan… negativa. Mi vida es tranquila y solitaria, nunca he visitado otros mundos, ni molestado a nadie, ahora tendré que hablar con esos científicos y hacerlos entrar en razón… –No entraran en razón fácilmente, amigo mío, ellos creen que a ti no te importaría dejarles el planeta… como casi siempre estás durmiendo… ya sabes, piensan que no le das mucha importancia a Gerfhav. –Pues se equivocan, para mí tiene más importancia que la que pueda tener para ellos… Tendré que movilizar a mis súbditos, y armar un ejército… lo siento, amigo mío, tendrás que irte de mí planeta, no podrás volver hasta que se solucione todo esto… –¿Hay algo que pueda hacer para ayudarte? –Tuvni’rl miró a los ojos oscuros de su amigo y percibió que él también estaba triste. –No… si legalmente el planeta pasó de manos creo que ya es demasiado tarde para hacer algo, yo tenía que haber denunciado ese crimen, pero como tú bien afirmas «casi siempre estoy durmiendo», y me pierdo de muchas cosas. Ha sido un placer conocerte, espero que nos volvamos a ver pronto, y así tener más tiempo para conversar de historias fantásticas o de cualquier tema interesante que se nos ocurra… –Para mí ha sido un privilegio ser tu amigo, Tuvni’rl, espero que este asunto se resuelva pronto… me tomó dos días llegar hasta aquí, por lo que tengo entendido las flotas de los científicos pueden llegar en cualquier momento… lamentó tener que ser el emisario de tan malas noticias. El creador vivía en una especie de invernadero, y cientos de robots biológicos cuidaban la entrada al mismo. El planeta estaba gobernado por una «Inteligencia Biológica» creada por los ancestros de Tuvni’rl. Una Inteligencia Biológica podía llegar a ser más poderosa que una artificial, sobre todo cuando se trataba de la defensa de un planeta. Toda la vida que crecía y florecía en Gerfhav estaba controlada por la IB, la IB obedecía a los caprichos del creador de sueños. Tuvni’rl volvió a convertir sus pies en raíces y los introdujo en el húmedo y fértil suelo de su planeta. Estaba muy cansado, había sido arrancado de su sueño sin que éste hubiera siquiera empezado. Ahora no podía dormir; aunque era lo que más quería, se comunicó por medio de la gigantesca red biológica del planeta a través de sus pies enraizados con un fiel súbdito suyo. –¿Qué ocurre? –preguntó un enorme animal marino en un idioma que solo Tuvni’rl entendía. –Necesito que estés preparado, al parecer nos van a atacar dentro de poco…–le respondió el creador de sueños. –¿Movilizo a todas mis tropas? –el animal estaba medio confuso, nunca nadie había atacado el planeta, o al menos desde que él nació, claro. –Sí, y te aconsejo que utilices tus mejores armas… el enemigo es peligroso, no lo subestimes bajo ninguna circunstancia. Tuvni’rl se comunicó con sus más fuertes aliados y les explicó que debían prepararse para utilizar todas sus armas en caso de que fuera necesario… llamó al más grande de los robots biológicos que patrullaban su casa y lo programó para que trasmitiera a los demás la alerta máxima… El creador contaba con numerosas armas, la principal de ellas era la IB, que le permitía movilizar a todos los habitantes del planeta en caso de ataque. Él creía ser un gobernante bastante justo e inactivo, lo único que exigía a los moradores de Gerfhav era que cuidasen del equilibrio medioambiental. A veces se le olvidaba lo inteligente que eran algunas especies animales en su mundo, llegaban a formar comunidades primitivas y construían a menudo edificaciones de madera; pero comparados con él no eran más que peces diminutos en un río. «Me pregunto cómo me verán los científicos alduraneses, ¿para ellos yo seré un simple pez en el gran océano de vida que es mi planeta?», se dijo el creador de sueños luego de reflexionar un instante. Ya todo estaba listo para recibir a los visitantes indeseados, Tuvni’rl no tenía ya más órdenes que trasmitir a sus aliados, así que decidió ponerse a fabricar un sueño… El sueño esta vez era más sencillo que el anterior, se trataba de una historia que él una vez había leído que hablaba de la vida de uno de sus ancestros. Muy raras veces el creador de sueños elegía como protagonista de sus viajes oníricos a alguien de su propia especie, pero al parecer se encontraba en uno de esos momentos donde sólo quería ser lo él que era; y nada más…