Lo mucho que odio amarte

CAPÍTULO 17

Capítulo 17

Me haces falta

 

Corrí por el campo por horas, solo para quitarme una abeja, que no dejaba de perseguirme por la fragancia de mi perfume. El pastizal estaba alto y aun así, rendida y sudando, me acosté sobre este. Debo confesar que cuando se trataba de los insectos me volvía un poco paranoica. Pero estábamos en primavera, desde septiembre, era lo que normalmente ocurría y debía acostumbrarme. Me fijé en mi celular si tenía algún mensaje o alguna llamada perdida y no, no la tenía. ¿Aún seguís pensando en él, verdad? No, el caso es que aún sigo pensando en todo y cuesta pensar en otra cosa que no sea eso.

 

Me levanté y me sacudí el resto de pasto que quedaba en mi cuerpo, antes de que me largara a llorar y terminará con ronchas en la piel. Caminé para recorrer e inspeccionar aquel camping. Alejandro me había invitado a su cumpleaños número diecisiete y en vez de estar junto a él, estaba sola porque quería tiempo para mí misma, tiempo para pensar. Después de todo, ¿quién quiere a una aburrida, una malhumorada, en su fiesta? Nadie, en definitiva y no quiero arruinarlo.

 

—¿Cómo sigues? Te estás perdiendo todo. Ale acaba de golpear con un palo a un familiar, por querer romper la piñata con una venda en los ojos. Y ya sé que me vas a decir que estamos grandes, pero sabemos lo divertido que es.

Miré hacia el cielo parpadeando, a pesar de que el sol ardiera, para evitar derramar unas cuantas lágrimas. Apreté mis labios con fuerza antes de poder hablar, aguantando, hasta que al final le respondí:

—Todo esta bien. —Bufé y parecía peor— Deberías volver, ahora te alcanzo.

—¡Ay, no, no, para nada! No voy a abandonar a mi amiga así, con el alma destrozada.

Ahí nomás, sentadas en las escaleras del puente de madera para ir al río, que usualmente era el paso de los pescadores y sus lanchas, me abrazó mientras apoyaba mi cabeza en sus muslos. Es probable que haya mojado sus jeans cortos con el líquido cristalino, pero me permitió que llorara todo lo que tuviera que llorar.

 

—Entonces, ¿es cierto? ¿Todos estamos un poco jodidos y rotos por dentro?

—Tal vez sí. En algún momento, todos terminamos un poco rotos por dentro, sea cual sea la circunstancia o quién lo cause. —Acarició mi cabello castaño oscuro.

—¿Crees que todo se acabó?

—¿Tu relación con Mauricio o lo que hablan de ti en la escuela?

—Mauricio.

—No lo sé. —Chasqueó la lengua y negó con la cabeza— Mira, Victoria, trata de no pensar en él. Porque mientras vos estás acá triste, él está allá afuera viviendo de lo mejor, de fiesta en fiesta, sin preocupación alguna. Por eso, debes pensar en ti y en tu bienestar, en lo que es mejor. Además, lo único que no quiero es que todo lo que está pasando sea motivo para acabar con tu sonrisa. No quiero que apaguen la luz que llevas dentro y lo alegre que siempre has sido. Tu forma de ser contagia mucho y eso hace sacar el mejor lado de las personas, hasta el mío. Eres valiosa.

—Siempre consintiendo a los demás y dando consejos —dije sonriendo al mismo tiempo que secaba mi rostro humedecido—. Sin embargo, ¿hay alguien que te las dé a vos?

—Mi mamá y a veces yo misma. Además, si yo no lo hago, ¿quién más podrá? Alejandro, desde ya que no, él es más de mandarse las metidas de pata y romper con los momentos incómodos.

—Sí, tienes razón.

—¡Hola, hola! ¿Quién quiere hacer un brindis por este encantador hombre que está re bueno y cumple años? —Presumió Lele, un poquito borracho, con botellas de cerveza en la mano.

—Nosotras —hablamos al mismo tiempo, levantando la mano.

—¡Salud amigas mías, hermanas de otra madre! —Juntamos nuestras bebidas mientras reíamos—. ¿Se unirán para jugar al vóley en la arena, no? 

—Por supuesto. Pero, si no logran mantenerse en pie y ganarle al equipo contrario, será doble prenda. —Los reté.

—¡Wow, sí, me encanta la idea! —comenta Rulos.

***

Para la primera semana de noviembre, las cosas se habían calmado un poco, aunque algunos estaban con la intención de volver a molestar. Me mantuve firme, ya había bajado demasiado mi mirada al suelo y debía de seguir adelante, así que dejé que los rumores fueran lo de menos. Por otro lado, y por alguna extraña razón que desconocía, Mauricio se ausentó de sus clases y no apareció hasta la semana entrante. Considere que podía deberse a que estaba enfermo, tuvo cita con el médico, hubo alguna emergencia familiar, que sé yo, cualquiera de esas cosas. Pero, para nada acerté entre algunas de las tantas que mencione. 

Todo estaba distinto, extraño y misterioso. El señor Almada tuvo que dirigirse dos veces al despacho del director para hablar sobre el desempeño de su hijo. No sé cuáles fueron los resultados de esa charla, nadie comentaba nada, ni el mismo Mauricio cuando me lo crucé días después. Y ahí, supuse que lo peor no había llegado.

—¿Qué sucede? ¿Estás teniendo algún problema?

—No, Victoria, no sucede nada. 

—Pero, vi a tu padre hablando con el director. Si necesitas ayuda con algo, sabes que puedes decírmelo.

—No, no necesito ayuda con nada. Todo esta perfecto.

—Esta bien. —Asentí sin darle mucha vuelta al asunto— Escucha, sé que paso un mes desde que no nos hablamos, desde que las cosas se pudrieron y no quiero seguir insistiendo en donde no es. Por eso, necesito que me digas cuál fue la decisión que tomaste, porque si me dices que esto acabó, ya no te buscaré.

—No tomé ninguna decisión aún. Fueron tres largos meses encantadores de noviazgo y en lo único que si estoy de acuerdo, es en pasar este último mes a tu lado antes de que acabe el año escolar.

—¿Por qué lo dices como si te quedaras sin vida o como si fuera la última vez que me verás?

—Porque así es, nos queda poco tiempo o… ¿Acaso piensas seguir viniendo en vacaciones de verano?




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