Lo mucho que odio amarte

CAPÍTULO 9

Capítulo 9

 

Solo he vivido de fantasías y no de realidades

 

Estaba en problemas. Estaba en uno grande y había posibilidades de que Sebastián ya este enterado. Bueno, me retracto de lo dicho, Sebastián ya lo sabía. Me envió un mensaje. En una hora estaba aquí.

 

—No tuviste que subir esa historia… —Rezongué mirando a Ale. 

 

—Yo hablaré con él. —Aseguró Mariana— Lo solucionaremos, como lo hemos hecho siempre.

 

—No, no quiero que nadie hable con él —comencé a guardar las cosas que había traído en mi bolso—. Voy a asumir mi castigo, asumir que me equivoque y que no tenía por qué haber ido.

 

—Entonces, ¿qué hacemos? ¿Borro la historia? —agrega Lele.

 

—Deberías haberlo hecho desde un principio. Pero no, no quiero que hagan nada. 

 

Mariana, me explico que en varias ocasiones he buscado a Mauricio. No podía creer que tuviera tanta mala suerte de perderlo de vista cuando bailábamos en grupo muy cerca de este. Lo más gracioso fue escuchar que cantaba con fuerza, le dedicaba canciones y levantaba bien alto mi vaso en su honor. En fin, supongo que eso fue lo más divertido que paso, antes de que se arruinara todo con una foto.

 

Mi hermano llegó, subimos al auto permaneciendo en silencio y condujo hasta casa. Cuando llegué mi madre estaba viendo televisión, mi padre pintaba un cuadro en su taller, en la sala del fondo, y Leo miraba videos en su celular encerrado en su pieza. Sebas dejo las llaves sobre la mesita de vidrio, se cruzó de brazos y se apoyó sobre la puerta de entrada, dispuesto a escucharlo todo. En cambio, yo me dirigí a mi cuarto a dejar mis pertenencias antes de pasar a saludar a mi madre. Sin embargo, ella lo evitó y pidió sin ninguna expresión en su rostro que me sentara a su lado. 

 

—¿Por que fuiste ahí? —Simple y directa.

 

—Yo…

 

—La verdad, Victoria. —Se fijó en mí con esa mirada de disgusto. Sentí tanto miedo, en ese momento, que el pecho me dolía. 

 

«Solo me divertía, mamá, quería saber que tan bien se sentía».

 

Eso es lo que diría, pero estaría ganándome alguna cachetada, siendo la primera vez que me levantaba la mano en su vida. Para mi sorpresa, Miguel, sale de la habitación de mi hermano, interrumpiendo la escena y preguntándose por qué este no había vuelto. Otra vez fui salvada.

 

—¿Por qué…? —Trata de entender la situación.

 

—Disculpa, Miguel, pero esto no te incumbe. Es lamentable que tengas que escucharnos discutir, Sebas volverá contigo en un rato. —Mamá vuelve a centrarse en mí. Aquella no le importaba si había alguien más en nuestro hogar, si me tenía que regañar enfrente de otros, lo hacía y punto— ¿Que hacías anoche en el boliche, Victoria? Bien sabes que no te he dado el permiso de ir a esos lugares. Me mentiste, dijiste que solo irías a lo de Mariana con Alejandro y una foto me terminó demostrando lo contrario. ¿Y si te pasaba algo? La mayoría de las veces hay desapariciones de jóvenes, sometidos a beber sustancias para traficar con ellos; otros llevan armas y terminan desangrándose en la calle o mucho peor.

 

—¿Papá ya se enteró? 

 

—No, aún no. De todas formas, hablaré con él, no puedo dejarlo pasar por alto.

 

—Fui yo —hablo Miguel—. Yo la invité.

 

—¿Que? —expresó mi hermano sorprendido, al igual que yo.

 

—Sí, le dije a Victoria que tenía tres entradas para el evento de anoche y que si tenía con quien ir era perfecto. No iba a desperdiciarlas, estaba descompuesto y no se me ocurrió de otra que ofrecérselas. —Miré a mamá como se comía el cuento y me refregué mis ojos antes de que cayera alguna lágrima— Lo siento mucho, señora Renata, debí haberlo consultado con usted primero.

 

—Oh, bueno, me esperaba todo menos eso. Gracias por explicarme la situación, sin embargo, eso no quita que Victoria sea castigada. Debe ser un poco más responsable e informarme a donde o con quien va, así como pedir permiso. 

 

Sebas se llevó a su amigo al patio a hablar con prisa. Mi madre me regañó, hizo un testamento y enumeró cada uno de los actos. Me fui hasta mi cuarto y me tumbé en la cama hasta que la comida estuviera lista. Lloré, lloré todo y lo más que pude en silencio, para aliviar el dolor que sentía por haber mentido, por las locuras que estoy haciendo que lo único que atraen son problemas y porque aún no soy capaz de decirle a Mauricio lo mucho que lo amo.

 

Que alguien me lo explique, ¿qué tan difícil resulta decir lo que sentimos? Me bastaría con que se mantenga en silencio como suele hacerlo y que me escuchara. ¿Estoy segura de que eso hará? No lo sé, pero suelen decir que quién no arriesga no gana y por arriesgarlo yo podría perderlo todo, así que no lo sabré hasta comprobarlo. Ojalá supiera lo que me hace sentir cuando lo tengo cerca, cuando corro por los pasillos y en el final se gira a verme, cuando mis cachetes se sonrojan involuntariamente al escuchar que preguntó por mí y me molesto por sus enigmáticas respuestas. Aunque, a lo mejor, ya lo sabe.

 

¿Entienden que es verlo y querer cometer todas las travesuras que nunca he hecho? Mi gran sueño es ser su copiloto mientras conduce por la ruta y mantiene su cigarrillo en su mano izquierda, a medianoche, fingiendo que no voltea a verme durante el camino, cuando realmente lo está haciendo. Solo quiero respirar el mismo aire. Quiero un día o una noche, un momento, siempre y cuando él lo escoja, sin importar que las horas pasen. Pero que esa sea la única forma en que permanezca a su lado un rato más, me tome de la mano y me diga lo mucho que me ama, incluso cuando sea mentira. Así pues, con unos cuantos tragos y un par de besos, sea un vago recuerdo que va quedando en el olvido con el transcurrir de los días.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.