Unas voces -o más bien gritos apenas distinguibles- comenzaron a resonar en mi cabeza.
-¡¡¡LEVÁNTALA!!! ¡¡¡SÁCALA RÁPIDO DE AQUÍ!!!-
Eran las únicas palabras que alcancé a distinguir, aun sin saber dónde estaba. Mi visión apenas captaba luces difusas y, mientras intentaba entender qué ocurría, unas pregunta se repetía en mi mente:
¿Por qué no podía moverme? ¿Adónde me llevaban?
Justo después, sin darme cuenta, comencé a perder la conciencia. Intenté luchar, resistirme... sin saber que aquello sería inevitable.
Cuando recuperé lentamente el sentido, distinguí un cielo blanco y un sol que no calentaba.
-¿Es el hospital? ¿El cielo? -murmuré con la poca fuerza que me quedaba.
-No es el cielo, pero aquí te sientes como en él -interrumpió una voz calmada, casi angelical.
-Oh... ya veo... Entonces, ¿qué me pasó? -logré decir, con la voz un poco más firme.
-Según sabemos, sobreviviste a un incendio gracias a tus vecinos -respondió, con un tono tan agradable que disipaba cualquier pensamiento de alerta.
Sin nada más que agregar, aquel hombre se retiró, despidiéndose amablemente y deseándome una pronta recuperación. Sin darme cuenta, ese momento de paz comenzó a desvanecerse. Poco a poco, los recuerdos regresaron... y con ellos, la razón por la que estaba allí.