Lo mucho que odio amarte

CAPÍTULO 3

Capítulo 3

Fin de semana
 

Todo surgió muy rápido, el último día de la semana había llegado y los planes para el finde ya se pusieron en marcha. Mariana nos invitó a su casa a pasar toda la tarde y quedarnos a dormir en la misma, para ir en la noche al parque a disfrutar de la vista y de las zonas verdes que nos rodeaban muy seguido en la ciudad, caminar un poco y quién sabe qué otras actividades se nos ocurriría por el camino. Alejandro, tenía el cumpleaños de su primo, por lo que no podía acompañarnos. En cambio, el sábado estaría disponible, de tal manera que quería recompensarnos con una salida al cine.

 

No le había hablado a Lele luego de que Mariana había ido a buscarme al baño, solo evité las mismas preguntas a toda costa, cambiando de tema. Y recordarlo me hace sentir muy culpable, por lo que no quería llevarle la contraria con su plan de fin de semana. Ambos me parecen perfectos y más a mí, que necesitaba despejarme como nunca antes. 

 

—Creo que hoy podemos ir con Mariana a su casa y puedes quedarte hasta la hora que tengas que ir al cumpleaños. Puedes llevarte una muda de ropa y cambiarte. —Me dirigí a Alejandro.

 

—De acuerdo. Entonces, les avisaré a mis padres —asintió y luego prendió su celular. Marcó el número de su madre y bajó por las escaleras para hablar, dejándonos a mí y a Mariana en el recorrido por los pasillos de la escuela.

 

Aquella estaba ubicada en un extenso terreno, la institución más grande que vi en mi vida, por lo que tendría sentido que contará con un máximo de dos pisos y tuviera tanto por recorrer. Su estructura estaba en perfecto estado, las baldosas brillan en cada lugar, las paredes eran de color blancas y azules, con sillas y mesas cómodas, una buena conectividad de luces y pizarras para evitar el polvillo. Excepto que tenía algunos defectos, las paredes en las esquinas solían tener una especie de moho y manchas de humedad en la parte interior de las aulas, debido a las goteras o grietas por una mala construcción. En ellas retumba el sonido muy seguido, en especial, en la hora de música y eso provoca que los demás profesores no puedan seguir dictando sus clases. En invierno, al estar a más altura, pasamos mucho frío. Y en verano, hace mucho calor. A veces los ventiladores dejan de funcionar cuando más los necesitas y lo peor de todo es que no hay picaporte en todas las puertas.

 

Volviendo al dilema, quise acompañar a Ale y al mismo tiempo permanecer junto a Mari. Quizás luego de la llamada podría hablar con él y explicarle las cosas, suponiendo que también le prometí contarle lo que me sucedía. Pero, al final, terminé siguiendo a aquella.  

 

Cruzando por varias aulas, me acordé de Mauricio. Cerré mis ojos en el momento que escuché su voz por los pasillos, mientras mi amiga iba a unos cuantos pasos más adelante que yo, contándome sobre el malestar que tuvieron sus perros por alguna comida que les cayó mal. 

 

Mi respiración no era como las anteriores, esta era más lenta, más a gusto, más tranquilizadora y tal vez sea porque no estaba cara a cara con él. No sé si a estas alturas hasta he logrado enloquecer, pero definitivamente, lo escuchaba. Su murmuro hacía cosquillas en mi cuerpo, me erizaba la piel. Su perfume me bañó por completo cuando comencé a olerlo a una distancia que no sabía, debido a que estaba cerca, pero fuera de mi visión. Se me hacía tan tentador seguir su rastro…

 

Lo vi y creo que él también, había doblado en el pasillo y Mariana estaba llegando al final del mismo, por lo que me apresuré a meterme a una de las aulas que estaban abiertas y vacías para esconderme. Cuando pasó por la puerta y sé que se ha ido, saqué la cabeza y vi como lo saludó a Lele. Ellos mantuvieron una charla que iba a ser incapaz de escucharla y que solo me quedaba observarlos.

 

—¿Qué estás haciendo? —Mariana, se había parado enfrente de mí, levantando mi barbilla hacia su cara—. Sabes perfectamente que el “nada” no me servirá y buscaré llegar hasta el fondo de todo esto. —Respira profundo, me suelta y hace una pausa— Insinuó que te gusta Mauricio y esa fue la razón por la que te escondiste u ojalá y me equivoque, y quisiste jugar a las escondidas conmigo porque se te dio la gana.

 

—Las escondidas suenan mejor. —Reí nerviosa.

 

—Sabes lo que pienso de eso y también sobre Mauricio. Y solo te diré que NO. —Tragué saliva y su explicación fue anunciada como el título del diario—: Sí, un “NO” enorme que lo grabaré en tu frente, para que cada día que te despiertes y te mires en el espejo, leas un “No, Victoria, ese chico te destruirá por completo”

 

—¿Y crees que no lo sé, Mariana? Todavía no estoy segura de esto, no hay que apresurarse y sacar conclusiones… —Me interrumpe, haciendo un alto con su mano.

 

—Entonces si lo sabes, déjalo, no lo busques, no lo mires, no insistas en algo que no es para ti. —Su respiración sonó mucho más profunda— Será mucho mejor si no te haces un lío por averiguar qué es lo que te ocurre. Evita esto y no te dejes engañar, hazlo, que aún estás a tiempo.

 

Alejandro se acerca a nosotras y nos mantuvimos calladas.

 

—Las estuve buscando, —expresó— ¿dónde se habían metido?

 

—¿Cuándo pensabas contarnos que eras amigo de Mauricio? —dije curiosa porque las ganas me pudieron. 

 

Mariana me miró con ganas de pellizcarme, pero solo golpeó su cabeza con la palma de su mano.

 

—No, no lo somos. Lo conozco. Es un buen chico. —Volteó su mirada hacia atrás para comprobar que aquel no estuviera escuchando— Es más, acaba de preguntar por ti y también lo hizo ayer cuando te desapareciste. ¡Qué extraño!

 

—¿En serio, por mí? ¿Y qué quería? —Consulté.

 

Mariana, nuevamente me miró con ganas de asesinarme y no tardó en agregar:




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