Lo mucho que odio amarte

CAPÍTULO 1

Capítulo 1

La preparación 
 

Con el cambio de estación y lo recaudado de la feria, hicimos las primeras inversiones para organizar los preparativos para la fiesta de todos los años, en el comienzo de las clases. Este tipo de celebraciones se hacían de una semana a otra, con tal de que los estudiantes disfruten de su regreso al igual que los profesores y que no sea tan aburrido como los anteriores. Hay que aclarar que es más invento de nosotros para perder tiempo y clases, que lo descrito anteriormente. 

 

El salón de baloncesto se solía adornar, por ser uno de los más grandes, contando con la capacidad de llenarlo con tiras de papel crepé, banderines, globos y carteleras con frases. Así fue como en la finalización de la segunda clase del día, se hizo una reunión entre todos mis compañeros.

 

—Quiero saber quien estará a cargo de ayudar con la cartelera, de colocar las sillas para los profesores ese día, de adornar, de traer comida para compartir, entre otras cosas que faltan —informa, Agustín, quien había decidido representarnos para una mejor organización.

 

Mientras se debatía el tema con los demás, le chiste a Alejandro que estaba respondiendo unos mensajes en su celular y casi no estaba prestando atención.

 

—¿Crees que podamos encargarnos de adornar? Podríamos ser tú, yo, Mariana y los demás.

 

—Estaría bien, por mí no hay problema. Pero, ¿y si critican que no les gusta lo que hicimos? Después que no me venga, que los globos, que la tela, que el sonido, que las luces, porque no permitiré quejas —dijo enumerando con sus dedos al mismo tiempo que no le quitaba el ojo a la pantalla.

 

—Sí, puede que tengas razón, ¿y si hago la cartelera? —Propuse.

 

—Lo que tú quieras hacer, por mí está bien. —Giró su cabeza inclinándose un poco, al punto en que tocara mi hombro, para responderme y siguió escribiendo.

 

—¿Con quién te estás hablando? No me estás atendiendo y quiero que tomemos una decisión rápida con respecto a la celebración, para poder bajar al patio. Sabes que la mayoría del tiempo lo pasamos encerrados en estas aulas estudiando. 

 

Al no responderme y solo asentir a cualquier cosa, le quité el teléfono de las manos.

 

—Aja, ¿quién es Evelyn? —Lo interrogué mientras arrugaba mi cara al desplazar mi dedo por la pantalla y ver una gran cantidad de mensajes—. ¿Te has escrito con ella toda la mañana?

 

Alejandro me miró con cara de preocupación por su celular. Casi armando un alboroto, trató de quitármelo y no pudo. Se lo merecía por no atenderme cuando le hablo.

 

—Victoria, si no vas a aportar nada, deberías retirarte. —Indicó Darya molesta, haciendo morisquetas con su rostro y con su grupito de amigas, quienes se encontraban sentadas en el banco de atrás.

 

—Oh, Darya, no sabía que mi presencia te molestará tanto. De hecho, si voy a colaborar. —Guardé el celular de aquel sin que se diera cuenta y tomé lentamente mi campera del asiento al levantarme. Me acerqué a Agustín, el representante, le di unos golpecitos en su hombro antes de salir y le comuniqué—: Mañana voy a traer algunas cosas para decorar.

 

Bajé tranquilamente colocándome mi campera por las escaleras, cuando tras hacerle burla a Alejandro, comencé a correr por ellas. Me persiguió hasta el final de las mismas pronunciando mi nombre y antes de que el director nos viera, me di por vencida y se lo entregué. Realmente, acepto que estoy fuera de forma.

 

—¿Y bien, quién es esa tal Evelyn? —Insistí agitada mientras recuperaba el aliento.

 

—Deberías practicar más deporte. —Sugirió riendo mientras le regalaba una sonrisa de labios forzados. Tras apagar el celular, agregó—: Es una amiga.

 

—¿Amiga? Los mensajes demuestran lo contrario. Ahí hay muchos corazones.

 

—Bueno, está bien, me atrapaste Victoria. —Bufo— Conocí a esta chica en la feria, me pidió mi número y empezamos a hablar, creo que fue en el momento en que volviste a la carpa.

 

—¿Y por qué no me lo dijiste antes? Hablamos todos los días y me vas a inventar la excusa de que se te olvido, a mí no me mientas. —Lo tomé del brazo— Acompáñame a comprar algo al kiosco, tengo hambre, necesito llenar esta barriga y de paso me cuentas todos los detalles sobre esa fulana. 

 

—Bueno, pero no ha pasado mucho de momento, aunque estábamos por salir e ir a comer por ahí. No está planeado que vaya acompañado, además de ella, porque se supone que iremos solo nosotros. Pero, si está dentro de mis posibilidades llevarte, ten asegurado que lo haré.

 

—Nah, no te preocupes por mí. Arregla las cosas con Evelyn y concuerden su punto de encuentro y ve a disfrutar. Además, tengo cosas más importantes que hacer.

 

—¿Cosas? Cómo pasarte todo el día en tu cuarto estudiando o mirando televisión —dijo mientras llegábamos al kiosco y compraba unos snacks.

 

—Para nada —contesté cruzando mis brazos sobre mi pecho mientras desviaba la mirada hacia otro lado—. Tengo otros planes. 

 

—Mentirosa. —Acusó y tomé un puñado de papas fritas de la bolsa y me las metí todas en la boca. 

 

Nos sentamos en uno de los ocho bancos largos, construidos de cemento y algún que otro material al igual que su piso, disponibles del patio. Al decir verdad, si no vienes temprano por alguno de ellos, es posible que vayas eligiendo otro sitio para estar, debido a que sabe llenarse muy rápido. A muchos no le molesta la temperatura, solo les gusta ver como las hojas de los árboles se desprenden y caen sobre los mismos o simplemente solo estar allí.

 

No tenía pensado estar mucho tiempo, simplemente pasar el rato, distraerme y hablar con Alejandro y Mariana como suelo hacer siempre (aunque aquella no había bajado todavía). No obstante, no tarde mucho en que aquellos sentimientos que creí haber enterrado o simplemente olvidado, tomándolos como otra confusión, volvieran a aparecer. Y otra vez tuve la misma sensación, esa en la que permaneces inmóvil con el corazón latiendo de forma acelerada, con esa necesidad de estar aún más cerca de esa persona. Pues a mí me pasó. Me pasó lo mismo y fue ante la presencia de Mauricio.




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