Lo mucho que odio amarte

CAPÍTULO 16

Capítulo 16

El infierno en persona

Una semana, unos días, quizás unos cuantos más, mi madre estuvo circunspecta. A veces lograba verla con la mirada apagada, ausente y desorientada. Eso me generaba un gran rechazo de su parte. Su hija estaba creciendo y hubiera preferido que la presentación de su novio, sea en otra ocasión, tal vez a los veintidós años y no ahora. Es que… ¿No les pasa que les duele crecer? Digo, ¿en el sentido de dejar de ser una niña para pasar a ser una adulta, como ella lo veía? Porque a mí sí y eso me hacía entenderla aún más, ese sentimiento raro en el pecho en donde los hijos crecen mientras los adultos envejecen. Y nadie quiere envejecer.

Como dijo mi padre “tenemos miedo” y eso es, miedo a soltar. Miedo de dejar a quienes amamos en las manos equivocadas. Miedo a que se aprovechen de nosotros y lastimen. En resumen, vivimos constantemente con miedo. Puedo poner como ejemplo casos similares, como aquella vez que aprendí a andar en bicicleta sin las rueditas y temía caerme, aterrizar en el pavimento y rasparme las rodillas. O cuando quise treparme a un árbol, como mis primos lo solían hacer y una vez que estuve arriba no quise bajar porque estaba muy alto; le temía a las alturas y con un mal salto, podría doblarme el tobillo. O como la vez en me caí en una planta llena de ortigas, la piel me ardió y se enrojeció, me llevaron de inmediato al hospital y rogué que ese día no fuera mi fin. Bueno, esta bien, dejemos en claro que me caía o lastimaba con facilidad.

Para cerrar, volviendo al tema principal, hay quienes prefieren ser independientes y alejarse de ellos. En mi caso, si lo hiciera, me ahogaría en un vaso de agua y sola, no podría. A lo que voy es que, quiero seguir creciendo a su lado, que aún me tomen de la mano al cruzar la calle o cuando me encuentre en mi momento más deplorable. Amo a mis padres con mi vida y eso no cambiará, por más que ahora otra persona me esté esperando al salir del instituto. De todas formas, nunca estamos solos, hasta que queremos estarlo.

—Mauricio, te presento a mis padres.

—Un gusto conocerlos señor Walter y señora Renata.

Mi padre se acomodó sus lentes para verlo mejor y le estrecho la mano. Mi madre realizó la misma acción, con la mandíbula tensa y la sonrisa forzada.

***

En vacaciones no había forma de aburrirnos. Una tarde, me llevó a merendar, me regaló flores de diferentes tonalidades y nos quedamos en casa viendo películas de Marvel. Otro día, vimos los dibujos animados de nuestra infancia, bailamos vals como aquel que practicas para tu fiesta de quince años y videos en pareja. Además, me ayudó a pintar en el taller, aunque solo hiciera un círculo con palitos porque no tenía conocimiento, para que después de tanto trabajo termináramos con una guerra de colores. No hay mejor manera para describirlo: semanas enteras con el itinerario lleno.

En efecto, hubo tensión, pasión y afecto. Mucho afecto. Sin dudas, fuimos la corriente más fuerte del océano, la marea más alta y el ave fénix que resurgía de las cenizas. Fuimos líderes y testigos de los sentimientos intensificados del corazón, brotando como las flores que nunca llegaron en primavera. Y eso fue todo, o tal vez hubo más y me los salteé, porque no siempre es enteramente de color rosa. Déjenme decirles que para mí, los siguientes meses fueron los peores.

En octubre, se venían muchas cosas, como el cumpleaños de Mauricio y la fiesta entre mi curso con el último año. Fue una de las pésimas decisiones que tomé: meterme con la organización de esta y querer que cambien de parecer. Para ponerlos en contexto surgió de la siguiente manera, estábamos buscando algún lugar indicado para despedir al sexto año y sabíamos que llevarlo a cabo requeriría de muchas cosas, como plata para los gastos de comida, bebida, accesorios, música, etc. Siempre trataba de no opinar, solo escuchar para que cuando llegara el momento, ponga lo que hiciera falta y listo.

Desde ya que el dinero nunca alcanzaba para lo que querían, siempre había perdidas por el camino y el sitio para nada era el más seguro. A este punto, ya me había exaltado, me habían sacado de quicio, colmaron mi paciencia y sacaron a la Victoria que tanto ansiaban. A partir de entonces, fui la destructora, la perniciosa, la aguafiestas y pesimista, hasta la divisora de amistades. Todo eso, solo por compartir mi humilde opinión y cantar verdades que nadie quería escuchar. No repetiré las palabras que salieron disparadas de mi boca, solo diré que la estafa se olían a kilómetros de distancia y nadie quería aceptarlo. Y después saltaron con argumentos sin coherencia, sin sentido, porque no les importaba si era una trampa y si acaba en desdicha.

Me dolió. Dolió demasiado tener que tolerar las risas, la humillación y todo lo que nunca conocí se hiciera presente. Todo lo que hacía, sin importar como, era motivo de burla y quienes lo permitían era Darya y su grupito. Puso a la clase entera en mi contra, excepto por Mariana y Alejandro, quienes aún tenían un poco de compasión por mí, a pesar de que no cumpliéramos con lo propuesto en vacaciones y lo haya remplazado por mi amado. Se salió de control y fue como tener al infierno en persona.

¿Quieren escuchar más? Crearon rumores y los divulgaron por toda la escuela. A su vez, el día en que no pude tolerarlo más, porque les juro que intente con todo, hacer oídos sordos y pensar que solo sería unas semanas y se les pasaría. Pero, estuve muy equivocada y siguieron. Lloré días enteros en el baño, apenas asistía a las clases y lo único que quería era terminar mis clases para volver a mi hogar. Con esto, mis notas disminuyeron, personas que creí que eran mis amigos se distanciaron y me tiraron todo el estiércol posible. Y por último, la cereza del postre, Mauricio no estuvo para mí cuando me destrozaron por completo e hicieron mi vida una pesadilla.




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